Hablar con Henry

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Al día siguiente, Emma acompañó a Regina al hospital. Para cualquiera que ha vivido en este mundo, lejos del Bosque Encantado, el término «cáncer» ha sido escuchado millones de veces. Sin embargo, la sheriff ignoraba prácticamente todo lo que las esperaba a partir de ahora.

El doctor Whale les presentó el protocolo de cuidados que había meticulosamente elaborado a partir de los consejos que había recogido. Intentó ser lo más preciso posible, pero sin usar demasiada jerga médica, ateniéndose solo a lo absolutamente necesario.

Sentada a su izquierda, Regina parecía ida, como si el discurso de Whale la dejara totalmente indiferente, como si estuviera hablando de otra persona.

Recordaba aquellos tiempos en que solo era la nieta de un molinero, disfrutando del aire libre, cabalgando por los campos a lomos de Rocinante en compañía de Daniel.

Habrían formado una familia y habrán envejecido juntos. A estas alturas, ella sería una abuela consentidora de un montón de niños, pero en lugar de eso, se encontraba en esa lúgubre consulta. La Reina Malvada apretó los puños, invadida una vez más por la cólera, pensando que sin la traición de blanca, esto jamás hubiera ocurrido.

El pequeño hilillo de sangre que se deslizó de repente por sus manos, heridas por sus propias uñas clavándose en su piel, no pasó desapercibido a la Salvadora. Esta le impidió que siguiera haciéndose daño agarrando su mano derecha con la suya, y acariciándosela con el pulgar.

Regina escrutó el dulce rostro de la rubia, de nuevo concentrada en las explicaciones de Whale, y un extraño sentimiento de ternura poco a poco fue reemplazando su indignación.

Emma integró como pudo la terminología ligada a los tratamientos, como Quimioterapia, Hormonoterapia, Radioterapia, Mastectomía con su eventual cirugía reconstructiva, así como los efectos secundarios que obligatoriamente las acompañaría.

Whale examinó una vez más la herida en el pecho de la alcaldesa, mientras la sheriff, incomoda de repente, desviaba la mirada. El médico temía que el margen de seguridad que había tomado durante la ablación tumoral hubiera sido insuficiente y que nuevas metástasis fueran a aparecer no solo en las glándulas mamarias, sino en otras partes del cuerpo.

Teniendo en cuenta los tratamientos que debían seguir, le puso una cámara implantable bajo la piel, para poder acceder a la vena subclavia por medio de un catéter. Inyectar productos tóxico en las pequeñas venas, como las del brazo, no era recomendable. La repetición de las inyecciones sería demasiado dolorosa, sin olvidar que el riesgo de extravasación hacia los tejidos de los alrededores podría acarrear grandes heridas, incluso graves infecciones. El implante subcutáneo permitiría un acceso constante al sistema sanguíneo con mínimas molestias.

«No podré hacerlo, Emma, por favor, no me obligues» le suplicó Regina al salir del centro hospitalario de Storybrooke.

Las palabras alopecia, aplasia y astenia, sin olvidar las recetas de antieméticos la habían completamente abatido.

«No soy lo bastante fuerte» se lamentó entrando en el coche.

La Salvadora, tan afectada como su mejor enemiga, intentó tranquilizarla lo mejor que pudo, mientras que sentada tras el volante de su Mercedes, la ex Reina Malvada comenzó a sollozar.

Una vez aparcada frente a la mansión, Regina se derrumbó en los brazos de Emma que la acunó como a un niño.

«Habrá que hablar con Henry» acabó por decir la alcaldesa, enjugándose los ojos enrojecidos con la mano

A petición de la alcaldesa, Emma se había ido a buscar a su hijo al colegio. Mientras estaba esperando que tocara el timbre indicando el fin de las clases, alguien la agarró por la cintura susurrándole palabras al oído.

«Entonces, amor, ¿lista para nuestra salida romántica de esta noche?»

Emma se dio la vuelta y miró al pirata que se suponía era su Final Feliz. Se dieron un furtivo beso, antes de que la sheriff intentara encontrar las palabras para cancelar su cita.

«Escucha, Killian, esta noche no va a ser posible. Regina y yo tenemos que hablar de algo muy importante con Henry. Lo siento, otra vez quizás»

La pasividad con la que Emma le había respondido puso los nervios del capitán a prueba. En realidad, la joven no solo lo había ignorado esos últimos días, sino que lo había olvidado por completo, como si su supuesto lazo no tuviera ninguna importancia, cuando se trataba de Regina.

«En serio, Emma, hace días que planifico esta velada, no puedes dejarme así como así»

«Escucha, Hook, comprendo que estés frustrado, pero debes comprender que Henry siempre estará en primer lugar en mi vida, sea lo que sea que haya entre nosotros»

«¿Henry o Regina? ¿Quieres hacerme creer que en diez días que llevas viviendo bajo el mismo techo que esa bruja, no habéis hablado con vuestro hijo? Esta noche o mañana, ¿qué cambia?»

El timbre sonó y la llegada de Henry saltándole al cuello sacó a la sheriff de esa mala situación. Le dio la espalda rápidamente a Hook, caminando hacia su coche con Henry.

«Te prevengo Emma, si continúas así, esto va a acabar mal» la amenazó más por despecho que otra cosa.

Regina se había ocupado de la comida, cocinar la ayudaba a olvidar la enfermedad y la conversación que tendrían.

Henry notó, rápidamente, que algo no era normal, pues ordinariamente la comida en familia era de todo menos silenciosa.

«¿De qué se trata? Sea lo que sea, quiero estar dentro»

«¿Qué te hace creer que pasa algo?» preguntó tímidamente Regina

«¿Estás de broma, mamá? Desapareces, después Ma insiste en venir a vivir aquí. En fin, ¿desde cuándo tenemos una comida en familia sin que las dos discutáis?»

«No es tonto, el chico» sonrió orgullosamente la sheriff despeinando los cabellos de su hijo

«Vayamos al salón, estaremos más cómodos»

Ya sentados en el sofá, con su hijo entre ellas, Regina le suplicó a Emma con la mirada, totalmente incapaz de tomar ella la palabra. La sheriff tomó valor para no derrumbarse ella, ya que el malestar que sentía ante la angustia de la alcaldesa era intensa también.

«Chico, lo que tengo que decirte no es fácil. Es una mala noticia que concierne a tu mamá, y va a exigir mucha paciencia, coraje y amor por parte de todos nosotros»

«De acuerdo, podéis contar conmigo» respondió Henry con fuerza, aunque se voz dejaba ver cierto temor

«Cariño, estoy enferma, un cáncer» dijo Regina, antes de dejar correr libre sus lágrimas.

Henry tomó a su madre en sus brazos para consolarla lo mejor que podía, antes de incluir a Emma en ese abrazo.




Salve ReginaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora