Capítulo 11

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Tenía que idear salir de esa casa, ya había sido suficientemente tonta y no podía fallar de nuevo. Esta vez tendría que planear algo que si diera resultado y tenía que ser rápido, puesto que si compartía la cama con él no se fiaba de si misma y de sus traidoras reacciones, las cuales no entendía, si pensaba racional y sensatamente se comportaba como una estúpida, su cuerpo la traicionaba, pero peor aún es que algo dentro de ella le reconocía a él y la empujaba con total descaro a lo que le hacía sentir, se sentía impotente.

Por lo pronto, se mostraría tranquila e indiferente durante la cena. No daría muestra alguna de querer salir de allí, mientras planeaba irse. ¿Pero como rayos podría salir de la casa? Tenía que utilizar algún medio de transporte, al menos hasta salir de la propiedad que era lo suficientemente grande y se tenía que utilizar un vehículo para atravesarla hasta la salida. Mas allá estaba un camino que seguramente llegaba a la carretera que iba hacia Florencia. No estaba lejos la ciudad, eso lo sabía, lo recordaba.

Viendo por la ventana de la inmensa cocina, se acordó del cobertizo que estaba en la parte trasera del jardín y que le había llamado la atención.

Pero no había llegado a explorarlo por que Máximo se había presentado y bueno, después se le había olvidado por completo.

La imagen de una bicicleta rosa apareció en su mente ¡Estaba en una pequeña bodega donde guardaban los vinos! Y no era un simple cobertizo recordó Allyson, ahí ella guardaba sus herramientas que utilizaba en las hortalizas, plantas y flores que había sembrado en una zona de la propiedad.

Recordó como a veces Máximo iba por ella, echándosela al hombro sin importarle que estuviera llena de barro y tierra por haber estado trabajando en su huerto y pudiera mancharle sus carisimos trajes o impecables zapatos hechos a mano. Ella reía encantada cuando eso sucedía a pesar que le reclamara el no dejarle permanecer más tiempo. Y él respondía que todo su tiempo libre quería que se lo dedicara a él y solo a él. Por mucho que quisiera reclamar, en instantes se olvidaba de ello. Pues Máximo empezaba a acariciarla y luego... vio su reflejo en el cristal de la ventana, los ojos otra vez húmedos por los recuerdos ¿Por qué no recordaba todo de una vez por todas? Pero ahora lo único que importaba era salir de allí. La bicicleta sería de ayuda. Obligó a su mente a apartar los buenos recuerdos del hombre que ahora parecía odiarla.


¿Una bicicleta para escapar? La idea por si sola no solo era desesperada, sino que también ridícula. En cuanto él se diera cuenta de su ausencia, la alcanzarían inmediatamente pues la velocidad de un auto es mucho mayor al de una bicicleta. Por ello tenía que tener mucha más ventaja y llegar a la carretera antes que le dieran alcance. Jamás nadie la había privado de su libertad y por supuesto no lo haría el hombre que tenía por esposo y que a pesar de todo lo que los separaba quería tenerla en su cama y no precisamente para dormir. ¡No estaban en la edad media! Aunque debía reconocer que el medio de transporte que usaría no sería nada convencional, una risa casi histérica empezó a subirle por la garganta. Antes de permitirse reír como loca descerebrada, avanzó con sigilo y salió de la cocina buscando a Máximo con la mirada, una puerta estaba ligeramente abierta y desde allí observó su poderosa y ancha espalda mientras seguía hablando por teléfono, al parecer completamente concentrado en su conversación. Por un instante un calor apremiante le recorrió el cuerpo recordando lo sucedido y lamentando no haber llegado a la culminación.

No cabía duda de que no estaba en sus cabales, debía aprovechar que estaba ocupado y no quedárselo mirando como una tonta.

Sin tiempo que perder salió de la casa por una puerta lateral que daba al jardín. Corrió al cobertizo y afortunadamente no tenía llave, entró y se quedó momentáneamente parada observando las herramientas que utilizaba, pero eso había sido otra vida, otra Allyson.

Amargo Recordar (Saga Amores Inolvidables 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora