dos, la buena suerte

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Si hablamos de mala suerte, yo tengo la peor de todas las malas suertes.

"Hija, sí, compré el regalo de José... y tus jeans, sí... oye... sí" hablaba por teléfono con mi hija Venus. "Que tengo mala suerte, conchesumare" pensé en voz alta aún con mi celular en mano mientras veía frente a mi.
"¿Qué? ¿Mamá?" me preguntó mi hija de vuelta, supongo que al escucharme.
Voy a ambientar. Estaba yo, con el teléfono en el oído, apenas afirmándome al estar de pie en el transporte público y con cinco bolsas de eran o de cachivaches o de ropa en oferta. Como estaba de pie, cuando el bus giro bruscamente en una esquina, choque con alguien que iba detrás de mi. Hasta ese entonces todo el trayecto me iba hablando por celular con mi hija, y al notar de que había chocado con alguien y que para peor había sido Júpiter, no pude evitar no pensar en voz alta. Corte la llamada y quise hacerme la loca, hacer como que no la había visto, pero fue muy tarde. Ella se dio cuenta de que era yo.
Lo peor de aquello, es que ella se veía preciosa como siempre y yo vestía un buzo y un poleron de distinto color el uno del otro y zapatillas para trotar, no me había maquillado y estaba sudando a pocos, porque a pesar de que estaba nublado el calor de Diciembre se sentía al medio día... y estaba cansada porque toda la mañana estuve haciendo las compras navideñas.

–¡Hola, Venus! –me saludó Júpiter y yo no sabía qué mierda hacer, me temblaban los piecitos y mis manos empezaron a sudar.– No te había visto –me volteé para verla mejor.– Juro no haberte visto...
– Júpiter, casi ni te reconozco –logré decir por sobre lo nerviosa que estaba.– ¿Qué te trae por aquí?
– Mi papá ya esta muy viejo y enfermizo, así que decidimos venir a vivir con él por un tiempo... como ya sabes ¿Mi hija les contó o no?
– Oh, si verdad... Christian me lo dijo –comenté y a mis adentros me dije: Estúpida yo.
– Sí, y ya me contó mi hija que se han venido a vivir acá ¿cómo les ha ido, les gustó el lugar? –me preguntó, moviendo sus labios y su cabeza de un lado a otro y sin darme cuenta me perdí en ella, en sus facciones y acciones que no habían cambiado en nada.–¿Y?
–¿Qué cosa?
–¿Que cómo les ha ido por acá?
– Oh, sí. Nos gusta mucho aquí. Siempre veníamos de vacaciones y ya estaba acordado que si Venus quedaba en la Universidad de aquí, nos mudaríamos. Como lo habíamos planeado, pasó. Y aquí estamos...
– Vaya, y que coincidencia ¿No? Mi hija y yo también nos mudamos aquí.
– A de ser el destino, nuestros bebés se quieren mucho –respondí, tratando de desviar mi atención al recorrido de la micro o caería hechizada una vez más en la belleza de Júpiter

Diez minutos después me bajé del bus y mi hija estaba en el paradero esperándome. Lo agradecí internamente, no me creía capaz de seguir cargando tantas bolsas ni un minuto más.
–Mami, me tenías preocupada –comentó mi hija en el camino a casa.
–¿ Y por qué?
–Me cortaste así no más y yo me asusté, pensé que te robaron el celular o algo.
– Ah, si en esta isla no pasa nada...
– No toda la gente que toma el bus es de la isla ¿Y si te topabas con un Santiaguino?

CONCHETUMARE | TelenovelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora