La primera de una larga serie

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Era el día de la primera sesión de quimioterapia para Regina. Emma se había levantado temprano, para preparar la pre-medicación y exprimirles algunos cítricos para el aporte de vitamina C, tal y como le había explicado el doctor Whale.

Mientras, Regina emergía dificultosamente de su cama, debido a sus articulaciones cada vez más tensas por la fatiga física y nerviosa provocada por la enfermedad. Se prodigó un corto calentamiento físico, para desentumecer sus manos y pies antes de disfrutar de una ducha bien caliente.

Le habían aconsejado que se visitera abrigada, pues los productos inyectados le darían sensación de frío y escalofríos. Ella que amaba tantos sus trajes de falda y chaqueta y sus zapatos de tacón, tuvo que rendirse a ponerse un pantalón de pana y mocasines, así como un suéter polar que la sheriff había tenido la gentileza de prestarle.

Con el cloruro de magnesio y el juego de limón tragados, no sin una mueca, y habiendo dejado a Henry en la escuela, se dirigieron al hospital.

La víspera, el doctor Whale le había sacado sangre para asegurarse de que su cuerpo estaba en estado de soportar los tratamientos que vendrían.

Se sentaron en la sala de espera señalada para los tratamientos ambulatorios.

«Es increíble que nos hagan esperar tanto tiempo, soy la alcaldesa después de todo» soltó la morena apenas diez minutos después de haber llegado.

«Hacen su trabajo lo mejor que pueden, Regina. Mientras, bebe»

Emma le pasó una taza de infusión por tercera vez desde que se había despertado.

«¿Quiere que mi vejiga acabe por explorar, Miss Swan?»

«Es para favorecer la eliminación de las toxinas que van a inyectarte, cuanto más bebas, mejor será. Y por piedad, deja tus falsos aires de Reina Malvada y llámame Miss Charming, ya que insistes con el miss»

«¿Perdón? Realmente no está en sus cabales, sheriff, espero que lo sepa»

Emma se echó a reír bajito, era muy divertido ver a Regina perder los nervios cada vez que le recordaba sus origines genéticos y familiares.

Algunos minutos más tarde, fueron acogidas por la enfermera Ratched, la mujer a quien la Reina Malvada había confiado hace tiempo la vigilancia de Belle en el sector psiquiátrico.

«Bien, la suerte está echada»

«No te preocupes, me quedaré a tu lado»

Emma le cogió la mano y contra todo pronóstico, Regina se la apretó antes de seguir los pasos de la enfermera que las condujo hacia la habitación que sería la suya durante las dos o tres horas siguientes.

La enfermera contestó a su paciente sobre los dolores y otras preocupaciones antes de proceder rápidamente a un control de rutina: tensión, temperatura y orina.

Los resultados fueron inmediatamente transmitidos a Whale por teléfono, y este dio su visto bueno a la quimio.

Ratched retiró el parche de lidocaina antes de conectar la perfusión a su cámara implantable. La enfermera nombró los productos que iba a inyectarle en esa primera sesión, pero ni Emma, ni Regina estaban atentas, sus pensamientos estaban focalizados en sus manos entrelazadas.

«¿Todo bien?» acabó por preguntar Emma

«Sí, pero solo ha pasado media hora y ya me aburro»

Emma abrió el bolso que había llevado y sacó de él diversos objetos a la manera de Mary Poppins.

«Veamos, he cogido tu libro de la mesilla de noche, algunas revistas de moda y economía, he cargado algunos juegos en mi Tablet, he traído una baraja y un ajedrez para que te midas conmigo si no estás demasiado cansada, así como un MP3 donde te metido una lista de canciones teniendo en cuenta los discos que he encontrado en tu salón»

«¿Con qué derecho ha tocado mi colección de vinilos?» la interrumpió la morena en cólera.

La sheriff no respondió, demasiado consciente de que podría lamentar las palabras que diría, así que se levantó para dirigirse a la salida.

«¡No, por favor, Emma, no te vayas! Lo siento, solo es que no estoy acostumbrada»

«¿Acostumbrada a qué?» preguntó la rubia, con la mano aún en el pomo de la puerta

«A que alguien quiera de verdad cuidarme. Es algo que no sucede desde...» se puso a pensar, antes de volver a hablar «...desde hace muchos decenios»

«¿Daniel?» preguntó Emma dándose la vuelta «¿Lo echas de menos?»

«Sí, aunque hay días que lo olvido. Cuando Whale lo devolvió a la vida, me dijo que quería que yo me reconstruyera, para que encontrara la felicidad, pero ya era demasiado tarde para mí»

«No digas eso, Regina»

«Los malvados no tiene nunca un Final Feliz, Robin es la prueba de ello. ¿Te imaginas al defensor de los pobres y desfavorecidos, al justiciero de Sherwood acaramelado con la Reina Malvada?» ella rio «Nos hicimos ilusiones, cuando de antemano estaba todo perdido, solo Marianne es perfecta para alguien como él, y las cosas están bien así»

Tal resignación por parte de la fuerte mujer que ella había admirado desde que la hubo conocido rompió algo en Emma e inmersa en sus emociones, se acercó a Regina, para estrecharla en sus brazos.

«Tendrás tu Final Feliz, Regina, palabra de Emma Swan. Si realmente soy la Salvadora, entonces no descansaré hasta que lo consigas»

Y ahí, en esa antecámara de la muerte, por primera vez desde la desaparición de Daniel, Regina creyó plenamente, con todo su corazón, con toda su alma y todas sus fuerzas, que era posible.

Dos horas más tarde, salieron del hospital para dirigirse a Granny's a comer algo antes de que la alcaldesa se fuera a su casa para una larga siesta y la sheriff a la comisaria para adelantar como mínimo el papeleo, dejando el terreno a su padre y a Ruby en caso de necesidad.

Durante los días siguientes, alternaron entre quimioterapia y radioterapia, para optimizar el máximo las posibilidades de curación sin tener que recurrir a una nueva intervención quirúrgica.



Salve ReginaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora