Regreso a Storybrooke

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Ya era casi medianoche cuando Regina consintió en acompañarla. Mantuvieron el silencio a borde del escarabajo amarillo cuyos amortiguadores estaban sufriendo la ruta sin asfaltar que bordeaba el bosque. La Reina lo había definido como «viejo amasijo de hierro totalmente indigno de su persona», pero finalmente había obedecido entrando y sentándose en él.

Treinta y cinco minutos más tarde, entraban en la calle Mifflin Street. Entraron en el hall de la mansión, dándose cuenta solo ahora de los destrozos que Regina había infligido a su casa. La Reina, de forma mecánica, levantó la mano derecha para remediarlo, pero Emma se la cogió antes de que recurriera a la magia.

«Viejas habitudes, Miss Swan»

«Vayamos a casa, no encontraremos trabajador antes de mañana por la mañana de todas maneras»

Al darse cuenta de que la sheriff le proponía pasar la noche bajo el techo de los Encantadores, la Reina se alteró una vez más.

«Espero que esté de broma, Miss Swan. Antes cogería una habitación en Granny's»

«Sé bien que está lejos de ser lo ideal, pero queramos o no, es todo lo que tenemos, Regina»

Emma había remarcado su nombre adrede para señalarle que no se volvería atrás en su decisión, ni en su acercamiento que ya habían experimentado en Neverland, pero que se había detenido en cuanto regresaron a Storybrooke.

«Bien, pero solo por esta noche, y no es negociable, Miss Swan»

La sheriff no pudo evitar sonreír. En general, tenía pavor que en todo momento le dijeran «Miss Swan» pero viniendo de la alcaldesa era diferente. ¿Cuándo ese nombre se había vuelto menos hiriente, se había vuelto casi-no totalmente-respetuoso?

Sin duda cuando la había salvado del incendió de la alcaldía, y después, sin duda, tras haber evitado que Whale y sus seguidores la atacaran cuando la maldición fue rota.

Mientras subían las escaleras que daban al apartamento, Emma se dio cuenta de que, a su manera, Regina sentía cierta admiración por esa Salvadora que ella misma dudaba aún ser. .

Al día siguiente por la mañana, el Príncipe se encontró con su nieto en la cocina

«¿Qué comes, chico?»

«Mmmm...la tarde de mamá...» respondió él con la boca llena

«Pensaba que ella solo sabía preparar congelados y pasta»

Henry se echó a reír del mal entendido de David, a quien aún le costó varios minutos en comprender.

Emma había dejado un mensaje la noche anterior, avisando para que no la esperaran, pero no estaba seguros de que si habían logrado localizar a la otra madre de Henry.

Blanca se unió a ellos con Neal en los brazos. David, como caballero, retiró la silla, le llevó el jugo de frutas y le pasó una tostada con mermelada de cereza.

Una Salvadora toda doblada por haber dormido en el sofá, ya que había dejado que la Reina disfrutara de su cama, apareció en el umbral de la cocina. Medio dormida, los cabellos desgreñados, caminó vacilante hasta la cafetera, sirviéndose el negro líquido bajo las miradas divertidas de su familia.

«¿Cómo está ella?» preguntó al cabo de un momento su madre

«Mmm...no muy bien...» terminó por responder Emma, no sabiendo muy bien hasta dónde estaba lista Regina a contar.

Observó a la maestra de la que se había convertido en compañera de piso entre sorbo y sorbo. Le parecía tan extraño que la joven no solo fuera su madre, sino también una Reina. Como en el ajedrez, dos soberanas para un solo reino: Reina Blanca versus Reina Negra, destinadas a enfrentarse indefinidamente.

Sin embargo, la muerte de Cora y la victoria sobre la bruja del Oeste habían distribuido las cartas de sus destinos de manera tan improbable, que la Salvadora no pudo evitar sentir por ello cierta fascinación.

Había algo mágico en formar parte de ese mundo de cuentos, aunque no todo tuviera que ver con las hadas o terminara obligatoriamente con el Final Feliz.

«Escuchad, sé que vosotros y Regina tenéis un pasado bastante complicado»

«Es lo menos que se puede decir» subrayó David

«Pero no siempre fue así, al menos no estos últimos meses»

«¿A dónde quieres ir a parar, Emma?»

«No puedo deciros más por el momento, solo que Regina va a necesitar a su familia-a toda su familia- durante las semanas, incluso meses, que vendrán. Así que Henry y yo nos vamos a instalar durante un tiempo en Mifflin Street»

Blanca quiso protestar, pero su hija se lo impidió

«Por favor, mamá, déjame que me redima con ella, es importante»


Salve ReginaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora