Capítulo final.

7.5K 510 71
                                    

Esa mañana, cuando abrí mis ojos, lo primero que vi fue a Nanamo plácidamente entre mis brazos. Un sentimiento cálido se había instalado en mi corazón, e inocentemente la había estrujado entre mis brazos.

Entonces recordé cada mañana que había tenido a su lado. Desde nuestra primera vez, y luego desde cada día cuando que empezamos a vivir juntos. Ya nada era lo mismo, ya, ni siquiera, mantenía sus brazos enrollados a mi cintura, y enredaba sus piernas con las mías.

Esos momentos en silencio era donde tenía mi sentencia, pues en estos lo único que pensaba era en mis errores, y en lo caros que me habían salido. Alguien tan pobre como yo, ¿cómo podría pagar tal precio? Era como si el universo exigiera una justicia por todas mis malas elecciones, y yo sin poder devolver nada, ¿qué debía hacer?

Miré el reloj con los ojos pesados, pero rápidamente me levanté, pues eran las jodidas cinco y veinte. Me alejé de la cama rápidamente, pero solo le causé un susto a Nanamo, dándome cuenta de lo estúpido que había sido, ya que me había delatado.

Encendí la luz, y la encontré encorvada y con sus ojos hinchados, justo como una recién levantada.

—Levántate y báñate, por favor, nos queda al menos una hora para llegar al aeropuerto —le había soltado de manera estrepitosa, (aunque quería sonar comprensivo y paciente sin buscar molestarla), para luego encaminarme a buscarle algo que ponerse.

—¿Estabas durmiendo conmigo? —sonaba ronca y me ruboricé estúpidamente.

No la miré, por pena, y ya con la ropa seleccionada de su armario. Quedaban unas prendas en este aún, pero no teníamos muchas maletas para llevar todo eso.

Al girar y verla, me sentí como si hubiéramos regresado al inicio, donde no teníamos permiso para nada. Donde ella apenas me daba su confianza, y yo tomaba lo más que podía. Siempre había sido así, ella ofrecía y yo recibía, porque si hablábamos de mí, yo siempre estuve dispuesto a darle mi todo.

—Eso no importa, Nanamo, y no es como si no hubiéramos dormido antes —justifiqué sin mirarla, y tiré en la cama las prendas sencillas—. No te hice nada, por si tienes dudas, así que mejor levántate, ¿o me obligaras a hacerlo por mi cuenta? —le advertí con una ceja fruncida.

Con sus ojos pequeños me miró mal, y se desperezó de mala gana, y soltó un lamento, puesto que quería seguir durmiendo. El corazón se me removió y de nuevo se instalaron las ganas de abrazarla en mí. Deseaba tanto dormir todo el día con ella, sin preocuparme por nuestros problemas, sin pensar en que ella no me quería justo ahora.

Solté una risa nasal melancólica y cuando estuve cerca, le besé la frente y le dije que en avión podría dormir sin problemas. Me miró en silencio, se levantó y no dijo nada. Le incomodaba mi afecto.

Al tenerla ocupada, le envié un mensaje de texto a Sanwoo donde le decía que estaba en camino hacia el aeropuerto, así que se preparará. Minutos después, salió Nanamo con una toalla envolviendo su cuerpo. La detallé unos instantes, y ella lo percibió.

—¿Qué? —me había soltado, cubriendo sus hombros y echándose un poco hacia atrás.

Negué optando por dejar de mirarla y darle su espacio para vestirse. No era tiempo para nada, solo para marcharnos, si tenía necesidad de algo, entonces esperaría. Y quise decirle, explicarle, que no le tocaría un pelo si ella no lo deseaba, pero las palabras se atoraron y los nervios me silenciaron.

CULPABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora