Capítulo cinco.

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Jueves 14, 2017.
10:07.
Jungkook.


Me desperté con un quejido que había emitido mi garganta. La vista borrosa se aclaró, y entonces vi el techo de mi cuarto. Extrañamente mis parpados estaban más hinchados. Sentía el pecho frío, pero mis piernas calientes. Erecté mi espalda, quedando sentado sobre el suave colchón de mi cama. Era temprano, y aunque parecía que había descansado, mi cuerpo estaba pesado y adolorido. Toqué mi abdomen desnudo, ¿qué había pasado? Miré mis manos lastimadas, con varias líneas profundas. No podía cerrarlas, eso me dolía.

—Oh, ya despertaste —una voz me hizo volver a la realidad.

—¿YuHire...? —la observé en blanco.

La castaña me miró apagada. Comenzó a hablar, pero yo ya no la escuchaba. Sus ojos me habían rememorado todo. Los recuerdos atravesaban mi cabeza sin bondad. Vi a Nanamo. Oí sus llantos, vi su ira, su dolor, y luego su abandono. Absolutamente todo estaba claro en mi mente. Sin quererlo, un lamento salió de mis labios, y otra vez, comenzó el dolor que salía por mis ojos.

—Oh, Kookie, no llores más —se acercó para consolarme.

Nanamo se me había escapado. Me había perdido. Las preguntas de dónde estaba y con quién martillaron mi cerebro. Necesitaba verla, darle excusas, que ella escuchara lo que tenía que decir, y que con su gran corazón e inmenso amor por mí, me perdonara. Me dijera que me amaba, que también me necesitaba, que me había extrañado. ¿Por qué había hecho esto? ¿Por qué no me alejé de YuHire cuando tuve la oportunidad? Era cierto, yo era el culpable de todo. Mi mente y ella lo sabían a la perfección. No tenía oportunidad, justo ahora me odiaba, tanto así que se marchó de mí vida.

"¿No me quería lo suficiente como para quedarse?". Un pensamiento egoísta ocupó mi mente. Junto a muchos más. "Nana decía adorarme, ¿por qué le resultó fácil irse? Se fue, no me quiso lo suficiente. Y ahora, ¿a los brazos de quien irá? ¿Quién, si no soy yo?". Todo yo era tan hijo de puta, pero no negaba lo que mi mente y corazón me dictaba. Pude haberme equivocado, pero juré no repetirlo. Aprendí la lección, no tenía por qué alejarse. En mí ya estaba todo claro; la quiero a ella, y ella me tiene que querer a mí. Todos estos años intentando unirla a mí, simplemente, no puede dejarme.

¡No, no podía perder tan fácilmente! Menos a ella. Estaba loco por su amor, ¿de verdad creía que le iba dejar marchar sin más?

—¿Dónde está ella? —quité sus brazos de mis hombros, y la zarandeé por los suyos—. ¡Dímelo! ¡Eres su mejor amiga, debes saber dónde está justo ahora!

Yu se quejó, y me empujó lejos de sí, como si le doliera lo que le decía. —¡No tengo ni idea! ¿Por qué no te preguntas a ti mismo? ¡Tú eres su novio! ¡O eso eras!

Fruncí el ceño, y apreté mi mandíbula. Que agradeciera que a ella no podía tocarle un pelo. Me enfurecía tanto que no me quisiera ayudar... Me enojaba la agresividad de sus palabras, la actitud de que no le importaba lo que sucediera con Nana, y por supuesto, la horrible realidad de sus palabras. Ahora me siento tan arrepentido de usar sus sentimientos para satisfacer mis necesidades.

—No me jodas, YuHire, tú no vengas a insinuar nada. No tienes derecho. Estás igual que yo. A ambos nos han dejado.

Indigna, abrió su boca con media sonrisa, y se cruzó de brazos. Negué con acidez, y me paré de la cama. Cuando flexioné las rodillas, un cansino dolor se instaló allí. Y lo merecía. Me dirigí al closet. Ya tenía ropa interior puesta, que seguramente YuHire me había colocado, por lo que me vestí una sudadera, unos pantalones chándal, y unos tenis del mismo color negro. YuHire me observaba sin entender, y abría su boca, pero ya no la quería escuchar. Ya sabía que no tenía nada interesante por decir. Tomé las llaves de la mesita, y abrí la puerta de mi apartamento, que me trajo malos recuerdos. Todo aquí estaba lleno de malos recuerdos. Cuando Nana regrese, nos mudaremos, me mentalicé.

—¡¿A dónde piensas ir?! ¡¿A golpear puerta en puerta de cada maldita casa, llamando su nombre?! —me soltó a mis espaldas—. Asúmelo de una vez, ¡se ha ido! ¡Nos dejó!

Me giré encolerizado, y la reté con la mirada. Quería cortarle la lengua. ¿Por qué decía cosas tan molestas? Solo debería callarse.

—¡Ella a mí no me puede abandonar! ¡La diferencia entre tú y yo, es que a mí me quiere lo suficiente como para perdonarme!

Retomé mi camino, con ella siguiéndome. No se rendía la maldita. El taconeo de sus zapatos me sacaba de quicio.

—¡¡¡Estás loco!!! —escuché su voz más aguda de lo normal, sintiéndola tan malditamente estresante.

La cabeza me punzaba, y cada paso que daba me removía la costra que apenas salía en mis rodillas. Todo estaba una mierda, ¡y Nanamo no estaba para tranquilizarme! ¿Desde cuándo me había vuelto tan dependiente de ella, tan arrastrado y profundo en su ser? Quería todo de ella, y YuHire me arruinaba los planes.

—¡¡¡Vete de aquí!!! ¡¡¡Desaparece de mi existencia!!! —le ordené, con poca paciencia, frenando en seco—. ¡Cuando tenga de nuevo a Nana, tú —la señalé— vas a largarte de nuestras vidas!

Abrió sus ojos lastimada. Y poco me importó. Ya no podía sentir nada por ella. Maldita era. Y maldito yo, que había pecado, incluso teniendo a Nana.

—No puedes hacer eso...

—¡Oh, claro que puedo, preciosa! —presioné el botón del ascensor, viéndola negar en su sitio—. Nos casaremos en unas semanas. Eso nadie lo va a cambiar. Ni tú, ni nadie, ni siquiera Nana —aseguré, dándome paso al estrecho lugar.

Le di una última mirada, mientras la puerta se cerraba. ¿Por qué tenía esa mirada tan triste? ¿No quería vernos a los dos felices? Era un sueño casarme con Nana, desde joven fue mi deseo. Sabía yo que ella era para mí. Lo sabe Nana, ¿no es así? Ella me querrá de nuevo a su lado, no me puede cambiar, soy su vida también. Nana lo dijo.

Dijo que me amaba.

CULPABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora