Capítulo seis 1/2.

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Jueves 14, 2017
10:26.


Cuando entré a mi carro, apoyé mi frente en el manubrio, con cansancio. Mi cuerpo no se sentía descansado en absoluto. La maldita YuHire tenía razón..., yo no tenía idea de cómo saber la ubicación de mi prometida. Estaba perdido, era claro, ¿a quién debía recurrir, entonces, para encontrar a Nanamo? Para encontrar a mi pobre Nanamo. Estaba jodido, justo en el infierno; no sabía dónde se hallaba, no sabía qué pasaba por su mente justo ahora, ni siquiera con quién estaba, no tenía ni puta idea, de si había buscado ayuda al menos. ¿A dónde correría? Sí, eso es, ¿con quién estaba? ¿Qué brazos había buscado, si no son los míos los que le van a consolar? Mordí mi labio inferior con tanta fuerza, pareciendo querer arrancarlo. No debía pensar en eso, tan solo debía mantener la imagen clara de Nana, amándome eternamente. Porque ella lo seguía haciendo, porque es imposible que me haya superado en apenas unas horas. Me rasqué con estrés el cuero cabelludo, y rodé los ojos, para que las lágrimas absurdas no salieran. Inhalé y exhalé con lentitud. Yo no soy tan dramático, entonces, ¿por qué quiero llorar a cada segundo? ¿Por qué no puedo respirar sin sentir dolor?

—¡Maldición! —golpeé el volante. Mientras mis labios se fruncían en una línea final.

Puse mis dedos en mis cienes, pensando en quién me podría ayudar, en qué hacer justo ahora. Debo encontrarla, luego..., le rogaré que vuelva a casa. No, esa ya no es nuestra casa. Buscaremos otro apartamento, lejos de esta ciudad. Desapareceremos, estaremos solos los dos, sin nadie de por medio. Sin YuHire, ni otra mujer, ni ningún otro hombre que se atreva a mirar a mi Nana. Asentí, y tragué la saliva que se me había acumulado en la garganta. Dolía hacer eso, dolía incluso pensar.

Encendí el vehículo, y arranqué suave.

Después de mucho tiempo, le rogaría a mi padre su ayuda. Yo, quien había decidido alejarlo, hoy me vería resignado a doblar mi palabra. Él me quería después de todo, él haría lo que yo le pidiera. Más aún si se trata de devolver a Nanamo, mi prometida, su nuera, a mi vida. Tomé velocidad, y emprendí la trayectoria a la empresa de los Jeon.
La empresa que me negué a dirigir, por Nanamo, porque no soportaba estar lejos de ella. Tanto que había hecho, tanto empeño que dispuse en ser su hombre ideal, el hombre de sus sueños, no podíamos lanzar todo a la basura. No si todo esto me ha costado la vida. Fui quien no soy solo para que ella me aceptara, perdí mi esencia, quien soy, simplemente por su amor. El amor que cualquier hombre desearía.

—B-Buen día, joven Jeon —el portero me recibió apenas bajé de mi carro.

Apagué mi deportivo, y le entregué las llaves en sus manos.

—¿Mi padre se encuentra ocupado? —quité la capucha que cubría mi cabello azabache, y lo eché para atrás. Las manos me temblaban, pero quería aparentar estar bien.

—Está en la sala de juntas ahora mismo...

—Bien —me abrí paso, y las puertas se abrieron a mi llegada.

Los empleados daban reverencias, mirándome con curiosidad y sorpresa. Ya había sido bastante que no pisaba este lugar.

—Evelyn —llamé a la secretaria de mi progenitor—. Dígale a mi padre que he llegado, lo necesito urgentemente.

—Buen día, joven Jeon —me observa con timidez a través de sus lentes—. Me temo que eso será imposible. El señor Jeon pidió que absolutamente nadie le interrumpiera en estos momentos.

Apreté la mandíbula, y asentí.

—Bien —me dije más para sí mismo—. ¿Hace cuánto está en esa tal conferencia?

—Apenas acaba de iniciar, lo mejor es que espere, y creo que se tardará un buen tiempo.

Me soltó, y sentí tan indiferente esa respuesta. Jodida perra, ¿quién creía que era yo?

—¡Usted no sabe qué es lo mejor para mí! ¡Le doy la orden de que lo llame! ¡Soy su hijo, por lo tanto soy prioridad!

—Pero-

—¡Ni mierda, llámelo ahora mismo! —golpeé el escritorio, haciéndola brincar en su sitio.

—S-Será su hijo, pero quién da las ordenes aquí es e-el señor Jeon...

La miré como un desquiciado, queriendo romperle la cabeza. ¿Qué tan insolente podía ser?

—Por supuesto que sí, pero no olvide que yo tengo la suficiente autoridad como mandarla a la mierda —acerqué nuestros rostros, oliendo su miedo—. Es todo, está despedida.

Empujé por último el escritorio, y me encaminé al ascensor. No necesitaba su autorización después de todo. Subí hasta el piso más alto, dónde claramente estarían todos reunidos. Cuando quedé frente a la puerta, no se me hizo extraño que mi padre la abriera antes que yo.

—Jungkook.

—Papá —miré tras su espalda, y vi a varios hombres en traje, siendo mi madre la única mujer que se hallaba allí.

Sin esperarlo, me apretó entre sus brazos, dejándome absolutamente quieto.

—No entiendo, ¿qué haces acá? ¿Y por qué has montado ese escandalo con mi secretaria? ¿Qué te ha sucedido en la cara?

La malnacida ahí sí había sido capaz de llamarlo. Bufé y negué. De igual forma estaba despedida.

—Padre, necesitamos hablar.

Me miró preocupado, y miró hacia atrás.

—¿Realmente es tan importante?

—Se trata de mi vida, padre.

Asintió con desdén, y dedicó una mirada de disculpa a sus invitados. Caminamos hasta su amplia oficina. Se sentó a medias sobre su escritorio y se cruzó de brazos.

—¿Qué sucede, Jungkook?

No le di tiempo de continuar, y giré en círculos sobre la alfombra roja, sintiéndome relajado de por fin demostrar lo desesperado que me hallaba.

—Es... Es Nanamo, padre... yo, ella, ella quiere dejarme... Cometí un error, y ahora, ¡me ha dejado! —la voz se me rompió, y vi la tristeza en sus ojos—. Papá, no quiero alejarme de ella. Tú y mi madre saben que toda la vida la he amado, que solo he tenido ojos para ella.

Se acercó, y de nuevo me abrazó. Me dejé, y unas lágrimas mancharon su traje fino.

—¿Qué pasó?

CULPABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora