Capítulo ocho.

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Ingresé con pasos decididos, pero con un nudo en el pecho. No estaba seguro de hacer esto. Seguramente Nana me golpearía de nuevo, con sus manos y con sus palabras. Pero el sentimiento de tenerla de nuevo y de sus caricias era lo suficiente como para perder mi dignidad y desear estar a sus pies. En mis veintiséis años jamás imaginé que estaría en esta situación. Rogando directamente por su amor, teniendo que cometer locuras extremas por ella, incluso al punto de tener que pedirle ayuda a mi padre, a quien alguna vez yo le di la espalda por ella.

Justo ahora comprobaría que haría cualquier cosa por su presencia.

-Buenas tardes -le hablé al encargado de la recepción.

-Buenas tardes, ¿qué se le ofrece?

Limpié el sudor en mis pantalones con disimulo, y con toda la seguridad dije-: Estoy buscando a... mi novia.

-Si desea ingresar sin ser un residente, debe pedir un permiso de quien vaya a visitar... O por lo menos, deme el apellido de su novia.

Abrí mi boca, pero la cerré al instante. Un maldito permiso. Eso jamás me lo daría Nanamo, apenas me gritaría que me alejara de ella. Me dio un tic nervioso en el ojo, y sonreí ampliamente. Condenada mierda. Todo parecía estar en mi contra. Y ahora mismo lo único que me quedaba era demostrar seguridad con acciones y palabras.

-Se llama Yeon Nanamo, pero creo que no me dejará entrar... Verá, hemos tenido una discusión, y ella realmente no vive acá, está de visita. Yo vine por ella.

¿Qué estupidez había soltado? Sus ojos brillaron con duda, y comprendí que no me dejaría pasar. Solté un suspiro, y mi ceño automáticamente se frunció con enojo. Soy un asco pretendiendo sonreír, pero aún así hice el esfuerzo.

-Lo siento, pero necesitara de un permiso para que le permita el paso...

Golpeé la mesa, de nuevo histérico. Me miraba como si se tratara de un loco, y veía las intenciones de llamar a la seguridad.

-Le daré doscientos mil wons si decide cerrar su boca y darme lo que le pido -dije como si nada, manteniendo la sonrisa firme.

El gesto le cambió, y el hombre miró a sus costados, detrás mío, para después mirar a la cámara.

-No, yo... lo siento. Es muy sospechoso, ¿señor?...

-Jeon Jungkook -sus ojos se abrieron con sorpresa al escuchar mi nombre. Saqué mi billetera, viendo el efectivo que tenía, e ignoré lo que decía-. Está exagerando, véalo como una propina por su buen servicio, al fin y al cabo soy yo quien se lo está dando. Prometo que no armaré ningún escándalo.

Titubeó, pero al cabo de esto, estiró su brazo para recibir su soborno y luego me dictó lo que necesitaba saber.

Columna cuatro, piso seis, habitación 702. Eran las dos de la tarde, y se supone que a esta hora, más bien desde hace tiempo, debería estar trabajando, para después, llegar a casa con Nana y dormir juntos. Cerré los ojos, mientras los recuerdos inundaban por doquier. Solo debía ser la pareja ideal que ella deseaba. Y si tan solo no me hubiera tentado, si tan solo no hubiera estado tan desesperado por descargar mis deseos carnales, no estaría así. Ha pasado un tiempo desde que no tenía la necesidad de saber qué era lo que hacía, de enfermarme tan mal por ella. Me pregunto si podremos volver a ser lo que fuimos. Sin darme cuenta, estaba parado frente a la habitación 702, y la mente apenas me daba señales fuertes. Me sentía tan ido, como si estuviera deprimido. Vi el pequeño y elegante botón, y con el pánico atravesándome, presioné de él. Uno, dos, tres segundos... Los pasos se oyeron, hasta que, quién sea, se detuvo en frente de la puerta. Y se mantuvo así por más segundos. Me miraban por la mirilla, lo predecía. Tragué en seco. ¿Y si no me permitían entrar? Seguramente no entraría. ¿Qué ganaría acá? ¿Acaso mis impulsos fueron por la obsesión y el horror que me causaba saber que estaba con alguien más? Debí ser paciente, pero no hay forma de que ella venga a mí.

Necesitaba saber qué carajos hacía Nanamo en el apartamento de un extraño. ¿Quién era el extraño?

La puerta se abrió, y mi vista se elevó. ¿Nanamo...? No, no mi Nana. Namjoon. Kim Namjoon.

Mi boca se frunció con disgusto, y caí en cuenta de toda la mierda que giraba a nuestro alrededor. Este bastardo era Kim Namjoon, y si lo llegué a distinguir de algún puto lado, aparte de ser amigo de Nanamo, es que fue él quien me vio salir del maldito restaurante Choi Food las tantas veces que fui allí con Yuhire. Las veces que luego de comer, íbamos a cualquier motel barato. Una risa se escapó de mis labios.

-Supongo que tú no has mantenido la boca en silencio, ¿no? -fue mi ceremonia.

Me miró imperturbable, demostrando que entendía lo que le decía.

-Y no habría tenido la necesidad, ¿pero no fue ella misma la que te pilló exactamente en el acto? -burló-. Eso es algo que tú solo hiciste.

Y de nuevo el tic nervioso. Estaba que reventaba su nariz. Tenía tantas ganas de romperle la cabeza y joderlo de una vez. ¿Significa eso que ya le contó todo lo que sabe? ¿Lo que me vio hacer con Yuhire en esa basura de restaurante? Le contó... ¿cómo tomaba la mano de Yuhire? ¿Cómo la besaba en cada ocasión? ¿Cómo aparentábamos ser una pareja en ese puto restaurante?
¡Maldita sea! ¡Debí suponer que si un jodido desconocido me miraba de manera extraña justo cundo hacía algo que no debía, significaría peligro! ¡¿Por qué no vi las señales en rojo?! Incluso si no hubiera sido un amigo de Nanamo, pudo ser un paparazzi, y así mismo me habría jodido. ¿Por qué carajos no actúe con disimulo? Solo así me habría evitado el escenario que le grabé en la memoria a Nanamo.

Sentí repulsión de mí mismo. Y me arrepentí de complacer cada capricho de la zorra de Yuhire. Me maldije de ser tan imprudente.

-Te importa una mierda. Necesito hablar con Nanamo.

Sonrió con dos hoyuelos. No me agradaba en absoluto que estuviera él tan cerca de mi prometida.

-La considero mi mejor amiga, y no permitiré que siga con una basura como tú -se acercó peligroso-. Te di varias oportunidades para que dejaras de frecuentar con tu amante, pero como eres imbécil siempre volvías a lo mismo, ¿no? ¿O pensabas que porque este lugar estaba lejos de tu hogar jamás serías descubierto?

Apreté los puños. -¿Darme oportunidades? ¿De qué mierda hablas?

-Te cubrí el culo durante semanas pese a que no te conocía, ni te debía nada..., ¡evité ser yo quien le contara lo mierda que eras con ella! ¡La protegí de que le destrozaras el corazón, pero fue estúpido pensar que ella podría casarse con un traicionero! ¡Debí decírselo desde hace mucho! -me tomó por el cuello de la sudadera, zarandeándome-. ¡Y mira lo que a lo que llegaste! ¡Si se van a separar, es lo que más se merecen!

-¡NO ME JODAS! -empujé su cuerpo, entrando así a la habitación-. ¡DAME A NANAMO!

-¡NI SIQUIERA ESTÁ AQUÍ, HIJO DE PUTA!

Qué se jodan todos. Que se jodan si las malditas cámaras me graban.
Esta vez lo tomé yo del cuello, y sin pensármelo le metí un deseado puñetazo.

-¡UNA MIERDA, SÉ QUE LA TIENES ACÁ! ¡ENTRÉGALA DE UNA BUENA VEZ!

-... No sé de dónde carajos sacaste que está aquí, pero será mejor que te largues, puto loco.

De nuevo le solté un puño, esta vez en su ojo. Estaba tan necesitado de matarlo. ¿Que no estaba aquí? ¿Se pensaba que era imbécil?

-¡Nanamo! -llamé, y al instante Namjoon se levantó, pero lo mantuve fuerte de mi agarre-. ¡Sal de dónde sea que estés! ¡Necesitamos hablar! -quise sonar amigable, pero la cólera interrumpía.

-¡Que te largues maldita sea! ¡Llamaré a la policía! -pateó mis rodillas, pero no cedí.

-¡Jódete! -bramé con la ira a tope, para después empezar una batalla entre quién caía primero.

Tomé impulso, y lo lancé a la mesa que estaba detrás suyo, rompiendo el vidrio en miles de pedazos.

Namjoon había caído desmayado, con la cabeza sangrándole.

CULPABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora