Capítulo dos.

11.6K 839 355
                                    

Al instante él se levantó de la cama, y YuHire se cubrió la desnudez con nuestras sábanas, mis sabanas. Tragué la saliva que se había acumulado en mi garganta. Había pasado quién sabe cuánto tiempo cegada por ambos. Siendo burlada. Mi dignidad estaba por los suelos, ellos dos eran un fatal suceso para mí.

—Creí que éramos amigas —le hablé, mirando ácidamente a YuHire—, pero no del tipo que comparte a un hombre, yo pensaba que éramos de verdad.

—Nana, esto tiene una explicación, no es... ¡tan grave como lo ves! —se había atrevido a soltar Jungkook con una voz que no sabría reconocer.

Sus músculos estaban contraídos, y el ceño fruncido que venía cargado de preocupación. En comparación a YuHire, quien estaba aterrada con lo que sucedía frente a ella. ¿Qué? ¿Esperabas a que nunca me enterara?

—Grave se queda corto para esto —la voz se me rompió, y con rapidez limpié la lágrima que se había escapado—. ¿Por qué no pensaste un poco en mí? —me estaba derritiendo justo aquí, y esos par de ojos me atormentaba—. ¡¿Por qué me engañaste?! ¡¿No pudiste con otra?! ¡Tenía que ser mi mejor amiga! ¡Cerdo asqueroso! —lo acusé con la voz contraída.

—¡Nanamo, no lo culpes solo a él, yo también formo parte de esto! —me inmortalizó mi mejor amiga.

—¡¿Y tienes el orgullo de recordarlo?! ¡Perra de mierda! —le grité lanzando el equipo al suelo, y sus ojos se sorprendieron. Ambos se removieron incómodos en sus lugares—. Sí, eso es. Eres una perra, Gae YuHire, una de las peores que se entromete en relaciones. En la relación de tu mejor amiga. ¿O nunca me viste como una amiga, sino como competencia?

Cuando ella se levantó, me sentí atacada, y yo ya estaba lista para cualquier enfrentamiento.

—Vamos a calmarnos, amor —Jungkook intervino, con paso lento hacia mí. Sus manos estaban temblando. No le daba pena estar mostrando su cuerpo sin alguna ropa. Porque, bueno, no era algo que ni ella ni yo no hubiéramos visto ya. Me reí con amargura.

Qué rabia, qué rabia, qué rabia.

—¡Vete ya! ¡Desaparece, no te quiero ver! ¡Lárgate!—dije rompiendo me a cada segundo, tratando de levantar un poco mi dignidad— ¡No quiero volver a verlos, no quiero saber nada de ustedes!

Respiraba con dificultad, pero quería aparentar que estaba bien. Estaba bien.

—¡Basta ya, Nanamo! ¡Ha sido un error! Uno simple, podemos olvidar todo esto, déjanos explicar, no fue más qu-

Un ruido similar a un gritó desesperado brotó de mi garganta cuando la tomé de sus cabellos y la arrastré por los suelos. ¿Un error simple? ¿Por qué sentía que todo lo que decían lo hacían para joderme más?

—¡YuHire! —se alarmó Jungkook acercándose—. ¡Nana, detente, no empeores las cosas! ¡Por favor!

Me giré a verlo, mientras presionaba mis puños en YuHire.

—Y por supuesto que no queremos lastimar a tu YuHire, porque aquí la única que puede sufrir soy yo, ¿¿no?!

—¡Suéltame, no estás pensando correctamente, podemos solucionarlo!

¿Tú habrás pensado correctamente cuando me hiciste esto?

La llevé, atravesando el cuarto de estar, mientras que ella se sentía ligera bajo mis dedos. Abrí la puerta, y empujé su cuerpo lejos de mi apartamento.

—¡Púdrete! —zarpé—. ¡Lárgate de aquí, usurpadora, o juro que te mataré!

Se cubrió con la sábana, y sus labios temblaron. Ya no me reconocía a mí misma, YuHire lo sabía. Me alejé del lugar, viendo por último sus ojos asustados. Golpeé la puerta, pero la asquerosa no logró cerrarse bien. Sin importarme mucho, fui en busca de Jungkook y encontré justo frente a mí.

—Nanamo...

—¡"Nanamo, Nanamo, Nanamo"! —lo arremedé, cardiaca de su maldita cara llena de lágrimas—. Cállate de una buena vez, inútil.

Lágrimas falsas seguramente. Lo observé encogerse y frotar sus ojos, mientas se acercaba a mí. Sin esperar, pasé de él, y revisé todo el lugar, justo como una loca. Buscando rastros de lo que había pasado. ¿Tenían una velada? Estaban sus abrigos colgados en el percho, ¿cómo no me había fijado? Me dirigí a la cocina. Parecía que habían estado preparando comida. Ollas, y la estufa sucia. Seguí hacia la mesa, y fue ahí donde vi ropa en el suelo. Cerré mis ojos con fuerza, y apoyé mis manos en el vidrio de nuestra mesa.
Platos a medio terminar, y la ropa alrededor de esta. ¿Acaso todo había iniciado aquí? ¿Dónde yo estaba parada?

—¿Estaban tan excitados que no pudieron terminar de comer? —dije con enojo centrado. No sabía por qué hacía esto, ya debía dejar de herirme a mí misma. Me giré a enfrentarlo, y lo miré indiferente—. ¿Sabes qué?, no quiero ver más, es suficiente. Lárgate tú también.

—¡Pero no puedes hacer eso! ¡No la quiero a ella, te quiero a ti! —se acercó hacia mí—. ¡Te digo que fue un error, que jamás volverá a pasar! ¿No confías en mí? —la voz entrecortada y los ojos brillando, en eso se basaba él.

—Es exactamente eso; ya no confío en ti.

—Estás mal ahora, pero cuando te calmes me perdonarás este error que tanto me ha costado —las gotas le resbalaban por su mentón, y caían al suelo—. Nana, te amo tanto. Pídeme lo que quieras, menos que te deje.

Peligrosamente me acerqué, y lo tomé por el cabello, queriendo enterrarle las uñas en el rostro.

—¿Crees que te perdonaré? —fijé su rostro en el mío, agachándolo para alcanzarlo—. ¿Cuántas veces la has besado como lo hacías conmigo? ¿Cuando desaparecías hasta muy tarde era por ella? No has tenido piedad de mí, y ahora yo no voy a tener piedad de ti —le grabé en la memoria—. ¡Fuera de aquí!

Estaba a nada de que me diera un ataque al corazón, y los malditos ojos me ardían, mi garganta estaba seca, con ganas de gritar mucho más. No podía llevarlo a rastras, así que solo debía conformarme con exigirle que se marchara. Ver su rostro, su cuerpo, todo lo que antes era mío lo estaba perdiendo; lo había perdido.

—Por favor, por favor, por favor —me suplicó con la cara mojada, y las rodillas temblándole—. Nana, por favor. Hazlo por lo que más quieras.

—Lo siento, Jeon, pero me amo más a mí que a ti, y esto es algo imperdonable.

—¡Pero yo te amo más a ti que a mí mismo! ¡No puedo simplemente dejarte ir! —abrazó todo mi cuerpo, y hundió su nariz en mi cabello—. Cada vez que la besaba, cada vez que la tocaba, pensaba solo en ti. Nunca hubo otra mujer para mí, me tienes a tus pies, ¿qué deseas de mí, para que me des tu perdón?

Me removí de sus brazos, y me corrí de él, protegiéndome detrás del costado de la mesa.

—¡Cállate! —¿cómo podía mencionarme que besaba y tocaba a YuHire? ¿Cómo se atrevía a ser tan descarado? Si decía que me amaba, no debía mencionar nada de esto—. ¡Maldito hijo de puta! ¡Ya no hay nada que puedas hacer por nosotros! —chillé derrotada.

CULPABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora