No= Sí

1.7K 167 7
                                    


Regina se había refugiado en su despacho donde intentaba, en vano concentrarse en los informes financieros de los últimos trabajos de restauración que tuvo que llevar a cabo a causa de los destrozos ocasionados por su medio hermana.

Al cabo de diez minutos, la Reina Malvada dio un fuerte puñetazo a la pila de documentos, de la que cientos de hojas se diseminaron por el suelo. Su frustración aún no se había ido, se levantó para darle patadas a los papeles tirados por el suelo, agujerando más de una hoja con sus eternos tacones, mientras que pinchazos en sus manos le indicaban que las bolas de fuego no estaban lejos.

Al pensar en el empeño de su pueblo y sobre todo de Emma para restaurar su casa tras su último ataque, se dejó caer en el sillón, antes de coger la botella de whisky que no había tocado desde que la Salvadora se había mudado ahí.

¿Qué importaba si era totalmente desaconsejado con su medicación? La Alcaldesa se sirvió un primer vaso, después un segundo.

«¡Por Dios! Pero, ¿qué se le pasó por la mente?» escupió «Si yo no hubiera girado la cabeza en el último momento...»

Regina estaba convencida de haber hecho lo conveniente, entonces, ¿por qué lamentaba de repente una salida hipotéticamente diferente?

«Soy la Reina Malvada de la historia, no tengo sino lo que me merezco...Además, atentaría contra todas las reglas que rigen los cuentos de hadas...» intentó convencerse en voz alta antes de tragarse el líquido dorado.

«Es la madre biológica de Henry...aunque eso estaría a favor de esta locura...» argumentó con ella misma

«Quizás, pero es la hija de Blanca, lo que me convierte a mí en su...» no, mejor vale dejar esto aparte, aunque ver a su hijastra convertirse en su suegra aparecía, de repente, como una revancha más que placentera.

«Pero eso no sucederá, aunque...no debe, nunca...»

La mirada almendrada se hundió en el fondo del tercer vaso, buscando visualizar allí su pasado-a falta de tener futuro- como en una bola de cristal.

La llegada de Emma a Storybrooke había reavivado sus miedos más escondidos, sembrando la confusión en el pequeño pueblo que había estado tranquilo durante veintiocho años, amenazándola constantemente con separarla de su hijo. Sin embargo, la Salvadora, tras un sueño de una generación que había dormido su sufrimiento, dejándola como muerta a la cabeza de un reino sin desafíos ni verdaderos súbditos, la había despertado a una nueva vida, arrancándole la etiqueta de malvada, o casi, trayendo con ella una cotidianidad tranquilizadora y azarosa.

Súbitamente, decenas de momentos felices le vinieron a la memoria, y en cada uno de ellos, sin excepción, Emma estaba a su lado. Incuso en el asunto de la presunta muerte del doctor Hopper, a pesar de todos los horrores que le había podido decir tras haber sido arrestada, la sheriff había continuado buscando la verdad. La había salvado del espectro, la había acompañado a Neverland, protegido de los tejemanejes de Gold, de su madre y de Zelena. En realidad, cada vez que algo significativo había aparecido en su vida, Emma había estado ahí, como una constante necesaria para el correcto funcionamiento de su universo.

Bruscamente, el vaso aún medio lleno explotó en miles de trozos contra la pared que tenía delante. Regina acababa de darse cuenta de lo que Emma representaba realmente para ella, pero también que era demasiado tarde, y que sería mejor no decir nada, pues se debe proteger a los que se ama, y aceptar esto sería fuente de un mayor sufrimiento para la bella rubia que se había anidado en esa parte de su corazón que ella pensaba ya no tener.

«Me estoy muriendo» pronunció invadiéndola una tristeza mucho mayor que la que la invadió a la muerte de Daniel.

Hacía algunas semanas ella encaraba la muerte casi como una amiga, la que podría finalmente aliviarla, pero hoy es la que le va a quitar todo. Sentada, con la cabeza hundida en sus manos, los sollozos se ampararon de todo su ser.

«No es más que una idiota, Miss Swan, al igual que sus dos idiotas de padres, ¿qué otra cosa podría esperar?»

Las palabras de la Reina Malvada la alcanzaron en plena cara cuando ella solo había querido charlar de lo que había pasado o casi pasado entre ellas. Al notar que no debía apurar a la alcaldesa, la había dejado acabar su comida, después se había dado prisa en recoger la mesa y lavar los platos. A continuación, algo había empujado a Emma a decirle a Regina que había roto con Hook de mutuo acuerdo. La sheriff pensaba, de verdad, que eso le agradaría, y ¿ahí estaba a lo que tenía derecho?

«¡Maldita sea! De verdad, ¿cómo he podido pensar semejante cosa? No soy más que una idiota, ella tiene toda la razón» vociferaba Emma tras el volante de su escarabajo que circulaba sin destino preciso por las calles de Storybrooke.

«Pensaba que éramos amigas, a falta de otra cosa, pero no, ¡Madame no necesita nada ni a nadie! Quizás mi presencia en la casa-que yo le he impuesto-le molesta mucho»

Sin embargo, el recuerdo de las charlas durante las sesiones de quimioterapia, los momentos compartidos alrededor de un copa de sidra cada noche, y la noche en que pudo tranquilizarla estrechándola en sus brazos contradecían todo eso.

«Definitivamente Regina Mills, ¿por qué siempre tienes que complicarlo todo?» se enervó la rubia, incapaz de resolver esa paradoja omnipresente en todo lo que hacía o decía la alcaldesa.

«No es posible, algo se me está escapando» reflexionó mientras una sirena se escuchó tras ella

«¡Solo me faltaba esto!»

Emma se detuvo en el bordillo de la acera, mientras su padre salía del coche de policía para ir a su encuentro.

«Entonces, ¿es así como mi hija, alias la sheriff de Storybrooke, ocupa sus fines de semana libres?» la interrogó David más preocupado que enfadado.

«Lo siento, papá, no me daba cuenta a cuánto iba»

«La velocidad es una cosa, pero saltarte el semáforo en rojo en el centro de la ciudad es otra, cariño»

«¿De verdad me vas a multar?» preguntó incapaz de recordar ningún semáforo, cuando sabía, evidentemente, que había uno en el cruce.

«¿Qué te está preocupando, hija?»

«Regina» se sorprendió respondiendo «Pensaba que la comprendía, al menos un poco, pero por lo que se ve, no. ¿Son todas las mujeres tan complicadas?» le preguntó ella

«Oh, vaya que sí» rio él antes de seguir hablando «Es sobre todo porque se inquietan sin cesar, por todo y por todo el mundo, cuestionándose sin descanso lo que podría pasar en la confrontación de las diferentes cosas que hacen en sus vidas. Tu madre, por ejemplo, rechazo mi oferta de matrimonio ocho veces»

«Pero, sois el amor verdadero el uno del otro, no comprendo»

«Cierto, pero se había puesto precio a su cabeza en los cinco reinos, y ella no quería que la amenaza de Regina me afectara también»

«¿Quieres decir que se negaba porque te amaba?»

David movió la cabeza para confirmarlo, y el corazón de Emma dio un brinco en su pecho, que comprendió más rápidamente que su cabeza, demasiado ocupada a poner las cosas en orden, y una sonrisa se apoderó de sus labios.

«Lo siento, papá, pero tengo que volver a casa inmediatamente»

Ella abrazó a su padre, sorprendido, antes de colocarse bien tras el volante y encender otra vez el motor.

«Tu madre estará muy feliz de verte»

«Por supuesto, dile que la llamaré para marcar una tarde de la semana que viene»

¿Desde cuándo la mansión se había convertido en casa para Emma? David, totalmente perdido, volvió a su vehículo también. Definitivamente, convertirse en padre de una chica de treinta años era completamente desconcertante.


Salve ReginaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora