Viejas costumbres.

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—¿Qué crees que ocurra después? —Garrett giró a ver a Charlotte con una brocha en la mano; ya llevaban un tiempo reparando el Pie Hole y ahora debían pintar las nuevas paredes. Olive, pintando un poco más a la derecha, se acercó lentamente.

—Se lo dije. A Ned... —El vampiro entendió en un instante de qué hablaba.

—¿Y cómo es que al bajar de la nave no fue directo a ella? Si yo fuera Ned y tú fueras a quién amo y jamás pude tocar pero ahora descubro que si, lo haría sin dudarlo.

—Tiene miedo.

—¿De qué? Es su novia, ¿Qué cree que pasará?

—Garry... —Así le llamaba ahora—. Ned nació con ese don y no lo descubrió hasta que tuvo nueve años por lo que ha crecido y vivido con él casi desde que tiene memoria. Conoce muy bien las reglas y aceptó vivir de esa forma y formarse una idea de felicidad manteniendo cerca a los que ama, sin importar lo físico.

—Pero desde que estoy aquí he visto como ese es el único obstáculo a vencer entre ellos.

—Lo sé. Todos lo sabemos. Pero ¿No te has puesto a pensar que tal vez la costumbre hizo que haya encontrado la felicidad en ello y ante una nueva posibilidad sienta miedo y desee que las cosas mejor se queden como están? Tú no sientes miedo, pero imagina que alguien llega y te confiesa que a partir de ese momento vuelves a vivir, pierdes tus habilidades y eres un mortal, vivo, de sangre caliente, con un corazón que late. Un mortal, Garrett... ¿Es que acaso no estarías aterrado de salir a la calle por lo que podría ocurrir? Ahora cualquier incidente podría matarte y ya. Se acabó. Todo lo que habrías vivido hasta ese momento sería humo.

—Es diferente... a veces deseo volver a ser un humano.

—Pero al fin y al cabo él podría no perder su vida, sino la vida de las personas que más ama. Un atisbo de poder que pude no haber extraído de él y boom... ella está muerta. La mujer que ama está muerta. Nuestra Charlotte, nuestra amiga. Si yo fuera Ned y tú fueras mi Charlotte también estaría encerrado en ese apartamento sin recibir visitas, temblando como una hoja.

—Pero no lo eres... Qué bueno que no lo eres, porque te extrañé...

Garrett se acercó sonriendo a Olive y le dio un apasionado beso. Ella se separó forcejeando un poco a la vez que reía y manchó con pintura verde la punta de la nariz del vampiro.

—¿Así que regresaste a jugar, eh? —Garrett quiso quitarle el rodillo de pintura pero Olive se defendió. Eran dos niños jugando en medio de la sala.

—Suficiente con tener que reponer parte del mobiliario de nuestra casa luego de lo que hicimos estos días. —Olive levantó una ceja y Garrett mordió su labio recordando las desordenadas pero acaloradas noches que habían tenido desde que ella regresara a su hogar—. No hagamos un desastre aquí también, además... no estamos solos.

Charlotte estaba sobre un taburete de brazos cruzados y con la mirada perdida en el suelo revestido con plásticos para que nada se manchara con pintura. Lee se acercó a ella apenado, se notaba la preocupación en su rostro; al sentarse a su lado posó su mano sobre el hombro de la chica.

—Creí que ibas a irte. Alguien está esperándote al otro lado...

—Quién espera allá sabe que tengo asuntos importantes que resolver.

—Creí que eso ya estaba solucionado. Venir a contarnos sobre los clones.

—No estoy aquí solo para dar información, me preocupo por los clones... al fin y al cabo ellos son parte de mí, por lo que si se angustian o se preocupan, eso también es mi problema.

Cara a cara | LEE PACE | EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora