Capítulo nueve [PRESENTE].

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JUNGKOOK

—¿A qué te refieres? ¿Q-Qué piensas hacer? —un gélido sonido se escapó de su garganta. Sus pupilas vibraban de nerviosismo, empuñando sus manos en mi sudadera.

La observé sin comprender el miedo que brillaba de sus ojos. Al rato entendí que su única preocupación latente era su amigo.

—Antes de que saques conclusiones estúpidas, te digo que no planeo hacerle nada a tu querido amigo. Ya he tenido suficientes problemas. Llamaré a mi padre para que traiga ayuda, confía en mí, Nana.

Su gesto se volvió indignado, y con rabia soltó la tela de mi sudadera.

—¿Conclusiones estúpidas? —murmuró alejando sus ojos de los míos—. ¡De ti ahora puedo esperar lo que sea! ¡Estás loco! —la voz le chilló—. Si hubiera sabido que estaría a punto de casarme con un desgraciado lunático, ten por seguro que no me hubiera comprometido.

Como un látigo sus palabras me tocaron lo más sensible del corazón, y aún así le sonreí.

—Supongo que ahora comprendes por qué nunca puedo ser yo cuando estoy contigo, pero no te preocupes, esto es a lo que me dispongo para que me aceptes.

No estaba disponible irme muy lejos, tendría que ponerle un ojo encima, porque seguro y llamaba a la policía en un segundo. Vi como se agachaba incómoda bajo mi mirada, y luego tocaba el rostro de su amigo con preocupación. Me alejé del lugar, con las suposiciones afirmadas. Ella ya no me reconocía. Mi esfuerzo se había esfumado en tan pocos días, por cosas tan absurdas... Ya no tenía idea de lo que continuaría, pero preferiría mantenerme a su lado, antes que otra cosa, aún sabiendo que ella a mí no me quería. Saqué el móvil de mi bolsillo, y busqué el contacto de mi padre, que en un momento llegué a pensar que ya no tenía.

—¿Aló? ¿Jungkook? —la voz de mi padre sonó por el parlante—. ¿Qué sucede ahora?

Tragué la saliva acumulada. Se supone que no causaría más problemas. Caminé en círculos, aclarando mis ideas.

—Padre... —busqué tranquilizarme con la cara de Nanamo, pero ella me daba la espalda—. He tenido un inconveniente justo ahora..., necesito que me ayudes.

La línea se quedó en silencio. Seguramente estaría deseando matarme.

—¿Qué mierda hiciste ahora, Jungkook? —me recriminó.

—No mucho —mentí—. O tal vez sí hice demasiado...

—Dios santo... ¡Te di la orden de que descansaras, y que en parte, no buscaras más líos! ¡Dime ya de una vez qué sucede!

—¿Recuerdas la dirección en dónde se hallaba Nanamo? Pues estoy allí, con un tipo al que golpeé y ahora está tendido en el piso. Está inconsciente y con la cabeza sangrándole. Claramente necesita ayuda médica —solté rápido y sin más.

Escuché la respiración acelerada de mi padre, y vi de reojo el desconcierto en el rostro de Nanamo. Ahora estaría haciendo las peores suposiciones en su linda cabecita.

—¡Maldito mocoso! ¡¿Y qué esperas a que yo haga?! —gritó, y alejé el aparato de mi oído.

—Llamar al doctor que antes me atendió, y pagarle lo suficiente como para silenciarlo —confesé mi idea sin remordimientos. Tal vez me pasaba un poco, pero ahora ya ni eso me importaba. Estaba perdiendo incluso la vergüenza de ser así de infeliz frente a mi prometida.

Ya ponía todas mis cartas en la mesa, y según yo, tenía asegurada la victoria.

—¡¿Y qué crees que hará ese tipo cuando esté consiente?! ¡Te demandará! ¡Arruinarás tu vida y mi vida de paso!

Pateé la puerta del lugar, dándome cuenta de que los problemas venían y venían. No me había percatado de que estaba en frente de la salida, cuidándola como un perro guardián. Muy dentro de mi cabeza necesitaba asegurarme de que Nanamo no huyera. Ya se me estaba haciendo costumbre hacer cosas sin pensarlas antes.

—Entonces lo amenazaré, buscaré una forma de callarlo, así sea por la fuerza —hablé por lo bajo y tapando mi boca hacía el micrófono, para que Nana no escuchara mis atrocidades.

Mi padre soltó un suspiro cargado de impotencia y estrés. De nuevo se calló, y luego dijo—: No esperes a que yo sea tu ayudante o tu cómplice cada vez que se te plazca, Jungkook. Eres mi hijo, y te quiero, pero como tú me has fallado, así mismo te puedo fallar yo. Espero que no me des más problemas —sentenció con rabia—. Mantente ahí hasta a que llegue el doctor Kim, no dejes a ese hombre solo, y por favor, no agrandes más las cosas.

Luego de la despedida, colgué, y regresé a la escena de drama frente a mí.
Me acurruqué frente a Nana, quien ahora pretendía que yo no existía. Me jodía bastante verla así de preocupada por este imbécil.

—Ya vendrá la ayuda, amor —toqué la mano temblorosa de ella, y la acaricié con cuidado—. No te preocupes, voy a solucionar todo —realmente deseaba que todo fuera así.

Golpeó mi mano, y yo al instante la alejé resentido. Una mirada cargada de fiereza y eso bastó para que supiera que debía alejarme si no buscaba molestarla más.

—Estás jodido —sentenció—. Ya me has demostrado bastante que no puedo esperar nada bueno de ti —me recriminó—. En cuanto todo esto acabe, espero que te alejes lo más posible de mí.

Tomé calma al esperar esas palabras, estaba claro que no pensaría en siquiera volver a mí, pero yo le mostraría que las cosas cambiarían. Para bien.

—Sé que ahora me odias, pero si —pensé adecuadamente en mis palabras—... si decides mantenerte a mi lado este tipo de cosas jamás ocurrirán de nuevo, eso tenlo por seguro. No apresures las cosas así. Podemos ser felices, somos capaces de todo, porque lo tenemos todo, lo ves, ¿cierto?

Relamió sus labios y huyó de mis ojos.

—No sé qué cuentos te haces en la cabeza, pero evaporaste el todo a un nada, ¿lo ves? —se levantó, y me vio desde arriba, sintiéndome diminuto ante su presencia—. Presentaré cargos hacia ti si decides no dejarme en paz.

Esperando también este tipo de conversación, y con el corazón hecho trizas por sus afirmaciones, le continué—: Aún hay más cosas que debo aclararte, Nana, como por ejemplo que si decides tomar esa ruta, no me dejas nada más que joderte la vida, y créeme que estoy dispuesto a todo para que seas mía de nuevo, si es que en algún momento has dejado de ser mía.

CULPABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora