Afrontar la realidad

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Definitivamente a Sophia no le gustaban los hospitales ni por asomo, le parecían muy tétricos y sin vida, lo que la llevaba a pensar que más que las propias enfermedades, las personas se deprimían por el aspecto del lugar.

Sin embargo, ella no era quien para opinar sobre eso, estaba allí para apoyar a su novio. Ya que ni bien recibieron la llamada de que Juliette- su suegra- estaba internada, Altair logró sacar fuerzas de donde no las tenía e ir a verla.

Cuando llegaron ya había un cúmulo de personas esperando noticias: Alexander ( el padre de Altair), Cassandra ( la madre de Sophia) y los abuelos de Altair ( tanto maternos como paternos).

Sophia estaba francamente sorprendida de la entereza de su suegro y del abuelo de Altair, que tomaban las cosas con relativa calma.

Afortunadamente para ella, las nauseas y la fatiga de los primeros meses de embarazo estaban desapareciendo poco a poco. Así se que sentía un poco menos inservible a la hora de mostrar su apoyo.

Pasó un largo rato hasta que por fin un médico salió a darles información.

— ¿Familiares de la señora Juliette Salvatore?

Tanto Altair como su padre se levantaron en el acto

— Somos nosotros doctor, como... ¿cómo está mi esposa?

—Bueno, no le voy a mentir Señor Salvatore, su esposa tuvo una recaída bastante fuerte, al parecer los medicamentos están dejando de hacer efecto.

— Pero, ¿se pondrá bien?

— No le voy a mentir Señor, quizá solo le quede un año de vida..

Alex solo apretó los puños y Altair estaba sumamente confundido, ya que ignoraba que su madre estuviera enferma.

— ¿Podemos pasar a verla?

— Solo dos personas a la vez, quizá sea conveniente que su hijo la vea primero, ya que necesito hablar con usted.

El padre de Altair asintió un tanto confundido y le hizo una seña a su hijo

— Altair tengo que hablar con los médicos que atienden a tu madre, ¿Por que no tú y Sophia van a verla? Seguro se alegra.

— Estará un poco sedada, es posible que no reaccione como esperan.

— ¿Era necesario que la sedaran? — les dijo Altair con una mueca.

— Joven Salvatore, la enfermedad de su madre es... un tanto impredecible

— ¿A que se refiere con eso? — exclamó casi molesto el chico.

Justo cuando el doctor le iba a dar una explicación más completa, Alexander lo interrumpió.

— Altair, yo después te explicaré todo, ve a ver a tu madre, por favor.

Él casi a regañadientes obedeció y tomando la mano de su chica fue en dirección a la habitación donde estaba su progenitora.

Ambos entraron a la habitación, era bastante fría e impersonal, a Sophia le dio mucha tristeza ver a su suegra de esa manera: estaba pálida, su cabello negro había perdido su brillo y sus usualmente rosados labios habían perdido su color.

Somos tres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora