Trabajos «sanitarios»

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Tras haber dejado a Henry en el colegio, Emma y Regina se dirigieron a la mansión para evaluar la dimensión de los destrozos.

«Un pequeño golpe de magia y como nueva» se impacientó la alcaldesa mientras Emma estaba ocupada barriendo los restos que estaban en el suelo para ver más claro.

«Será la ocasión para darle algo de trabajo a tu gente, Regina. Últimamente, la coyuntura del pueblo está bastante mal, y como no hay ningún modo de volver al Bosque Encantado, conviene relanzar la economía. No voy yo a enseñarle eso a usted, Señora Alcaldesa»

«Efectivamente, Miss Swan» replicó Regina mientras cogía su teléfono

En menos de una hora, Leroy, acompañado de sus acólitos, hizo una notable entrada en la calle Mifflin, seguido de David, al volante de su camión donde transportaba el material de albañilería, así como a algunas de las monjas, ya que Nova se impuso como decoradora de interiores. El choque fue inmediato, ya que sus gustos desentonaban tanto con los de Regina que Emma tuvo que impedir que la Reina Malvada tirara abajo la nueva pared recién terminada.

La renovación iba a tardar una semana según la estimación hecha por los enanos. Los trabajos comenzaban por la mañana temprano y se prolongaban a veces hasta bastante tarde. A pesar de su malestar regular hacia el pueblo que se había entrometido de esa manera en su esfera privada, Regina se esforzó por poner buena pose ante los habitantes, que en vista de los recientes acontecimientos con el regreso de Marianne, temían una nueva venganza.

Los agradables días de otoño habían permitido a la rubia poner algunas mesas en el jardín y la Señora Alcaldesa se había sumergido en los fogones.

El primer día, solo unos cuantos obreros habían aceptado quedarse a cenar, los otros habían regresado a comer a la ciudad, juzgando la comida de Granny's más segura.

Solo cuando Emma le pidió a su madre que diera ejemplo, los habitantes de Storybrooke descubrieron, finalmente, el escondido talento culinario de Regina.

Sin embargo, cuando todo el mundo volvía a sus casas, la fatiga acumulada se transformaba en dolores, cada tarde más agudos. Pero, la Reina se negaba a hablar a la nueva inquilina que se había apoderado de su habitación de invitados.

La sheriff no era tonta, se daba perfecta cuenta de que Regina se retiraba cada día antes, dejándola vigilar los horarios de Henry, que debido a su pasión por la literatura, leía hasta tarde y le costaba después levantarse por las mañanas.

Emma prefirió esperar la finalización de las obras para hablar con Regina sobre ese hecho. Pues a pesar de la paz tácita que las dos mujeres habían logrado establecer al borde del lago, Regina había sido muy clara en lo referente a que no quería sufrir los pesados tratamientos ofrecidos por el doctor Whale.

Hacerla entrar en razón sería extremadamente difícil, pues implicaría que aceptara estar en estado de debilidad y de dependencia, cosa totalmente imposible para la que una vez fue la Reina Malvada.

Tres días después de la finalización de las obras, Emma encontró finalmente el valor para hablar con su Némesis.

«¿Ha visto lo que esos productos causan en el cuerpo, Miss Swan? Sin olvidar la cirugía que, seguramente, vendría asociada. ¿Por qué arruinar el tiempo que me queda por una hipotética supervivencia?»

«Henry necesita a su madre, esta ciudad la necesita, si no es usted, nadie sabe cómo mantenerla a flote»

«Usted estará para Henry, al igual que sus padres. Supieron sacar adelante un Reino mucho más grande que esta ciudad, sabrán dar la cara llegado el momento. A ver, mi magia me va a permitir aún aguantar dos o tres años, después Henry dejará Storybrooke para ir a estudiar a la Universidad que elija y mi presencia ya no será requerida»

«Sabes perfectamente que es mentira, y sé muy bien, créeme, que, da igual la edad o la distancia siempre se necesita a una madre. Yo esperé, busqué, después maldecí a mis padres durante años y sin embargo si hoy los perdiera, me arrancarían una parte de mi corazón, da igual que lograra sobrevivir veintiocho años sin su presencia. Incluso adulto, Henry siempre te necesitará, Regina»

En su interior, la alcaldesa sabía que Emma tenía razón, aunque sea muy duro para ella realmente comprenderlo, habiendo vivido la parte feliz de ser madre. Emma había, quizás, crecido sin su madre al lado, y por su culpa, no dejaba de recordarle su consciencia. Aún ausente de la educación de Emma, Blanca siempre será mejor madre que Cora que, a pesar de su presencia, nunca supo ejercer ese papel.

Regina no puedo apagar completamente ese chispa de celos que se había insinuado en su alma pensando en su enemiga, pero el sentimiento de tristeza ante el pensamiento de causarle esa misma ausencia a su hijo la conmovió.

«Por favor, Regina, acepta el tratamiento. Lucha por sobrevivir, lucha por ti misma, lucha por Henry, lucha por mí» no pudo refrenarse la Salvadora «y quién sabe, quizás encuentres...»

«Stop, ¡ni una palabra más!» la cortó Regina «De acuerdo, pero si desfallezco, usted tendría que aceptar sus responsabilidades, Miss Swan»

«Tomo nota, pero a cambio, quiero que uses mi nombre. ¿Te parece un trato justo?»

«Digamos que puedo planteármelo, Miss...» sonrió «Emma»


Salve ReginaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora