Capítulo once.

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Ante mis palabras, se levantó en un parpadeo, y tomó por el pasillo de donde en un inicio había venido. Sus pies corrían desesperados y poco sincronizados haciendo bailar a sus talones, chocando con la pared del camino al intentar ir recto. La garganta se me secó, y aún así corrí tras ella en milisegundos, no teniendo otra opción más que jalar de su cabello. Pegó un chillido del dolor, y arañó mi mano que tiraba de su pelo, pero en cuanto la tuve en brazos, la presioné por los hombros y liberé su cabellera. Sentía que la cabeza me palpitaba. Los ojos me ardían, de repente se habían irritado, y me comenzaba a picar la herida de mi cuello. La giré con brusquedad y me fijé puramente en ella. La cara hecha un revuelto, los ojos brillosos por el miedo, más un terrible gesto de llanto. Quería que parara de llorar. Que se callara por al menos segundos.

—Déjame ir, por favor —sentí su cuerpo temblar, mientras empuñaba mi sudadera en sus manos.

—¡Cállate! —la tomé por su muñeca, y la arrastré fuera del estrecho lugar, que poco a poco me sofocaba cada vez más.

No comprendía cómo ella en esta situación, aún pensaba en desafiarme, en siquiera hacerme enojar. Sólo causaba más malditos problemas.
Necesitaba una manera de sacarla de aquí sin provocar ruido, necesitaba asegurarme de que el bastardo de Namjoon mantuviera su puta boca cerrada, y que nadie en el infierno se pusiera en mi camino. Tal vez debería matarlo, a él, a ella, a mí. A quien sea que me impida ser feliz.

—Me estoy hartando de ti.

Estás malditamente insoportable.

—Entonces, ¿qué planeas hacer? —quitó mi mano de su muñeca, y jadeó sin ganas.

—Bueno, solo hay dos opciones —solté con una sonrisa, cínico—. O nos vamos como una pareja normal, sin hacer ruido, o todos nos jodemos aquí —tragué la saliva acumulada, sintiendo la venda de mi cuello más húmeda por los anteriores movimientos—. Ya no tengo nada que perder, ¿de verdad crees que no haré lo que sea por ti, mi amor?

Me miró con preocupación, con pocas esperanzas, con decepción, tristeza... con todo lo que jamás quise que viera en mí. Y es que la amo tanto, es tan detestable no tenerla, es exasperante saber que la puedo perder, que no voy a tener su atención, que le dará su amor a alguien más, que me va a dejar de amar. En definitiva, prefería morir antes que hacer que mi corazón se vuelva independiente de ella. Ni siquiera puedo aborrecer el hecho de que Nanamo es mi vida, la única persona por la que daría todo, todo lo que me pidiera, y todo porque amo amarla.
Se quedó sin hablar, y sin esperar nada más, saqué mi celular del bolsillo, y de nuevo, me vi obligado a llamar, a pedir ayuda. Qué miserable me sentía. Apenas contestó, no le dejé hablar.

—SanWoo —saludé inicialmente—. Necesito un favor rápido —miré el reloj en mi muñeca —. Te espero en cuarenta minutos, ya te paso mi ubicación.

Pasada casi una hora, llegó mi "mensajero" y guardia temporal. Tiempo después le expliqué a SanWoo con mucha delicadeza lo que tenía que hacer, y lo que tenía que decir. Venía con un traje que se moldeaba a su contextura gruesa, un cuerpo perfecto para intimidar.

—Cuando me asegure que cumpliste con lo tuyo, te pagaré lo demás —le ofrecí el dinero, y no tardó en tomarlo—. No lo lastimes, no si se ve dispuesto a seguir las condiciones. Notificame cualquier cosa, en caso alguno.

Asintió, sin replicar o cuestionar. Giré a mi derecha, y la vi a ella, con su gesto lleno de confusión.

—¿Qué pasará con Nam? —sus ojos mantenían cierta firmeza, pero veía que sus manos temblaban.

—Si todo sale como espero, nada le pasará —sonreí, y estiré mi mano—. Vámonos, mi amor.

Me miró a mí, y luego a SanWoo, con demasiada desconfianza. Apreté mi mandíbula, y entrecerré los ojos. No me hagas repetirlo. Rendida se acercó y unió nuestras manos, comprendiendo mi mirada perfectamente.

Cuando atravesamos la puerta lo primero en lo que me fijé fue en las cámaras. Otro asunto por resolver. Le eché un vistazo de reojo. Traía ropa ajena, e inconscientemente apreté la mandíbula. Me dieron unas ganas de arrancarle esos asquerosos trapos.

—Llegaremos a nuestro apartamento a que te cambies esa porquería que traes —rompí el silencio—. Luego veremos dónde nos mudaremos. Tenemos mucho que arreglar, recuerda que no falta demasiado para casarnos —la idea me reconfortaba.

Podía verme con ella, tal vez fuera de esta ciudad, en una casa libre de ciudades ruidosas, simplemente con su compañía. No necesitaba nada más.

Sentí su mano tensarse, pero no mencionó nada. Y era mejor que se fuera resignando a esta realidad. La de nunca alejarse de mí, la de ser completamente mía.
Cuando llegamos hasta donde el recepcionista, este me miró extrañado. Fruncí el ceño al ver a donde se dirigía su mirada, y luego, me percaté tocando con mi mano vacía la humedad que desprendían las vendas sobre mi cuello. Maldición, había molestado la herida, y justo ahora que la tormenta se había alejado me daba cuenta del estado miserable en el que se hallaba mi cuerpo; tan pesado y desganado.

Saqué mi billetera y unos cuantos billetes, poniéndoselos en su mesa.

—Encárgate de las cámaras del pasillo por el cual pasé, y procura que nadie vea lo que ha sucedido —arrastré el dinero sobre su puesto. No le estaba proponiendo nada, se lo estaba exigiendo—. Tengo ojos puestos sobre ti, ¿lo entiendes?

Pesé a que traté de controlar mi actitud, vi como se achicaba en su lugar, asintiendo sin dudar. Miré de reojo a Nanamo, y pude sentir sus ojos llenos de confusión por tales papeles que tomaba en su presencia.

Salimos del lugar, yo con prisa, y ella... vaya a saber qué demonios ocurría por su cabeza.
Mi auto estaba estacionado casi en las puertas del lugar del que salíamos, llamando la atención a más no poder. Saqué las llaves y guardé mi billetera, haciendo rápido el proceso de desbloquear y meternos al auto sin problemas, y se me hizo de extrañar ver que ella cooperaba con todo. Por último, tomé mi Smartphone y buscando el contacto de SanWoo le escribí que me ayudara con el tipo de la recepción. No me fiaba completamente, y era mejor precaver que lamentar.

CULPABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora