Capítulo final (alternativo).

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Nanamo.

Al momento de verlo allí, acostado con su piel más pálida de lo normal me entraron unas ganas de llorar. Me incliné y toqué su mano que era más grande que la mía y sentí algo apoyarse en mi hombro.

—Déjalo —mi madre me aconsejó, y apretando los labios me negué a hacer tal cosa—. Va a estar bien, está descansando.

—¡Él necesita escucharme para saber que estoy a su lado, mamá, él me necesita!

Era como si una pena borrará todo su historial. Y ahora, que estaba en este maldito lugar, con sus ojos cerrados, no hacía nada más que despertar el sentimiento de querer protegerlo. Yo lo amaba, aunque no fuera coherente, aunque me hubiera lastimado, ¡no podía negarme a dejarlo! ¡No se podía olvidar de un día para otro! Y ciertas veces, un sentimiento de dolor le ganaba a cualquier otro, y este era mi dolor más grande.

—Es hora de irnos —me trató de levantar mi padre, que me acompañaba en este duro momento, y negué nuevamente desconsolada.

—No, por favor. Necesito tenerlo al menos estos instantes, ¡no sé si lo volveré a ver! ¡Me aterra dejarlo! —apreté su mano entre la mía, sabiendo que sería nuestro último contacto.

Todo estaba acabado, y verlo así era como si me rogara que lo dejara ir —pues era lo mejor para ambos, en especial para mí—, y yo, sin querer lastimarlo, lo había hecho, había llegado a su vida para ayudarlo, pero realmente lo había trastornado.

—Si de verdad lo quieres vas a dejarlo libre. Esto es una condena para él, y tiene que pagar.

El pecho se me comprimió al escuchar sus palabras. Era un pecador, pero yo estaba dispuesta a perdonarle todo, y si era posible, a aceptar sus pecados.

—Ámate para poder amarlo. De no ser así, estarás perdida.

Tiempo después.

Hoy finalmente se cumplían seis meses desde que no volví a ver a Jungkook. El dolor se había apaciguado con bastante notabilidad. Me sentía en paz, tranquila, libre de alguien que me pueda dañar, pero pese a eso, mis días no eran lo mismo.

Había estado con Jungkook durante muchos años, él era indispensable para mí, era como un órgano en mi cuerpo. No había día en el que recordará nuestros momentos. Las palabras, los actos, todo aquello sepultaba lo malo que había pasado, me aferraba a cosas a las que no debía.

Tenía que superarlo. Él ya estaba bien. Yo también debería estarlo ya.

Me había mudado al pueblo de donde provenía. Todo esto había ayudado a superarme. Inclusive no tenía noticias de Yuhire, quien había sido arrestada, y hasta el momento no tenía más información de su condena.

Me encontraba realizando las compras para la comida de este día, mientras mis padres descansaban en casa. Ellos habían decidido mudarse conmigo mientras afrontaba todo esto. Me sentía como una niña protegida por sus padres, quienes eran los únicos que tenía, pues NamJoon se había marchado del país. Él también necesitaba un respiro de toda esta mierda, y a duras penas telefoneábamos un día por semana.

Aparqué el carro, y saqué las compras.

En cuanto abrí la puerta de mi hogar, dejé las bolsas en la entrada, y avisé mi llegada. Un vuelco dio a mi corazón al ver una mata de cabello profundamente negra, junto a una piel blanca y limpia perfectamente contrastando.

CULPABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora