Encontrar a Regina

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«Entonces, ¿es verdad? ¿Y tú estás de acuerdo con todo esto?» gritó Emma en cuanto traspasó la puerta de la casa de sus padres

«Escucha Emma, no he tomado esta decisión a la ligera, pero la ciudad necesita su mano de obra» respondió Charming ante el enfado de su hija

«¡Al final te viene bien, finalmente vamos a poder interpretar a la buena familia, como Blanca y tú siempre habéis soñado!»

El Príncipe quiso replicar que ella tendría que estar feliz por no tener competencia en la custodia de Henry, pero Blanca lo hizo callar antes de que fuera más lejos.

«Buenos días, ¿por qué estáis todos gritando?» preguntó Henry aún medio dormido

«No es nada» respondió Emma mientras echaba los cereales de su hijo en un tazón.

No habían acabado su desayuno cuando tocaron a la puerta. El cartero extendió un sobre dirigido a la Salvadora. Sorprendida, lo rasgó antes de soltar, como picada por una serpiente de Agrabah, los documentos y dejarlos caer al suelo.

«¡Por Dios, Regina!»

«¿Quiere que me pase más tarde para que tenga tiempo de firmarlos?» preguntó el trabajador de correos algo incómodo

«No es para enseguida» respondió la joven aún bajo el asombro

Blanca recogió los documentos notariales, que a primera vista tenían que ver con la custodia de Henry y la herencia de la propiedad Mills.

«¿En serio, Regina? ¿Pero qué tienes en esa cabeza?» soltó la sheriff muchas horas más tarde en la comisaria.

Al comienzo de la sobremesa, sin poder aguantar más, Emma se dirigió a la tienda de Gold.

«Vaya, vaya, la Salvadora se dignaría a hacerme una visita»

Él ya le había propuesto su ayuda en la búsqueda, pero la sheriff le había prohibido usar magia, su precio era demasiado elevado y fuera de control. Sin embargo, por su cuenta, había intentado localizar a su rival, pero esta había tomado la delantera, volviéndose invisible, incluso para él.

«¿Tiene usted mapas más detallados de la zona de Storybrooke?»

«Podría ser, pero, ¿qué gano yo?»

Emma lo fusiló con la mirada. Felizmente Belle se entrometió y Gold acabó por darle lo que había pedido.

La Sheriff estudió atentamente las señales topográficas, y terminó por localizar un pequeño edificio, sin duda una antigua cabaña de pescador, en los límites de la frontera, que no figuraba en ningún otro mapa de su posesión.

«¿Podría ser que...?»

La Salvadora debía tener esperanza.

Sentada cómodamente en su tumbona a la orilla de pequeño lago, había escuchado el coche aparcar cerca de la cabaña. No se tomó la molestia de mirar tras ella, ya que reconocía sin ningún problema el paso veloz, determinado y seguro de la Salvadora. Cerró los ojos tras sus gafas de sol, esperando, no sin una pizca de placer, la batalla verbal que seguramente vendría.

La cabaña de pescador no era en realidad tal, definitivamente la Reina Malvada la había redecorado según sus criterios reales. Emma no se detuvo a admirar la renovación mágica, sino que emprendió el camino hacia el lago con rapidez. Después de veintisiete días de ausencia, finalmente la encontraba.

Ante la visión de Su Majestad relajándose a la luz del sol que se ponía, y del rictus que pudo vislumbrar en su rostro, el corazón de Emma, sinceramente aliviado, se encogió mucho más de lo que pudo admitir.

«¡Viene a saborear su victoria, Miss Swan!» lanzó ella con desenvoltura

Emma intentó, en vano, refrenar la rabia que se apoderó de ella.

«¿Cómo ha podido desaparecer de esta manera durante casi un mes y abandonar a Henry a su suerte? Pensé que había sido sincera con respecto a él, pero una vez más, le ha dado la razón al populacho. ¡Egoísta, sin escrúpulos y sedienta de poder, es y seguirá siendo la Reina Malvada! Y aquí una prueba más, firmado por su propia mano»

La sheriff le lanzó los documentos notariales a la cara. La Reina los recogió, constatando con angustia que no estaban firmados.

«Ya está, es su hijo, son sus padres lo que gobiernan, su glorioso destino se ha cumplido, así que, ¿de qué se queja, Miss Swan? Firme estos papeles y definitivamente habrá conseguido su triunfo sobre mí. Olvídeme, viva su perfecta vida, y déjeme finalmente tranquila»

Frente a esa rendición total, Emma no puedo estar más que estupefacta. ¿Qué podía estar tramando la Reina Malvada? No era, en absoluto, muy normal que Regina no solo le dejara la custodia exclusiva de su hijo, sino el usufructo de la propiedad Mills de la que se beneficiaría como tutora legal de Henry. Algo se le estaba escapando de toda esta historia.

Tras un largo momento de silencio, la Salvadora se sentó en la hierba a menos de un metro de la tumbona sobre la que estaba recostada Su Majestad. El silencio trajo con él un aparente bálsamo a sus corazones, intentando borrar sus hirientes palabras, aunque la atmosfera permaneció cargada.

Emma observó a una pareja de cisnes que nadaban hacia la pequeña isla del centro del lago. En ningún momento, estos se preocupaban de las otras aves que volaban a ras del agua a la luz de los últimos rayos solares. Su majestuoso plumaje, tan dorado, daba testimonio de su exclusiva elegancia, y Emma sintió cómo inmediatamente su cólera se apaciguaba ante ese mágico espectáculo.

Posó una vez más sus ojos sobre Regina que enjugó con un gesto rápido las lágrimas que habían terminado por deslizarse por sus mejillas.

«Lo siento»

Regina se dio la vuelta, casi sorprendida de encontrarla aún ahí. Cuando se quitó las gafas de sol, ya que el ambiente había oscurecido, habló con voz casi serena

«No se preocupe Miss Swan, de aquí a unos meses ya no aparecerá»

Emma buscó alguna huella de venganza en su mirada, pero no encontró nada, a no ser algo que no supo descifrar, pero que, de repente, la conmocionó totalmente. 

Salve ReginaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora