Capítulo catorce.

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El corazón me bombardeaba horriblemente. ¿Cómo es posible que esté aquí? ¿Cómo, en el infierno, puede postrarse en frente a esta puerta? Apreté mis labios con fuerza. Maldita sea, la rabia empezaba a consumir cada parte de mi cuerpo. Estaba temblando. Del miedo, la ira, el frío, no sabía la razón, simplemente quería huir de aquí con Nanamo.

Sabía que traería problemas.

Nana se había quedado sin habla al reconocer la voz. Seguro su orgullo haría que no le pidiera ayuda...

—¡¿Nanamo, me escuchas?! ¡Estoy aquí, abre la puerta! ¡Llamaré a la policía!

¡Joder con ella! Nanamo estaba en un tipo de trance, pues se había quedado tiesa en su lugar. Aproveché su momento, y corrí en busca de las llaves, para luego abrir con rapidez la puerta. Cuando jalé de esta, visualicé esa pequeña figura con una expresión salvaje. Estaba en busca de mi prometida, y yo no estaba dispuesto a ceder en ningún aspecto. Con un movimiento brusco la tomé de su brazo y la metí al lugar, oyendo cómo se quejaba. Estaba tan enojado, tan fastidiado de tantos obstáculos que me jodían a más no poder.

—¡¿Qué carajos haces aquí, maldita perra de mierda?!

Sus ojos oscuros me vieron con miedo, pero no me ablandé por eso, pues tenía tanto coraje que la lancé al suelo.

—Sabía yo que algo no estaría bien, ¡sabía que debía venir! —se atrevió a gritar, pero sus palabras temblaban. Observaba mi rostro lleno de heridas, y yo apenas la podía definir bien con solo un ojo disponible.

Giré hacia Nanamo, y ella miraba aterrada la escena. Está desgraciada solo había venido a terminar de acabar las cosas. Estaba a nada de llegar al límite, y cuando llegara al final, cualquier causante debía atenerse a las consecuencias.

—¿Por qué has regresado? —apenas balbuceó en blanco, y yo sabía que dudaba de Yuhire. Que no le tenía confianza, y que pensaba que si había vuelto, era por mí.

Yuhire se levantó temblorosa del suelo, y trató de acercarse, como si la muy perra quisiera consolarla. Como si nunca me hubiera abierto las piernas. Como si tratará de hacerse la buena amiga hipócritamente.

—No te preocupes, cuando salgamos de aquí demandaremos todo lo que te ha hecho este bas...

No la dejé terminar por el puñetazo que le zampé en su mandíbula, llevándola directo al suelo, donde realmente pertenecía.

—¡Yuhire! —se alarmó, cubriendo su boca con sus pequeñas manos.

La respiración me pesaba, y agradecía que el flequillo me tapara los ojos, para que así no viera lo endemoniado que estaba en estos momentos.

—Ve al cuarto —le ordené, importando poco el llanto de su falsa amiga.

—¡No pienso dejarla sola contigo!

Le sonreí calmándome, y sin poder evitarlo le dije—: Tranquila, amor, no pienso cogérmela aquí.

Sus ojos se abrieron demás y negó asqueada. Chasqueé la lengua y le rodé los ojos.

—Vete ahora o te juro que...

—¡¿Que qué?! ¡¿Me vas a golpear así como le has hecho a ella?! —sus pasos vinieron hacia mí—. La verdad ya estoy tan decepcionada que no me sorprendo de nada...

La miré incrédulo, ¿cómo se atrevía a decirme eso? A insinuarme que la lastimaría físicamente. Ni siquiera sabía que por protegerla, precisamente me tomé la maldición de acostarme con su patética amiga.

—No seas ridícula, a ti jamás podría tocarte un pelo.

—No me iré, maldición, deja ya de—

—¡TE DIJE QUE TE FUERAS! —le grité en su rostro, sintiendo las venas brotarme ante su desobediencia—. ¡A ti no te tocaré, pero créeme que la voy a volver mierda a ella en pago por tu insolencia del carajo!

Se abrazó a sí misma, y tembló en su lugar. Y aunque la traté así, y le grité de esa manera, no movió un ápice su cuerpo. Tuve que morderme la lengua para no hacer cosas que no deseaba realmente.

Volví a fijarme en la zorra en el suelo, y como desquite, la agarré de los pelos y la levanté, tendiéndola frente a Nanamo. Una se quejó, y la otra lloró.

—Ya que has venido aquí como una puta entrometida, aprovechemos y dile cómo fueron las cosas entre tú y yo. Explícale porqué me metí contigo —apoyó sus manos en las mías, buscando que la soltara, pero yo solo me adherí más a su cuero.

Quería oírla llorar y verla muerta del miedo, o tal vez simplemente muerta. Quería tanto verla echa un manojo de dolor que me daba escalofríos mis deseos.

—Jungkook, por favor... Déjala ya, hablemos civilizadamente, estás llegando a extremos que te van a cobrar caro.

—¡Pues así sabrás a lo que estoy dispuesto por ti! —la solté y ella cayó desconsolada al suelo, arrastrándose a Nanamo con desesperación.

—¡Nana, por favor! ¡Tenemos que salir de aquí!

Rebajé su cabeza hasta el suelo con mi pie, dejando que su mejilla tocara el suelo.

—No te pedí que le dijeras eso, maldita perra. Ahora explícale con la verdad—incrementé la presión, tratando que las comisuras de mis labios no se elevaran—. Porque debes tener por seguro que me encantaría reventarte la cabeza en este instante.

Nació un silencio brutal, pero eso bastó para Yuhire, pues me afirmó con dificultad y balbuceos que haría lo que le pedía. Con desprecio alejé mi pie de su cabeza, y me crucé de brazos, evitando la picazón que me causaba el cuello. Yuhire sorbió su nariz y restregó sus ojos llorosos, no teniendo fuerza para pararse y dar la cara.

—Jungkook me ha gustado desde hace mucho tiempo, Nanamo —sonó avergonzada por la confesión—. Y todo empezó porque... porque —dile la verdad, asquerosa—... traté de seducir a Jungkook. Traté... Nanamo, yo traté de que no se casara contigo. Fui una mierda que solo pensó en ella, y me siento tan mal por haberte hecho esto, fui una estúpida al siquiera fijarme en alguien como Jungkook —se arrodilló ante ella, y aún así mi prometida no quiso fijarse en ella. No podría definir si era enojo o tristeza lo que definiría sus acciones luego—. Y te juro por lo más sagrado que existe en este mundo que no volvería a fallarte de nuevo, porque te quiero, eres la única amiga que he tenido en la vida, estuve mal. Muy mal.

—¿Por qué tuvo que ser contigo? —la escuché murmurar, viendo lo brillosas que se veían sus mejillas por las lágrimas—. ¿Si de tantas que pudo tener, por qué tenías que ser tú, Yuhire?

—Porque yo... —se calló y me observó de reojo, tal vez buscando aprobación por lo que estaba por decir. Me límite a otorgarle el permiso con la mirada. Estaba a punto de enseñarle eso que me había esforzado en ocultarle. Todo esto por putos deslices... Qué miserable tenía que ser—. Porque buscó en mí satisfacer esos deseos de lastimarte, Nanamo. A él... le encanta el dolor ajeno, y he sido yo la que decidió entregarle su cuerpo para hacer lo que se le antojara.

Recuerden que Jungkook a
estado con las webas al aire
todo el tiempo 😂

Recuerden que Jungkook aestado con las webas al airetodo el tiempo 😂

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