Perdida en el mar.

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Tal vez sean mis ansias por desaparecer, pero sólo huelo a sal, y es lo que mi alma necesita para cicatrizar mis heridas. Quiero, deseo, perderme en el mar, tumbarme en el vacío de la nada, donde tú no estés, y yo tampoco, y así seamos la perfecta combinación de distancia. Y que la odiemos, que odiemos los metros que nos separan, tan sólo porque no los tenemos.

Estoy atrapada en este pozo donde van a parar tus recuerdos, y donde tus besos se repiten cada noche sin dejarme dormir, y casi ni respirar. Aquí no se ve la luz, y es que la luz eres tú, o eras. No eres mi luz, o si lo eres y no quiero que lo seas. Eres mis ataduras, o mi salvación, las cuerdas, las cadenas o el alivio. Es que todo se me resbala de las manos, y tal vez lo tendría que haber sostenido más fuerte. Hablo de mi pobre alma echa pedazos, pues mi cabeza está harta de unir sus piezas como tal puzle roto.

Seguimos en las mismas, yo deseando estar en el mar. Que cada ola que me pase me quite tal recuerdo doloroso que entrar en un remolino sea el alivio más grande que nadie otorgue a mi cuerpo. Que cada vez que trague agua sea como si se unieran mis piezas. El mar es el único lugar donde puedo guardar mi cuerpo, donde sería feliz, sin nada ni nadie.

Que pena que mi pelo flote, pues podría atarlo al fondo del mar, y así no moverme de allí nunca, para siempre y por fin algo en mi vida sería permanente. Lo siento, mentí, mis heridas son permanentes, pero no es ese tipo de permanencia el que busco, quiero que algo precioso se quede. Algo como la voz, que se quede dentro de ese maldito lugar al que llamamos mente, o las imágenes, tus besos, pero esos pasaron a provocarme heridas.

El mar no tiene ni principio ni fin, al contrario que nosotros, que si lo tenemos pero que obviamente lo desconocemos, estúpidos. Perderme en el mar sería una buena opción, pues podría divagar sin perderme porque no tendría rumbo, podría llorar sin que me diera cuenta porque todo está lleno de lágrimas y cuerpos intentando encontrar su brújula. No tendría a nadie a quien amar, ni nadie que me ame, ni heridas y cicatrices, el agua se lo llevaría todo.

Pero, en el pozo de desesperación en el que estoy no llega ni la más mínima gota de agua, y me estoy deshidratando.

Pedazos de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora