Capítulo tres.

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Jueves 14, 2017.
05:28.

No había dormido nada desde mi llegada a la casa de NamJoon. Me sentía ida, como si no pudiera mover un músculo. Joon me prestó su cama, mientras que él se disponía a dormir en su sofá, y yo estaba agradecida de tener a alguien así en estos momentos. Quise ir a casa de mis padres, pero no quería sentirme más humillada.

Era vergonzoso saber que mi boda sería cancelada. Algo que anhelaban mis padres, y yo, no sería realidad.
El silencio abrumaba la pieza. Me encontraba acurrucada en la cama, con la cara escondida entre mis rodillas. La cabeza me torturaba, y tenía ganas de arrancarme los ojos. Quería cerrarlos, pero el tema no dejaba de rodar en mi cabeza. Me sentía sola, abandonada, traicionada. Todo estaba tan claro, que se veía oscuro. Realmente era oscuro. Miré el reloj a mi lado. Marcaba las cinco de la mañana.

Hice un sobreesfuerzo y saqué los pies de la cómoda cama de mi amigo. Asalté su closet, y me puse un pantalón de Namjoon sobre mis shorts, junto a una de sus chaquetas. Sus zapatos me quedaban grandes, pero solo saldría a trotar, no importaba.

Vi mi móvil en la mesita de noche, y tuve miedo de encenderlo. Pasé de él, y fui a la sala, donde encontré a Nam dormido plácidamente.
Se le veía en una posición incómoda. Debí ser yo la que durmió ahí, al fin y al cabo, no soñé ni un segundo.

Tomé las únicas llaves del lugar, y me dispuse a marcharme. Ojalá no despertara temprano. Después de todo, dijo que faltaría al trabajo para ayudarme con mi crisis. Cerré la puerta a mis espaldas, y bajé las escaleras. Hoy no tomaría el ascensor. Trotar me ayudaría a liberar el peso que mi corazón cargaba. Atravesé la puerta del edificio, que era similar a donde Jung y yo vivíamos. Largué un suspiro. Tenía a ese hombre incrustado hasta en las venas. Debía hacerme una limpieza mental de él.

Inicié el trote, suave, y relajado, manipulado mi respiración. Todo estaba en silencio, algunas personas pasaban de aquí a allá, la mayoría con ropa para el trabajo, pero nadie me miraba. Sentí no existir, me sentí pequeña en algo infinito. Y de nuevo, la cara de Jungkook me atravesó la mente y el alma.

¿Por qué no te dejo de pensar? ¿Por qué te amo tanto? ¿Por qué me has decepcionado de esta manera, Jungkook? Soy yo la que habría hecho por ti lo que sea, lo que nadie hizo por mí.

La cara se me comprimía con los sollozos ahogados. Comencé a correr, perdiéndome en la infinita calle, que tenía hermosos árboles decorando el paso. La capucha se me cayó, y no me importó que me vieran la cara destrozada, no me importaba lo que pensaran de mí en este momento. Corrí tanto, hasta sentir que mis piernas se debilitaban, hasta que tuve que apoyar mis manos en mis rodillas, y dejar que las lágrimas y la dignidad se fueran de mí.

Miré hacia el cielo, las nubes estaban oscuras. Claro que iba a llover, el frío me lo decía. Oprimí con fuerza mis ojos, y luego de llenar mis pulmones con aire, lo solté, gritando como tanto había deseado. Grité su nombre, esperanzada con que viniera a mí el Junkook de dieciocho años, el Jungkook que juró jamás lastimarme. El que me quería llevar al altar, para proclamarme suya, y proclamarse mío. A quien yo realmente amo.

[...]

—¡Maldita seas, Nanamo! —bramó Nam, cuando me vio atravesar la puerta de su apartamento.

Me hice la tonta y pasé de largo, caminando hacia la cocina. Al menos ya me había tranquilizado.

—Buen día —dejé las bolsas en la mesa de la cocina, y escuché sus pasos a mis espaldas—. La comida la he comprado con mi dinero. Bueno, el costo a quedado en mi tarjeta, no tengo sencillo.

—¿Me puedes decir en donde mierda estabas? ¡He pasado dos horas esperándote! —vi su cabello negro desordenado, y las ropas anchas que vestía.

—Sólo he salido a trotar —confesé—. Oh, y siento haber tomado tu ropa, es que, como sabes, justo ahora no tengo nada.

Me miró enojado, sin comprender lo que decía. Tenía los ojos, y la boca fruncida. Como si se contuviera de cometer algo que no quería.

—Me la pasé dos horas como un enfermo, preguntándome cómo estarías. Pensando en qué harías. Tuve miedo de que cometieras una locura, Nanamo... Yo... ¡pensé que te habrías lanzado del primer puente que llegaras a ver!

Respiró profundo, pero luego su gesto cambió a uno arrepentido. Era bueno saber lo que pensaba. Me saqué el saco, pesado por la fuerte lluvia, y luego de esto lo miré en blanco.

—Nadie merece matarse por amor, Namjoon —dije, y tomé la comida chatarra de la bolsa—. Hoy mismo buscaré una habitación. No me gusta molestarte..., ah, y gracias por todo. De verdad —aunque intenté sonar fuerte, la voz se me rompió al final.

Se acercó, dispuesto a tocarme, pero de nuevo, me alejé, y me encerré en su habitación. Lancé con rabia el envoltorio de papas al suelo, y apoyé mi espalda en la puerta. ¿Será eso lo que ahora todos pensarán de mí? ¿Una pobre criatura, burlada y abandonada?

No quiero miradas de lástima, no quiero que se acerquen para abrazarme porque creen que lo necesito. No lo necesito. Estoy bien. Esto solo ha sido un pequeño golpe. Soy más fuerte de lo que parezco. No necesito de nadie. Conmigo basta y sobra.
Mi cuerpo empezó a pesar, y entonces caí rendida, con la puerta a mis espaldas, recordándome por última vez, quién era yo y qué necesitaba.


[...]

Unos alaridos perforaron mis sensibles oídos. Mis ojos se abrieron perezosos, y como pude, me levanté de la incómoda posición en la que me había dormido. Mi mente no reconocía nada, sólo sentía los gritos, tan malditamente ruidosos. Todo estaba borroso. Las luces apagadas, y las cortinas cerradas. Mis pies tambalearon un poco, pero fui lo suficiente capaz para tomar la perilla y girar de esta.

Un golpe estruendoso resonó por el lugar.

—¡Una mierda, sé que la tienes acá! ¡Entrégala de una buena vez!

Mis ojos se agrandaron con rapidez, y espabilé en la tierra de nuevo. Jungkook. Jungkook estaba aquí. Mis pies fueron retrocediendo. No tenía la valentía para verlo de nuevo. Me desesperaría aquí. No quería correr a sus brazos. Lo detesto tanto que no lo quiero ver..., pero necesito ser fuerte.

—No sé de dónde carajos sacaste que está aquí, pero será mejor que te largues, puto loco. Llamaré a seguridad.

Escuché un golpe seco, y mi corazón salió disparado. ¿Dónde me podría esconder? Sentía que el latir de mi corazón le daría una pista de mi escondite. Con lentitud, cerré la puerta, y tranqué de esta, soltando un maldito click estruendoso. Al soltar la perilla mis manos taparon mi boca, y me alejé de la puerta, reteniendo mis gemidos.

—¡Nanamo! —llamó—. ¡Sal de dónde sea que estés! ¡Necesitamos hablar!

Negué con mi cabeza, aún sabiendo que no me veía.

—¡Que te largues maldita sea! ¡Llamaré a la policía entonces!

—¡Jódete! —gritó, y lo siguiente que escuché fueron forcejeos, junto a jadeos.

No quiero salir, no quiero salir. Me vi interrumpida cuando escuché un vidrio romperse. El corazón se me detuvo. Necesitaba saber qué estaba pasando, necesitaba salir en ayuda a Namjoon. Y aún peor, necesitaba enfrentar a Jungkook.

CULPABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora