Esa noche duermo en su cama porque ya hemos aprendido la lección. Me cuesta conciliar el sueño a su lado pero el sonido de su respiración me acaba por relajar. Sorprendentemente no se desvela en ningún momento ni presenta signos de estar teniendo pesadillas. Sin embargo, busca mi mano en sueños. Cuando me despierto ella ya se ha levantado, otra vez. Grabando su saludo en mi inconsciencia, buenos días, marmota, desayunamos, y paso todo el domingo con ella hasta después de la cena porque, como era de esperar, ni se ha planteado faltar al trabajo la semana siguiente.
El día transcurre apaciblemente; Blanca parece bastante más animada y eso me anima a mí, por lo que no dejamos de bromear y hablar de cualquier cosa. Me deja entrar todas las veces que quiera a la habitación donde pinta y hay tantas cosas en ella que siempre descubro alguna nueva que me deja fascinada. Mientras cenamos, vemos una película. Me da a elegir y yo escojo Matrix porque sé que es su favorita. Ella sonríe.
Cuando salgo de su casa me siento como nunca antes creo haberme sentido, como si estuviera despertando de un coma que ha durado toda mi vida. Por una vez siento que estoy donde quiero estar, que hago lo que quiero hacer, y es una sensación tan gratificante que, incluso cuando empieza a llover, me es imposible borrar la sonrisa de mis labios y dejo que cada gota de agua la acaricie.
El lunes, nada más entrar por la puerta, me fijo en que vuelve a llevar la raya del pelo al medio y que el moratón de su pómulo ya ha desaparecido casi por completo. Soy incapaz de verla de la misma forma después de haber estado el fin de semana con ella y se me hace raro hacer de alumna cuando lo que más me apetece es abrazarla.
Antes de empezar la clase, me pide que la espere después un momento y noto los ojos de Sara sobre mí. La miro distraídamente y ella me sonríe a modo de saludo por lo que le devuelvo el gesto.
Cuando pasan las dos horas, me tomo mi tiempo para recoger y, mientras estoy dirigiéndome a la mesa de Blanca, Sara y Nico pasan por mi lado charlando. Sara parece recordar mi presencia de pronto y se gira para hablarme.
– Oye, vamos a ir en un rato a tomar algo, ¿vienes hoy? –me pregunta caminando más despacio mientras Nico sigue su camino para reunirse con alguien.
– Eh... –titubeo mirando de refilón a Blanca, quien recoge sus cosas como si no nos estuviera escuchando a pesar de tenernos justo delante.
– Te esperamos, claro –añade ella dándose cuenta de que tengo que hablar con la profesora.
Me lo pienso unos segundos. Tal vez sea mi oportunidad de hacer amigos, quizá una señal de que todo va a empezar a ir bien.
– Claro –contesto con una sonrisa, que ella me devuelve con un guiño antes de irse.
Vuelvo a centrar mi atención en Blanca, quien aún no ha levantado la cabeza.
– ¿Blanca...? –la llamo.
Ella me mira por fin y veo algo raro en su expresión, algo que antes no estaba.
– Ah, sí –dice cerrando el maletín–. No era nada, es una tontería, puedes irte –habla con un tono natural pero algo en su sonrisa me choca.
– ¿Qué querías decirme? –insisto.
Ella se encoge de hombros vacilante, como si estuviese improvisando.
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El arte en una mirada
RomanceEra profesora de arte, y en efecto me parecía que sus pestañas enmarcaban el mejor cuadro de todos.