EPILOGO (EDITADO)

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Germán salía del trabajo. Quería irse solo para pasar tempo con su familia. Primero tenía que pasar por Meredith.

Tal vez viajar ya que en tres días era cumpleaños de Lenay, y tenerle preparado una cena.

Se siente triste por que todo pasa muy rápido. Hace años tan solo era un hombre solo y sin nadie en su vida. Pero llega Lenay, se enamora, se casan y ahora ya tienen a Meredith. No importa cuantos años tenga Lenay, para el siempre será su bebé y el amor de su vida hasta la muerte.

Subió al auto y pronto el chofer estaba conduciendo con dirección a la escuela de su hermosa hija.

- ¡Papi!.- Meredith venía corriendo hacia el, com su mochila de ositos y un oso de peluche en sus manitas.

- Pequeña.- recibió a su hija abrazándola y tomándola en sus brazos. Beso su nariz y mejilla y se dirijo al auto e irse a la casa.

Padre e hija seguían hablando y riendo, hablando de su día y riendo ante las bromas de Meredith a su padre.

Cuando llegaron a la casa, bajaron del auto y entraron. La pequeña se había quedado dormida en sus brazos con su dedo pulgar en su boca.

Germán sonrío con ternura y camino hasta la habitación para acomodarla en la cama, se dirigió al armario y sacó un pantalón holgado una blusa de tirantes azul con un estampado de un gatito en medio.

Volvió con su hija, y le saco la ropa cuidando de no despertarla. Después de terminar de ponerle si pijama, beso su frente y después salió y fue hasta su propia habitación.

Y se extrañó al no ver a su esposa en su cama. Cerró la puerta con el ceño fruncido.

- ¿¡Cariño estás aquí!?.- exclamó con preocupación en su voz. Se adentró más a la habitación y vio que las sabanas eran fuera de lugar al igual que las almohadas estaban en el suelo.

Entonces, sus preguntas se aclararon cuando la puerta del baño de abrió despacio, dejando ver a su esposa en un mal estado; su cabello estaba desordenado, sus orejas abajo, sus mejillas sonrosadas, su ropa arrugada, sus hermosos ojos rojos e hinchados, su cola arrastrándose por el suelo, y tenía un puchero en sus labios. A pesar de la edad de su esposa, esta jamás dejaba de ser tierna y adorable.

- Hey...- se acercó a ella y la rodeó con sus fuertes brazos, dejando que se acurruque en su pecho y empezando a sollozar.

- Me duele mi estómago...- dijo entre hipidos. Y era verdad, los últimos tres días ha estado devolviendo todo lo que come. Tenía náuseas y le dolía la cabeza. Más que a parte de sentía muy cansada.

- Está bien... tranquila...- arrullo a Lenay pasando sus manos por la espalda de ella acariciandola para que así se relaje y se calme.- Ven, vamos a la cama...- llevó a Lenay a la cama y la dejo ahí, después de despojo de su ropa quedando solo en bóxers y después se acurrucó junto a Lenay abrazándola.

- Si sigues así, tendremos que ir al medio, bebé.- dijo Germán después de unos minutos de silencio. Lenay se tensó y dirigió su vista a Germán con un puchero.

- No, no quiero.- negó varias veces

- No te estoy preguntando. Vamos a ir si o si.- hablo demandante.

- No quiero.- se cruzó de brazos y frunció el ceño.

- no hagas eso. No me hagas castigarte pequeña.

- No soy una niña pequeña. No puedes castigarme.- gruñó

- Entonces, no hagas más berrinches y mañana temprano iremos al medico. Punto.- Lenay bufo y le dio la espalda a Germán. Germán no pudo evitar reír levemente a las actitudes de niña pequeña de su esposa, lo hacía ver tierna y... caliente.

My little girl Donde viven las historias. Descúbrelo ahora