el cobarde

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Lanzó un último golpe con potente fuerza que desprendió el saco de boxeo del techo y lo hizo caer al suelo provocando un ruido sordo, el pobre objeto diseñado para recibir los golpes más poderosos no duró más de quince minutos contra Sasuke Uchiha, Naruto se levantó del lugar donde estaba sentado bufando, miró el saco tendido en el piso, tenía múltiples aberturas y su contenido salía por estas, no había soportado el brutal trato por mucho tiempo.

- aún no es suficiente – dijo Sasuke apretando los puños, seguía sintiendo aquella sangre hirviente corriendo por sus venas, entonces miró a Naruto y como este se agachaba a revisar el saco de boxeo dejándole a Sasuke una maravillosa vista de su retaguardia – Naruto… - llamó el pelinegro

- dime Sasuke – el rubio volteo a ver a su marido quién se veía sombrío, como un depredador

- acuéstate, cierra los ojos, abre las piernas y aprieta los dientes… - ordenes muy concisas que solo pronosticaban una noche sin poder dormir y al menos una semana sin caminar

Bufó al borde del desespero queriendo desistir de sus inhumanos intentos por no irse de aquel fastidioso lugar y dejar que la manada de inútiles resolviera sus propios asuntos, aún no podía creer que el inútil de su tío además de cobarde era un llorón, con razón se llevaba tan bien con su tío la rubia, si eran igualitos, el uno para el otro, sonrió con cinismo pues tendría que hacerse pasar por el adorable nieto y sobrino que solo quería ayudar a su familia desinteresadamente, a la mierda todo eso, nada en la vida era gratis y después de ayudarles le sacaría el mayor provecho, después de todo su papá no había dicho nada de ayudar a sus abuelos sin recibir nada a cambio, el solo dijo que les ayudara.

Aún así ver a dos adultos tirados en el suelo llorando durante más de una hora daba vergüenza ajena, seguro estaban en su mundo y no le tomaban en cuenta por ser un niño, sus abuelos se habían marchado de la sala poco después que su padre, seguro a dormir pues ya eran pasadas las doce, observó con asco a sus tíos, la escena era sencillamente deplorable, y ya con su paciencia colmada decidió hablar.

- ¿Cuánto tiempo más piensan seguir así? – preguntó el niño molesto – el tiempo pasa y los números de la corporación caen - Itachi sacó su cara del cuello de Deidara y miró al niño

- Eiji… - entonces Itachi cayó en la cuenta de que el niño seguía ahí, se había sumido en su propia miseria cuando vio a sus padres salir, recibía las cariñosas caricias de Deidara en la espalda, el rubio tenía la cara roja, quizá por el llanto, El azabache mayor tomó aire - ¿nos vas a ayudar? – pidió el varón con los ojos llorosos y Eiji sintió ganas de golpearlo ahí mismo

- tengo mis condiciones – aseveró el niño, Itachi se puso de pié junto a Deidara y se sentaron en el sofá frente al niño

- ¿Cuáles? – preguntó Itachi tragando nervioso, Eiji sonrió

- quiero que me cedas por esta semana la presidencia de la corporación Uchiha – declaró el niño, Itachi tembló

- no puedo hacer eso – Itachi dio su negativa mostrando inquietud – aún eres un niño – Eiji chasqueo la lengua y se levantó de la silla

- entonces húndanse… - dijo con voz macabra y mirada tenebrosa mientras se disponía a marcharse, le diría a su papá que no quisieron su ayuda, no seguiría intentando algo que de buenas a primeras no quería hacer, había visto la oportunidad de superar a su padre devolviendo a la corporación Uchiha a su antigua gloria, pero para qué lo haría, de buenas a primeras el ya tenía una poderosa empresa que competía con la corporación Uchiha

- ¡espera Eiji! – escuchó la molesta voz del cobarde de su tío, detuvo su paso sin saber porque, el hombre se levantó del sillón donde estaba sentado junto a Deidara para acercarse al niño – está bien… - aceptó, a Eiji se le plantó una sonrisa de satisfacción en el rostro

aunque tenga que encerrarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora