❝ Culpable ❞

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INTRODUCCIÓN.

Con rabia, la joven agarró un plato de la mesa y lo lanzó brutalmente al suelo. Ella no podía evitar emitir lastimeros gemidos y sollozos. Todo esto era mucho por tragar. ¿Desde cuándo le veían la cara de estúpida? ¿Siempre había sido así? ¿Ni Jungkook, ni YuHire la querían en serio? Tiró el hermoso cisne de cristal que se hallaba en medio de la mesa, junto a los vasos y demás que reposaban en la mesa. Quería matarlos a ambos y Jungkook se había quedado tieso, mientras su ceño se desfiguraba por las lágrimas.

No había logrado acercarse, y verla de esta manera lo asesinaba. Jamás había recibido una mirada tan hostil de parte de su novia, ni la había visto enloquecer de esta forma.
¿Cómo había podido traicionar la confianza de una mujer? De su mujer.

—Por favor, Nana, basta —la voz ronca y pesada le había atravesado la garganta. Sus manos estaban húmedas, y sentía que su desnudez lo vulneraba.

Trató de rodear la mesa con intención de abrazarla y sin importarle si los vidrios rasgaban la piel de sus pies, se acercó, pero Nanamo reaccionó rápido y giró al mismo tiempo.

—Ten la suficiente dignidad como para no tocarme, Jeon.

Cada palabra pisoteaba su corazón. ¿Qué debía hacer, qué debía hacer? ¿Arrodillarse? ¿Besar sus pies? ¿Lamer el suelo que pisaba? Haría lo que sea para tenerla de nuevo.

—Deja de alejarte, Nana —la voz le picaba, se estaba estresando, y sus entrañas dolían. Al ver que ella no cooperaba, arañó la piel de sus palmas—. Nana, por favor, te lo suplico —la voz se le había vuelto chillona al final. Giraron tanto, que NaNamo quedó con la salida a sus espaldas.

Un movimiento más, y ella saldría corriendo de su apartamento. El pulso se le aceleró. Veía las intenciones reflejadas en sus ojos. Quería irse. Estaba por dejarlo. Jeon perdió cordura alguna, y la garganta le empezó a quemar dolorosamente.

—Te vas a acordar de mí por siempre, malnacido —ella amenazó y no dudó de esa advertencia.

—Mi amor, mi vida, si me... te juro que si me dejas voy a morir, Nanamo. No puedo vivir sin ti. No me hagas esto, por favor, Nanamo, por favor —las palabras la aturdían, por lo que él aprovechó y se acercó de a poco. Tan lentamente, como si temiera espantarla—. Haría lo que sea por ti, lo que sea que me pidieras. Te amo, lo sabes, ¿cierto?

Vio como los ojos de Nana se descontrolaron, y ella gritó—: ¡Estás mintiendo! ¡Tú solo sabes mentir, maldito! —se giró enrabiada, más que dispuesta a desaparecer, pero Jungkook ya tenía la cercanía suficiente como para alcanzarla.

Con una frenesí rapidez la tomó del codo, formulando más fuerza de la que debía y anuló su huida. Por supuesto que ella inició sus golpes violentos hacia el pecho desnudo de su novio, pero él no se inmutaba a nada más que llorar. La tomó de las muñecas y pegó sus frentes.

—Por favor... —la voz pequeña y distorsionada habló—. Mira cómo me tienes, Nana, estoy enloqueciendo, no me hagas esto —repitió—. Si lo deseas me alejaré de todos, solo tendré ojos para ti. No tendré ninguna amiga, para que ni siquiera dudes de mí otra vez. Haré lo que me pidas, siempre estaré a tu lado, solo déjame quedarme contigo.

Ella se rio en lágrimas, los ojos ya le dolían.

—¿Cómo puedes estar tan cínico? Deberías estar de rodillas, implorando mi perd-

No la dejó seguir, pues al instante él obedeció y, sin soltar sus muñecas, se arrodilló. Su cabeza quedó a la altura del ombligo de Nanamo, mientras agarraba con fuerza sus manos.

—No me dejes, no canceles la boda, no desaparezcas de mi vida. No pensaba claramente cuando hice eso, ¡no quise lastimarte! —Jungkook sentía cómo los vidrios hacían sangrar sus rodillas—. Quiero cuidarte, quiero ser tu esposo, solo tuyo. Te lo ruego, por lo que más quieras, no me dejes. Me... me mataré si lo haces, ¿quieres que pase eso? ¿Quieres que muera por ti?

Jungkook usó una sucia amenaza, pero aun así Nanamo negó, y quiso zafarse de su agarre. Tenía que alejarse. No podía perder contra él. Pronto sus emociones arrebatarían con su corazón, y sentía que poco a poco la voluntad le fallaba.

—Lo jodiste todo..., tú y ella han acabado conmigo... No tuviste piedad de mí, ¡no me quisiste! ¡Esto no es querer, mucho menos amar!

Esta empezó a zarandear sus manos para librarse, pero Jungkook la amarró con sus brazos fornidos sobre sus caderas, ejerciendo presión, mientras sus sollozos incrementaban. El cuerpo del joven empezaba a temblar y a encogerse. Nanamo no sabía qué hacer.

—¡Me voy a matar, Nana, lo haré, te lo juro! ¡Cruza esa puta puerta y será el fin para mí! ¡Eres mi todo, ¿no lo comprendes?!

Nanamo lo empujó de los hombros, y con toda su rabia le metió un puñetazo en el pómulo. Jungkook la liberó y oprimió la zona afectada, llorando desesperado, sin creerse lo que acababa de suceder.

La escena la empezaba a estresar, él la asfixiada con su intensidad. Ya no tenía permitido doblarse por él, ni tener piedad.
Vio la oportunidad y la tomó. Sigilosamente rápida atravesó la puerta de la cocina, y pasó por el living, estaba cerca a la salida, pero claro que iba a ser detenida.

—¡NANAMO, NO! —gritó con la voz aproximándose, lo que la impulsaba a ir más rápido.

Agradecía haber cerrado a medias la puerta, pues esto solo le facilitó la salida, corriendo como un rayo, y escapando de su horrible realidad, se alejó de su novio, que pronto, se volvería ex novio.

Jungkook no tuvo el suficiente tiempo, pues Nanamo le cerró la puerta en la cara, haciendo que se estrellara con dureza.

—Nana... —apenas logró formular, con los ojos vibrantes—. Dios mío, Nana, ¿qué hice? ¿Qué hice?

Jungkook gimió, dándose cuenta de que no podía salir en la manera en la que estaba. Desnudo y con los pies y las rodillas sangrándole. Lo arrestarían, y eso solo empeoraría las cosas, tal vez incluso le daría el tiempo suficiente para que Nanamo desapareciera sin rastro. Se dejó caer al suelo, y enredó con rabia sus manos en su pelo, jalándolo hasta hacerse lastimar el cuerpo cabelludo. Resbaló sus manos hasta sus mejillas, enterrando sus uñas por donde sus dedos pasaban, importándole poco la parte en donde antes lo había golpeado su novia.

—No, no, no...

Jeon Jungkook estaba entrando en un ataque de nervios. La respiración le fallaba, le dieron ganas de rasgarse toda la piel, de sentir todo el dolor posible. Ya no quería nada, ya no era nada.

No tenía razón de existir, su hermosa Nana lo había dejado. Cuán desagradecido había sido. Lo tuvo todo, y así mismo lo perdió por sus sucios deseos.

¿La quería proteger? ¿De qué? Si él había sido el causante de su insensible asesinato. Sí, la había matado de las peores formas, dañando su confianza. Y ahora no quedaba nada, se había marchado sin más, con sus preciosos ojos rojos e inyectados de ira.

Estaba fuera de su vida, no hacía falta pensarlo más de una vez.

Aquel pensamiento lo arruinó y le robó la cordura que le restaba, hasta tal punto de hacerlo perder sus sentidos, cayendo completamente en el suelo frente a la entrada.

La sentencia estaba impuesta.


"Lo que me preocupa, no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, no podré confiar en ti".

—F. Nietzsche.

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