¿Qué pasaría si...?

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Dos cosas perturbaban a Thranduil, quien se veía ridículamente bello desplomado en el sofá del living de Ned mientras perdía la mirada y sus pensamientos el techo blanco del apartamento. Pero no estaba prestando atención ni al color, ni al techo en sí. 

La primera cosa que lo perturbaba, y la más importante, eran las palabras de Emerson en la pastelería la tarde anterior: «Ellos son personajes.» 

La segunda perturbación era por los ronquidos de Thorin, en aquel momento boca arriba durmiendo sobre un colchón en medio de la sala. La luz de la luna llena entraba por la ventana bañando el perfil derecho del elfo, lo que denotaba la claridad de su rostro y la suavidad de su piel. La punta de su nariz brillaba como una daga afilada y su ojo derecho se veía un poco más claro que el izquierdo, acariciado por la tenue luz amarilla de la lámpara de pie junto al sillón donde se encontraba Garrett, no leyendo más devorando el libro que Emerson les había prestado: El hobbit. 

Thranduil estaba impaciente respecto del final del libro. Los inmortales pueden esperar años, por lo que son dotados de una paciencia inquebrantable, pero no cuando el destino de su reino y su familia está escrito en un libro a pocos metros de sus manos. Hablando de ellas, la izquierda se encontraba masajeando suavemente sus rubios y largos cabellos y la derecha tamborileando los dedos sobre su estómago. Se estaba desesperando y los ronquidos de Thorin no ayudaban a sus nervios.

—Siento deseos de tirarle algo directo en la cara, ¿Cómo es que puede roncar así?  —indagó sin mirar a Garrett, pero dirigiendo su comentario a él.

—Yo lo envidio. —expuso el vampiro aun con la vista puesta en el libro—. Extraño mi niñez cuando podía dormir. —añadió. Pero el sonido comenzaba a ser molesto hasta para él, así que tomó una bufanda de Ned que había en el sillón y se la lanzó a Thorin en la cara. Acto seguido, dio vuelta la página y siguió leyendo como si nada hubiese pasado.

El enano se sentó sobresaltado y se quitó la bufanda del rostro. Thranduil esbozó una sonrisa y Garrett pretendió seguir leyendo concentrado cuando en realidad solo estaba aguantando la carcajada.

—¿Te parece gracioso, Thranduil? —Thorin le lanzó la bufanda creyendo que el bromista había sido él. El elfo se la quitó con elegancia, la dobló y la colocó sobre el sofá. 

—Si tan solo te oyeras roncar... —Le dijo asumiendo la culpa—. Estuviste a punto de darme jaqueca.

—Si te incomoda puedes irte a otra habitación. —replicó Thorin entre dientes. Entonces reparó en que el vampiro aun leía el libro—. ¿Hay novedades, Garrett? —preguntó curioso.

—No. Batallas, discusiones, orcos... —repasó él.

—¿Orcos? Esa peste de Bolgo... —insultó el enano.

—Nada trágico aun. —informó el vampiro.

—Jamás has visto a un orco, ¿Verdad? —indagó Thorin y miró a Thranduil, que levantó un poco su cabeza para devolver la mirada cómplice.

—No, ¿Son malos? —preguntó Garrett con inocencia.

—¿Malos? —Thranduil se incorporó y se acercó a la ventana—. Son una de las mayores calamidades de nuestra tierra... Luego de los dragones, claro. Son letales, despiadados y... Sucios. Una inmundicia. —explicó con disgusto. En su voz se podía sentir su desagrado siquiera al mencionarlos—. Huelen fatal; emanan un hedor fétido... Son horribles. No tienen sentido de la estética, ni de la belleza. —informó despectivo.

—Bueno, no todos pueden vestir túnicas elegantes y oler a frutos del bosque. —bromeó Garrett y Thorin sonrió divertido sabiendo que el comentario mosquearía a Thranduil.

Cara a cara | LEE PACE | EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora