REVELACIÓN

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Intenté tomarme las cosas con calma, me dediqué a trabajar el cuerpo de Takumi Hisa junto con el Octavo Espada, de vez en cuando subía a la enfermería a tratar heridas por el entrenamiento de los Arrancars, por lo general de las fracciones, especialmente de Lindocruz Tesla, daba la impresión de que Nnoitra lo trataba como saco de boxeo. No me gustaba ejercer de enfermera, pero al final se hizo rutina y no tenía que hacerlo seguido, eran muy pocas las veces que un arrancar necesitaba atención médica.

Me acostumbré a ver a los arrancars caminando por Las Noches, a transitar por los pasillos blancos y monótonos y a la oscuridad de aquel lugar, fue tan rápido que cuando me di cuenta ya me había adecuado a ese estilo de vida, como si siempre hubiera sido uno de ellos o quizá era por algo más.

No volví a mi antigua habitación, me quedé en la de Aizen, era suya, no me atrevía a pensar en ella como "nuestra" porque simplemente mis pies eran los que caminaban ahí automáticamente, había pasado tanto tiempo metida ahí dentro que ya estaba acostumbrada, además tampoco pasaba mucho tiempo descansando, solamente entraba a ratos a tomar una siesta corta, después mi tiempo se repartía entre el laboratorio de Szayelaporro, Lylinette y la enfermería, eso era todo. Me gustaba estar ocupada.

Me costó más de lo esperado reparar los órganos internos de Takumi Hisa, recién fue al quinto día de trabajo que el corazón empezó a latir, le puse un sedante por si las dudas, aunque Szayelaporro aún no terminaba con el cerebro, cuando el trabajo por fin empezó a rendir sus frutos la manteníamos anestesiada.

Ya habían pasado exactamente diez días y 9 horas, dejamos de aplicarle anestesia y esperábamos a que el efecto pasara. De eso ya habían pasado veinte minutos. Calculando tendría que despertar pronto, o de lo contrario no habíamos hecho bien nuestra labor. Ambos estábamos sentados, esperando, sin hablar.

Sus dedos se movieron y entonces abrió los ojos, de un azul intenso como su cabello. Su rostro sin expresión me recordaba a Nemu, pero la mirada de la arrancar era más vacía, como si le hubiéramos quitado todo lo que tenía por vivir, de cierta forma sí, nadie espera estar al borde de la muerte y luego someterse a un lavado de cerebro. Sus ojos grandes y azules nos escudriñaron a los dos, como un pájaro que acababa de romper el huevo. Se sentó en la mesa de operaciones, sin articular una sola palabra, solo observando, como intentando entender. Szayelaporro se le acercó.

"¿Cuál es tu nombre?" le preguntó.

Ella se confundió mucho cuando escuchó la pregunta, no dijo nada, solo continuó mirándonos cada vez más extrañada.

"¿Puedes hablar?" le pregunté para asegurarme de que no hubiera perdido esa capacidad.

"Yo... sí..."

"No recuerda su nombre" Szayelaporro se llevó una mano al mentón "Vamos a darle uno..."

"Hisa, ese es tu nombre" dije antes de que el pelirosa dijera otra cosa, no era como si la hubiéramos creado nosotros, simplemente la habíamos "arreglado", además no me entusiasmaba elegir un nombre con el arrancar, que por primera vez había hablado en plural.

"Hi-sa" ella repitió "¿Quiénes son ustedes?"

"Alguien casi te mata, pero nosotros te salvamos. No debes tu vida." le dije. Era como un bebé, solo había que seleccionar las palabras adecuadas, ya había hecho el mismo trabajo con mis propios sujetos de experimentación.

"Ven ¿puedes pararte?" Szayelaporro la instó a ponerse de pie, verificando si su motricidad y todo lo demás funcionaban correctamente. Yo no pude evitar notar que su complexión era bastante parecida a la de Rukia, delgada y más baja que yo, sus manos eran finas y pequeñas, me recordó mucho a ella, salvo por su cabello y ojos azules. Era una jovencita.

HEARTH OF DESTRUCTION (Aizen-- Byakuya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora