Confrontamientos

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Después de preparar un poco sus cosas tanto Altair como Sophia estuvieron listos para mudarse a la casa de los padres del chico.

— ¿Llevas todo Pía?

— Si, bueno no es como si mi ropa me vaya a quedar por mucho tiempo — le bromeó la chica a su novio.

— Sabes que así estás guapísima — la toma en brazos y da una vuelta con ella.

— ¡Altair, bájame! — le dijo entre risas — me voy a marear.

Después de reír un poco la dejo en el piso, ya que realmente no deseaba que se sintiera mal.

— Bueno vámonos ya, que si no, seguramente vamos a llegar muy tarde con tus padres — le dijo la chica, una vez que estuvo en el suelo.

— ¿Ya has comido algo? — le preguntó seriamente Altair.

— Una manzana

— ¿Solo eso? — inquirió molesto

— Sabes que no nos da tiempo de desayunar, te prometo que llegando a casa de tus padres, buscare algo para los dos.

— Los tres — le aclaró el chico.

— Ah, si quieres también para ti, mi amor — le dijo de forma risueña a la par que entraba en el auto.

El chico solo negó levemente con la cabeza mientras sonreía.

Aunque era un viaje largo, no fue nada incómodo por la música y el fallido intento de Altair por cantar.

— Cariño, te adoro pero tienes que dejar de cantar, ¡pobrecito de nuestro bebe!

— ¡Ja! Él adorara mis canciones.

— ¡Claro! Con seguridad lo pones a llorar más, por cierto — le dijo entre cerrando los ojos — ¿Cómo estás tan seguro de que es un Él? Podría ser una niña, machista — dijo esto último muy ofendida.

— Bueno, Él o ella adorarán mis canciones.

Siguieron así un rato más, hasta que por fin llegaron a la privada donde vivían los padres del chico.

La casa de Juliette y Alexander Salvatore, era por mucho una de las casas más grandes, sin embargo era la que más hogareña se veía.

Altair, estacionó su auto en la acera, justo enfrente de su casa, para bajar sus cosas y ayudar a Sophia.

Sin embargo, al ver un auto estacionado en donde debería estar el de su madre, maldijo entre dientes, cosa que la chica noto.

— ¿Qué pasa?

— Mis abuelos — suspiró — están aquí.

— ¿Los papás de tu mamá?

— Si, mi padre debe de estar brincando de felicidad — Dijo el chico con sarcasmo.

Para nadie era secreto de que Alex y su suegro no se llevaban para nada bien. Pero bueno, ¿Quien le caía realmente bien a Iván León?

— Creo que exageras — El abuelo del chico no podía ser tan malo ¿o si?

El joven no pudo alcanzar a contestarle a su novia, ya que una fuerte voz lo interrumpió.

— Altair, ¿Qué acaso no piensas saludar a tu abuelo, muchacho? — le preguntó Iván, que había salido al escuchar el ajetreo afuera de la casa de su hija, encontrándose con su nieto.

— Emm, Lo siento abuelo ¿Como ha estado? — realmente él no tenía intención de saludarlo, más bien pretendía esconderse con su novia en la casa hasta que se fueran, pero una seña de su padre, que se veía bastante hastiado por cierto, le hizo cambiar de opinión.

A su lado, Sophia estaba bastante nerviosa ya que nunca había conocido al patriarca de los León, aunque al ver las caras de Altair y de su suegro podía darse una idea de porque.

Lastimosamente, Iván reparo en ella y la escaneo con la mirada, poniendo muy nerviosa a la chica. Alex carraspeo.

— Ehh, si lo siento, abuelo ella es mi novia Sophia, Pia el es mi abuelo, Iván León — dijo con un poco de nerviosismo Altair.

Ella buscó estrecharle la mano pero él seguía viéndola fijamente buscando algún detalle o falla... hasta que lo encontró.

— Pensé que tus padres te habían criado mejor — le dijo confundiendo al chico — Ahora has arruinado tu futuro por preñar a esta muchacha... aunque bueno no se puede hacer mucho dado el padre que tienes, de tal palo tal astilla — Sentenció — pobre de mi hija.

Cabe decir que Sophia estaba muy sorprendida y dolida por las palabras del anciano. Realmente le estaba arruinando su futuro a Altair.

Él al ver la cara de Sophia, se puso furioso porque aparte de meterse con su novia e hijo, se había metido con su padre. Quiso decir algo pero Alex se lo impidió.

— Por lo menos se está haciendo cargo y no abandono a su novia — le contestó Alex, causando la ira de Iván.

— Mira tu... que mi hija sea tu esposa no te da derecho a meterte en donde no llaman.

— Y usted tampoco tiene derecho a hablarles como lo hizo, y si le tiene un poco de amor a Juliette, hará el maldito favor de no comentar nada más.

El anciano se retiró totalmente ofuscado y hechando pestes en contra de su yerno.

— Papá, ¿Qué fue todo eso?

— Un viejo decrépito que no acepta sus verdades.

— Pero... ¿Él dejo sola a la abuela cuando iba a nacer mi mamá?

— Creo que es mejor que te preocupes por otras cosas — le indicó su padre señalando a Sophia.

Ella se encontraba sollozando en silencio e inmediatamente Altair se puso a su lado.

— ¡Pía! — exclamó totalmente alarmado — ¿Qué te pasa?

Negó repetidamente con la cabeza — Tu abuelo tiene razón.

El chico iba a replicar pero una suave voz lo interrumpió.

— Sophia te pido no tengas en cuenta las palabras de mi padre... digamos que solamente está decepcionado.

Juliette se acercó con paso decidido hacia su familia, todavía se notaba pálida pero ya no estaba tan aletargada.

— Altair es su nieto preferido aunque no lo parezca y tenía grandes expectativas puestas en él. Digamos que no le ha hecho en gracia que "según a su parecer" vayas a tirar todo por la borda.

— ¿Y no es así? — preguntó entre sollozos la chica.

— Sophia, muchas personas pueden decirte que tener un hijo a la edad de 19 años o 20 años ( en el caso de Altair) es un error, pero siempre se puede salir adelante, ambos cuentan con todo nuestro apoyo, no están solos, no dejes que unas simples palabras arruinen la bonita experiencia de tener una vida en tu interior.

Por alguna extraña razón, Juliette siempre encontraba las palabras correctas para hacer sentir bien a la chica. Ella suponía que era el toque maternal que parecía irradiar.

— ¿Por qué no dejamos que Alex y Altair lleven las cosas a su habitación mientras me acompañas por un té? — Le sonrió amistosamente.

Sophia, todavía con un rastro de lagrimas en los ojos, volteó a ver a su novio y ante un asentimiento acompañado por una tenue sonrisa, aceptó el ofrecimiento de su suegra.

Solo esperaba no volverse a encontrar con Ivan León o su esposa.

Somos tres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora