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Desde que entro en la estación de autobuses, no dejo de mirar a mi alrededor como estúpido esperando encontrarme a la amiga de Lía y a su novio, antes de que alguien sepa que no tengo mucha idea de como son. Lía me ha enseñado una foto suya antes de salir porque, aunque me ha dicho que me los presentó el día de su boda, no me acuerdo de ellos. Aquel día estuve demasiado centrado en la bebida como para ver a alguien más. Es lo que hago siempre que mis padres están cerca. Que mi padre está cerca.

Pocas veces nos hemos encontrado desde que me echó de casa y siempre ha sido en reuniones familiares donde no tenemos opción a elegir. En cualquier otra situación solemos evitarnos como la peste. Desde aquel día mi madre y yo intentamos vernos en varias ocasiones durante mis permisos, pero tiene tanto miedo a que mi padre la descubra que nuestros planes se quedaron en simples tentativas. Aunque sí hablamos por teléfono tan a menudo como nos es posible. Aunque me encantaría verla y hablar con ella en persona entiendo que es difícil para ella encontrarse en medio. Y también puedo entender porqué gana mi padre siempre, después de todo tiene que vivir con él.

En la boda, como en cada una de las ocasiones en que hemos coincidido, mi padre se dedicó a ignorarme y a fingir que yo no existía. Ahora ya no me afecta como al principio, puedo vivir con ello y hasta diría que lo prefiero así. Menos complicaciones. Pero ver las lágrimas contenidas en los ojos de mi madre cada vez que nuestras miradas se cruzan y saber que no puedo ir a hablar libremente con ella porque teme que luego mi padre se lo recrimine, es algo a lo que nunca podré acostumbrarme. Lo que daría por abrazarla y hablar con ella aunque mi padre se ponga hecho una fiera. Pero me contengo cada vez porque no quiero estropear el día a mi familia. Mucho menos la boda de Cailean.

No sé la de veces que se disculpó conmigo por haberlos invitado, pero en realidad no tenía por qué hacerlo. Son sus tíos, se merecen estar en su boda tanto como lo hago yo. Nuestros problemas personales no tienen por qué afectarles a ellos, aunque sé que lo hacen. Después de todo, somos como hermanos desde el día en que me quedé sin hogar. Incluso antes de eso, Cailean y yo siempre hemos tenido una conexión que no poseo con ninguno de mis otros primos. Así que, para que no se sintiese mal, me dediqué a beber y a ignorar a mi padre tanto como lo hizo él conmigo. Acabé con tremenda borrachera por la noche y una resaca igualmente demoledora a la mañana siguiente pero Cailean tuvo su boda perfecta, que es lo que me importaba.

-Eres el primo de Cailean, ¿verdad? – perdido en mis recuerdos, no la he visto llegar.

La observo detenidamente antes de contestar. Es alta y esbelta, con unas bonitas curvas. Lleva su cabello rubio atado en una cola alta y me mira con curiosidad, con unos ojos de un azul tan claro que casi parece gris. Viste ropa cómoda y aún así le sienta de maravilla. Ahora lamento no haberme fijado en ella en la boda. Al menos me habría alegrado la vista, ya que tiene novio y eso la vuelve intocable.

-El mismo que viste y calza - le digo tendiendo mi mano - Keenan Mackenzie, para servirte.

-Eso suena prometedor - su sonrisa me deslumbra y ese acento suyo, tan parecido al de Lía, me encanta - Lo tendré en cuenta para futuras ocasiones.

Juraría que acaba de coquetear conmigo, pero debo haberme equivocado porque una mujer con pareja no sería tan descarada. No teniendo al novio al lado. Busco a su acompañante por los alrededores sin dar con él. Podría pensar que está recogiendo las maletas si no fuese porque Helena tiene las suyas en la mano.

Nunca conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora