La verdad al descubierto

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Ya había pasado un mes de la muerte de Juliette, Sophia estaba de 8 meses y medio, su vientre se veía cada vez más grande, tanto que habían pasado el cuarto de la pareja a la planta baja de la mansión, con el fin de que la joven no hiciera esfuerzos.

Ninguno de los dos tuvo corazón para abandonar a Alexander después de la pérdida de su esposa, sin embargo, estaban consientes de que en algún momento deberían irse, más cuando nacieran los mellizos.

Alex... el pobre de Alex, había dejado su trabajo en manos de su hermano Rodrigo y de su hijo Altair, ya que no tenía cabeza para los negocios, en cambio prefería quedarse a cuidar de su nuera en casa (o ella de él, según como se viera)

Ese día en particular el padre de Altair no tenía ganas de salir de su cuarto (contemplando los recuerdos de su difunta esposa), de modo que Sophia iba a llevarle la comida, ya que era muy difícil hacerlo comer, más cuando los recuerdos parecían invadirlo.

Ambos jóvenes realmente esperaban que fuera una fase y comenzará a vivir de nuevo.

Sophia subió con un poco de dificultad las escaleras, ya que entre su panza y la bandeja de comida, sus movimientos eran algo torpes, afortunadamente Luka la vio a tiempo.

—No debería estar subiendo escaleras ni cargando cosas pesadas, ¿es para el señor Salvatore?

Ella asintió un poco avergonzada— No quiso bajar a comer, así que iba a llevarle la comida.

Él suspiro— Yo se lo llevo, por favor vaya a descansar un poco.

—Luka, ¿puedo hacerle una pregunta?

—Dígame, ¿Se siente mal? —preguntó preocupado.

—No, estoy bien pero...¿Por qué sigue aquí?

—Se lo prometí a mi señora Juliette, aparte— añadió con sarcasmo—. No es como si el señor Alexander estuviera en óptimas condiciones, he estado con Juliette desde que era niña, lo mismo que Altair, necesito asegurarme que este bien.

Sophia pareció comprender el razonamiento del guardaespaldas y con un sonrisa se despidió para ir a su cuarto a descansar.

Justo iba llegando cuando tocaron el timbre con insistencia.

—¡Ya voy! —dijo con un poco de molestia—. Pero que insistentes —murmuró.

—¿Si? —observó a la persona en la puerta—. Papá..

Atticus Jones, estaba con toda su soberbia y prepotencia delante de su hija.

—Acaso... ¿No me invitas a pasar? —comento con inocencia—. Ya que ahora eres la señora de esta casa.

—No —contesto secamente.— Es casa de los padres de Altair y quizá podrías tener más respecto.

Ignorando completamente a su hija, él entró de todos modos, empujándola un poco, fue ahí donde reparo el abultado estomago.

—Vaya, sigues esperando al hijo bastardo de Salvatore.

La chica se abrazó el vientre de forma protectora—. ¿Solo a esto vienes? Si ya terminaste de insultar, vete —le dijo con toda la paciencia que le quedaba, ya que también cada vez sentía más punzadas en el vientre.

—¿Es así como tratas a tu padre?— cada palabra de Atticus era burlona e irónica, eso rebasó la poca tolerancia que le quedaba a la chica.

—¡Pues ojalá no hubieras sido mi padre! —le gritó ya harta.

Al parecer ese era el efecto que Jones quería causar ya que sonrío maliciosamente.

Sin embargo, ya no pudo decir nada más, Alex y Luka venían bajando, alertados por el grito de la chica.

—Jones, lárgate de mi casa, no eres bienvenido— Alexander no estaba de buen humor.

—¿No tienes que ir a llorarle a tu esposa muerta?— Al parecer Atticus no estaba consiente de que estaba entrando en un terreno muy peligroso.

—No te lo voy a repetir, ¡LÁRGATE!

Luka ya estaba listo para sacar a patadas a Atticus y justo antes de salir de la casa, desató la bomba.

—Niña, siéntete feliz, yo no soy tu padre biológico —Sophia se quedo de piedra, Jones sonrío aún más, si era posible—. Quizá Renzi quiera darte su apellido, aunque con semejante hija...

Pía dejo de escuchar a su supuesto padre; estaba shokeada, ni siquiera se dio cuenta cuando su suegro saco a golpes a Atticus de la casa.

—Sophia, ¡Sophia! —le llamó Alex muy preocupado.

Ella seguía pensando en su vida, todo era una mentira... ¿Cómo hubiera sido Renzi de padre? ¿La hubiera apoyado? ¿Su madre hubiera sido más feliz?

Tenía demasiadas preguntas, pero un agudo dolor la distrajo.

—Sophia —siguió llamándola Alex.

—Creo.... creo que he roto fuente —susurró espantada.

Alexander solo atinó a ponerse pálido.

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