Confesiones profundas.

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Estaba absorta en mis pensamientos, hablando sobre mi futuro y haciendome esas preguntas sin respuesta. Mi cabeza no daba más de sí, quería saber todo, y no sabía nada. Habían pasado muchas cosas, y me gustaba volver a sentir, a funcionar, o a hacer algo que no fuera llorar o quejarse sobre las injusticias del mundo. Me preguntaba por qué mi padre me odiaba, porque gritaba nada más entrar a la casa, o por qué tenía la necesidad de abrirme la piel en dos cada vez que quería olvidar los sentimientos de aquel instante. Las personas lloraban y yo quería saber por qué, por qué sufren y se se puede hacer algo para que dejen de sentirse mal. También me preguntaba si la forma de las nubes tal vez tuvieran un significado que desconozco, me agobiaba eso de ser tan ignorante, de desconocer básicamente todo lo que me rodea, no saber ni el principio ni el fin, tan sólo sabía el inútil nudo de la historia. Sabía que en eso se basaba mi angustia, y que no podía hacer nada para evitarlo. Me costaba ponerme en el lugar de otros, porque siempre he pensado que ellos sufren más que yo, porque yo puedo fingir y a ellos se les ve triste. Tal vez sea porque quieren que les veamos así, y es su forma de gritar y pedir ayuda, en vez de decirnos directamente que se sienten mal. Pero yo también me siento mal, y finjo, bueno, supongo que somos personas distintas. Sabía por experiencia que para que se sintieran bien tenían que encontrarse a ellos mismos y eso sólo lo podían conseguir ellos, y yo tenía que dejar de hacerme preguntas.

Pedazos de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora