Nunca conmigo

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Helena

Cada día me cuesta más no llegar a casa totalmente agotada. Adoro a los niños, jamás me arrepentiré de haber cambiado de trabajo cuando tuve ocasión, pero son tan activos que se llevan todas mis energías. En ocasiones casi preferiría estar de regreso en el bar en el que estuve después del club y no enfrentándome a sus ruidosos juegos. Claro que ver sus sonrisas es infinitamente mejor que ver la de los borrachos que se me insinuaban casi cada día, así que no me quejo.

Lo primero que hago es tirar los zapatos de cualquier manera en la entrada de la casa, ya los guardaré en el zapatero más tarde, cuando me haya puesto cómoda. Me desabrocho el sujetador por debajo de mi camiseta de camino a mi habitación y lo lanzo a la cama nada más entrar. Que alivio cuando te sientes así de libre. Me pongo mi ropa de andar por casa y mis calcetines gruesos de lana, a pesar del calor que hace, y ya me siento mucho mejor.  

Busco algo de comer en la nevera. Hoy no me apetece ponerme a cocinar pero estoy muerta de hambre. Correr toda la mañana detrás de niños que apenas están descubriendo lo que es caminar aumenta el apetito, sin duda. 

-Pues que bien - me quejo. No hay nada apetecible que llevarse a la boca y mi ánimo se desinfla.

Cierro la nevera y descuelgo el teléfono para llamar a Lucas, mi pizzero favorito. En cuestión de minutos tendrá lista para mí la pizza más rica del mundo, con todos los ingredientes que más me gustan. Ni siquiera necesito decirle cuáles son porque me conoce a la perfección. Demasiados años ya pidiendo siempre lo mismo.

-Que usted la disfrute, señorita - me dice con una sonrisa cuando me entrega la pizza.

-Huele divina, Lucas. 

-Tú si que eres divina - ríe - ¿Tu hermano no está?

Óscar y él son buenos amigos, compañeros de gimnasio desde hace unos cuantos años. Tantos como llevo yo comprándole la pizza. Lucas es una de las pocas buenas influencias que ha tenido mi hermano en su vida y me alegro de que aunque no se vean tan a menudo ahora, sigan en contacto. Y es por eso que me extraña que no sepa que está de competiciones.

-Pasará 8 meses recorriendo Europa.

-Cierto - se golpea la frente -. Oye, ¿y te vas a comer tú sola esa pizza familiar?

-Si quieres quedarte... - no sería la primera vez, aunque normalmente suele estar Óscar por aquí.

-En otra ocasión será - niega -. Tengo todavía un par de repartos por hacer. Pero cualquier día de esta semana me paso por aquí y nos ponemos al día tú y yo que hace mucho que no hablamos.

-Eso está hecho - sonrío ampliamente.

Sé que lo hace para que no esté sola tanto tiempo y ese es un gesto muy tierno por su parte. De todas formas tiempo libre es precisamente lo que no tengo desde que volví de Escocia. Entre el trabajo, los estudios y el voluntariado en el hospital no paro.

-Te veo muy animada - me devuelve la sonrisa.

-¿No debería estarlo? - alzo una ceja.

-Por supuesto que sí - su sonrisa se amplía - ¿Significa eso que Raúl está superado?