Horas de angustia

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Sophia abría los ojos con lentitud, no tenía ni la más mínima idea de donde estaba, sólo recordaba... la sangre...

Trato de habituar sus ojos al lugar en donde estaba, era un cuarto de hospital, bastante amplio y con baño propio, aunque eso realmente a la chica no le importaba.

No recordaba absolutamente nada después de haberse desmayado y tenía mucho miedo.

Miedo de haber perdido a su bebe...

Tenia muchas ganas de llorar, ¿Acaso era un castigo por pensar que su hijo era un estorbo?

Intentó tocarse el vientre pero su mano estaba siendo sostenida por la persona que menos quería ver en ese momento pero que a la vez era la que más necesitaba...

Altair.

Él tenía su mano sujeta con la suya, estaba profundamente dormido, pero no soltaba su mano por nada. Trato de despertarlo con la mayor delicadeza posible.

— Altair... cariño — le susurró al tiempo que lo movía delicadamente.

Él despertó con un respingo.

— ¡Pía! — le dio un abrazo, casi como si tuviera miedo de perderla — Por favor, no me vuelvas a dar un susto así, no soportaría perderlos — le susurró cerca de su ojera.

— Altair... ¿Lo he perdido? — le preguntó entre lágrimas.

— Afortunadamente no, me han dicho que están bien, pudieron controlar el sangrado. Pero quieren hacerte una ecografía para estar más seguros, pero querían que estuvieras despierta.

— ¿De verdad?

— ¿Crees que yo te mentiría con algo así?

Ella negó levemente y con la misma mano que Altair estaba sujetando toco su vientre, ambos sonrieron.

— Cariño... ¿Podrías contarme qué pasó después de que me desmayara?

Él chico hizo una mueca pero asintió.

— ¡Sophia! — Al verla desmayarse entro aún más en histeria.

Semejante jaleo había despertado a Juliette y Alex, que lo ayudaron a llevarla al hospital, ya que el chico no estaba en condiciones ni siquiera de conducir.

Menos mal que era casi de madrugada y no había tráfico, aún así Alexander, al ver la desesperación de su hijo, se saltó un par de semáforos.

— ¡Alex! Con cuidado — exclamó Juliette

Gracias a la conducción cafre del padre de Altair, llegaron en tiempo récord al hospital. Y ni bien se estacionaron en urgencias, Altair bajo a toda prisa con su novia desmayada, siendo acompañado de su madre.

Obviamente al ver llegarlos con la chica en ese estado, fueron ayudados por las enfermeras y los camilleros, que le quitaron de los brazos a Sophia para ponerla en una camilla y llevársela junto con un grupo de médicos.

Altair estuvo sujetando su mano hasta que una enferma le impidió el paso.

— A partir de aquí no puede pasar, deje que los doctores la atiendan, por favor.

— Pero...

— Tranquilícese señor, necesitamos que rellene unos papeles, ¿Es familiar de la joven?

Él dudo un poco — Soy su esposo — dijo finalmente, ya que si decía que era su novio no podría hacer nada.

La enfermera le indicó con amabilidad que fuera a la sala de espera. Ahí estaba su madre esperándolo.

Somos tres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora