El PASADO DE LA PRIMAVERA

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Vivir en la mansión Kuchiki fue tan solitario.

Cuando llegué aquí por primera vez me pareció un lugar inmenso, se me hacía extraño que tan solo dos personas vivieran en este lugar.

Recuerdo que pise la mansión Kuchiki por primera vez después de salir de la Cuarta División, donde había permanecido un par de días recuperándome de las heridas que supuestamente me había causado el Capitán Urahara, el traidor, pero el verdadero traidor estaba ahí afuera, o quizá no. Quizá estaba cerca de mí.

Yo podía sentir como me vigilaba, pero al menos estaba segura dentro de la Cuarta División. El problema fue que cuando salí, estaba completamente desprotegida. Yo era débil y ya no me quedaban amigos en la Sociedad de Almas. Nadie a quien pedirle ayuda, el único más o menos cercano a un amigo era Mayuri, pero no me atreví a revelarle todo lo que en verdad había pasado, menos que yo tenía la Hogyoku en mi poder, porque él parecía estar feliz de que el Capitán se hubiera marchado, así que decidí que no podía confiar en Kurotsuchi Mayuri. No podía confiar en nadie, iba a tener que arreglármelas yo sola.

Y lo peor era que dentro de quince días, yo debía abandonar en Seretei y trasladarme al distrito 12 del Rukongai, con el resto de las almas igual que yo. Ahora que mi capitán ya no estaba, no había razón para que yo me quedara en el Seretei, además sabía que los altos mandos no confiaban en mí, claro, no me veían como una verdadera amenaza y me habían absuelto de todos los cargos, pero se notaba que no me querían cerca, solo por si las dudas.

Mi primera noche en mi pequeña habitación en la doceava división, cuando se suponía que debía descansar, me la pasé despierta, atenta a cualquier ruido, y así pase el resto de mis noches, sin dormir, esperando que Aizen viniera a matarme y quitarme la Hogyoku, pero jamás vino. Supongo que fue porque sabía que una vez me echaran de la Sociedad de Almas, sería fácil acabar conmigo. Así de simple.

Él no vendría por mí todavía.

Yo sabía eso, así que una noche me dormí cuando ya no pude aguantar más la falta de sueño. Me dormí apretando la Hogyoku contra mi pecho. Tenía que haber alguna manera de evitar que me la quitara, quizá podría esconderla, así no la encontraría ni aunque yo muriera, pero ¿dónde?

Me dormí pensando en eso. En la mañana escuché que me llamaban y me levanté a abrir la puerta de mi habitación. Era uno de los de la división, con quienes solía trabajar en el Instituto de Desarrollo e Investigación, pero su nombre se me había olvidado.

"Buenos días ___ -san, le traigo esta invitación. La dejaron para usted esta mañana temprano, pero no quise despertarla porque..." se interrumpió "Bueno, se veía algo cansada."

"¿Qué hora es?"

"Son casi las once."

Vaya. Había dormido más de doce horas. La última semana me había desconectado por completo del mundo, ya que ni siquiera salí de mi habitación.

"Bueno, gracias por traérmela" recibí la dichosa invitación sin prestarle atención.

"Esto, ___-san..." dudo en hablar el shinigami cuyo nombre aún no lograba recordar.

"¿Qué pasa?" le pregunté de inmediato imaginándome alguna mala noticia.

"Pues... algunos de mis compañeros y yo hemos estado preocupados por usted. Quería transmitirle que si necesita ayuda con algo, cualquier cosa, no dude en decírnoslo. Nosotros la vemos algo así como a una segunda subcapitana y sentimos mucho que tenga que irse."

HEARTH OF DESTRUCTION (Aizen-- Byakuya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora