Capitulo 35

6.8K 253 4
                                    

Llegué hasta la puerta de madera. Mi corazón parecía jugar una carrera hasta llegar a mi garganta. Dudé unos segundos antes de empujar la puerta que permanecía sin cerrojo. Di dos pasos y ya me encontraba dentro de la habitación. Suspiré, debía ser más valiente y no una simple niña asustada. Cerré la puerta por donde había entrado y la manta cubriendo mis pies, me jugó una mala pasada haciendo que cayera redonda al suelo.

-¿Quién esta ahí?-preguntó una voz adormilada y amago a encender la lámpara.

La electricidad se negó a aparecer en la habitación y Kendall se desesperó por eso. Comenzó a apretar el pequeño interruptor con notoria desesperación.

-Soy yo.-respondí con dolor en mi voz. Me acababa de dar un buen porrazo contra la nariz y la barbilla. Mi boca sabía a sangre.

-¿_______?-preguntó alarmado.- ¿Qué haces aquí y qué fue ese ruido?-preguntó sentándose en la cama.

-Dolió.-le dije mientras me sentaba sobre el suelo y cruzaba mis pies, acto seguido, cubrí mis dedos helados con la manta.

-¿Te caíste?-preguntó y segundos después sentí su presencia a mi lado.- Hey, nena, ven aquí.-dijo con ánimos y me envolvió en sus brazos.

Mi cuerpo se tensó y a los segundos se relajó sabiendo que estaba en buenas manos y nada podía ocurrirme. Estar entre sus fuertes brazos me hizo sentir protegida y todo el miedo se esfumó, dejándome tranquila y en paz junto a él.

-Me duele la barbilla.-me lamenté. Se separó un poco de mi cuerpo y levantó mi barbilla.- Auuch, justo ahí.-dije quitando mi cara de sus manos. Chasqueó la lengua.

-Creo que no hay luz.-dijo más que acertando.- Y si no me equivoco, te has lastimado la barbilla lo suficiente como para que estés sangrando.-dijo y se puso de pie. Extendió su mano y la tomé.- ¿Se puede saber que hacías?

-Tenía miedo.-admití antes de volver a estrecharlo en mis brazos. Sin pensarlo dos veces recibió mi abrazo y agradecí que lo hiciera, pues ya me estaba arrepintiendo de haberlo abrazado.

-Vamos a ver que pasa con la luz.-dijo besando mi frente y luego nos separamos.- ¿Llueve?

-No lo se.-dije levantando la manta del suelo y al ponerme derecha me mareé.

-¿Estas bien?-preguntó preocupado cuando me afirmé en su hombro.

-Si te digiera que si, estaría mintiendo.-dije con sinceridad.

-Okay, quédate en la cama, iré a ver que pasó con la luz.-me dijo.

El miedo que antes se había despedido de mí, volvió siniestramente para quedarse. Mis manos sudorosas y temblorosas sobre el hombro de Kendall, se negaron a soltarse y Kendall lo notó.

-En serio, no estas bien y sin luz no puedo saber qué es lo que te ocurre.-me tomó por la cintura.

-No te alejes.-le dije arrugando mi nariz.

-Iré a solucionar ese tema y vuelvo.

-No quiero estar sola.-mis ojos se cristalizaron.

Solo veía su silueta a mi lado y sentí sus manos sobre mi cuerpo, pero no podía verlo del todo. Pensé que él me veía igual y por eso fue que no dudé ni un solo segundo en dejar escapar mis lagrimas.

-En serio, voy y vuelvo. Lo prometo.-me dijo. Asentí y sequé mis lagrimas.- Hey, no, no, no llores.-dijo rápidamente.- Okay, vamos juntos.-tomó mi mano.- Pero vamos rápido, no quiero que te enfermes.

Juntos salimos de la habitación. A la hora de bajar las escaleras, Kendall no dejó de tomarme la mano y me condujo hasta la cocina.

-Quieta, tengo que salir solo un segundo.-me informó. Asentí con miedo y besó mi mejilla.- En serio, esta todo bien.-secó mis lagrimas y salió por la puerta de madera blanca que daba a una pequeña habitación de servicio.

-Kendall…-lo llamé con miedo.

-Aquí estoy.-respondió al instante.- Ya voy.

Hizo algo con sus manos y a los segundos apretó un interruptor haciendo que la luz volviera a las bombillas colgadas al techo de la casa.

-Mira cómo tienes la cara.-dijo tomando mis mejillas entre sus manos.- ¿Conciente de que sangra tu barbilla?-preguntó. Negué con la cabeza.

Kendall caminó hacía uno de los cajones de la mesada y sacó un paño, lo mojó y lo colocó sobre mi lastimadura. Hice algunas muecas al sentir el roce del líquido sobre mi piel raspada.

-¿Vas a explicarme cómo te has caído?-preguntó dando pequeños golpecitos en mi raspón.

-Duele, duele.-le dije saliendo de entre sus manos.- Me enredé con la manta y caí.-expliqué. Chasqueó la lengua.

-¿Dónde te has golpeado?-preguntó tomando mi cara, otra vez.- Déjame curarte.-me dijo cuando intenté zafarme.

-En la nariz y aauuuch, duele.-moví mi cara.

-Vamos _______, déjame limpiarte allí.-me regañó y nuevamente me tomó la cara.- Quieta y ya terminemos esto de una vez.

Me quejé una y mil veces más mientras pasaba el paño sobre mi cara. Renegué un par de veces y Kendall solo respondió chasqueando la lengua.

-Vamos arriba.-dijo tomando mi mano.

Sin chistar, lo seguí. Íbamos apagando luces al pasar. Kendall me condujo hasta su habitación. Cruzamos de largo y entramos al baño.

-No digas nada.-me advirtió antes de hacerme sentar sobre la tapa del retrete.- Voy a desinfectarte.-soltó mi mano y se puso en cuclillas frente al lavabo. Abrió una pequeña puerta y sacó una cajita blanca.

-Kendall no es necesario.-renegué y me puse de pie.

-Quieta.-me dio un leve empujón y quedé sentada nuevamente.

-Es que…

-Callada y quieta.-ordenó. Suspiré resignada y levanté la barbilla para darle paso al algodón con alcohol.- Así me gusta ______.-sonrió y comenzó a curar.

Cerré los ojos y contuve las lágrimas al sentir el ardor sobre mi piel lastimada. Kendall hizo lo que pudo en el menor tiempo posible. Colocó una curita sobre mi nuevo raspón y besó mi mejilla.

-A dormir.-me ordenó.

-Si, déjame que voy por mi manta y bajo.-dije poniéndome de pie. Salí del baño y tras mis pasos, Kendall.

-Ni pienses en bajar esas escaleras.-dijo abriendo el otro lado de la cama.- Adentro.

-Kendall…-hice el intento de negarme.

-No voy a dormir aquí si no quieres.-dijo.- Pero tú te quedas a dormir aquí.-hizo un ademán con las manos y me invitó a entrar entre las sabanas.

-No tienes por qué ceder tu cama.

-Dije adentro.-elevó su tono de voz.- Vamos, no hagas que me arrepienta.

-Okay.-suspiré y me acomodé entre las sabanas.- ¿Iras abajo?-pregunté.

-Tú tranquila.-su voz era aterciopelada. Tan suave como la brisa y tan pacifica como el correr de un estrecho arrollo.- Hasta mañana.-besó mi frente y apagó la luz central para dejarme con la luz de la lámpara.

Se decidió a dejar la habitación. No podía permitirlo. Mi miedo era mayor que mi orgullo.

-¿Puedes quedarte?-pregunté mirándolo. Volteó a verme y sonrió.

-¿Segura?-enarcó una ceja.

-Segura.-asentí.

Se volvió por donde había amagado a salir y se metió en la cama, no sin antes apagar la luz de la pequeña lámpara. Se cubrió con las sábanas provocando que un aire fresco jugueteara entre nosotros. Me removí entre las sábanas e intenté no pensar en el dolo que me provocaba la abertura debajo de mi boca.

-Hasta mañana ______, que descanses.-me deseó las buenas noches con una dulce y aterciopelada voz.

Quedé casi inconciente cuando se removió entre las sábanas y se puso de costado para observarme. Seguí con la mirada sobre el techo y le dediqué una sonrisa de costado.

-Hasta mañana Schmidt.-dije luego de pensarlo unos segundos.

Soltó una tierna risa y cerró sus ojos. Le di la espalda y sentí como él volvía a moverse. Cerré mis ojos intentando conciliar el sueño, que pronto se apoderó de mi, haciéndome desconectar del mundo entero.

Abrí los ojos a causa de unos molestos yfuertes ruidos.

-Maldición.-dije al sentarme en la cama.

El lugar de Kendall permanecía vacío. ¿Dónde podría estar? Y el dilema fue resuelto en solo unos segundos, cuando Kendall salió del baño con una toalla alrededor de su cadera.

-Buenos días.-dijo haciendo que quedara completamente perpleja.

-Buenos días.-respondí conciente de que debajo de esa toalla blanca, estaba completamente, desnudo.

-¿Has dormido bien?-preguntó revolviendo en su armario.

-Si.-respondí con nerviosismo.- ¿Tú?

-Muy bien.-me dijo y sacó un pantalón oscuro junto con una camisa blanca.

Me puse de pie y caminé hacía el baño. Busqué una toalla con la mirada pero no la encontré.

-¿Hay toallas?-pregunté mirándolo desde la puerta del baño.

-Si, busca en el pequeño armario.-dijo.

Dicho esto, caminé hasta allí y al abrirlo, efectivamente, estaban allí. Había de muchos colores y tamaños. Tomé una verde claro y una celeste para el cabello.

-Te espero abajo para desayunar.-me dijo Kendall antes de salir de la habitación.

Respiré hondo y cerré la puerta del baño. Abrí la lluvia artificial y en menos de cinco minutos ya estaba dentro, despojándome de todo rastro de suciedad o sudor. Tomé la toalla para secarme el cabello y la otra la coloque alrededor de mi cuerpo.
Abrí el armario de Kendall y busqué la ropa que había dejado preparada antes. Sabiendo que lo demás estaba en mi valija, era bueno preverse. Los pantalones blancos se ajustaron a mi cuerpo y la remera negra quedó suelta sobre mi abdomen. Me miré al espejo y tomé un cepillo para bajar mi cabellera. Así lo hice. Una vez peinada, vestida y maquillada, baje a desayunar.
Salí de la habitación de mi futuro esposo y me encontré con unos hombres dentro de mi habitación. Dude un momento en preguntarles qué hacían allí pero estaba más que claro que trabajaban en las remodelaciones del cuarto.
De allí mismo había provenido el ruido causante de la interrupción de mi sueño. Negué con la cabeza y comencé a bajar las escaleras.

-¿Qué va a desayunar señorita?-preguntó Sandy con una dulce voz.
-Un jugo de naranja y unas galletas.-sonreí y me senté al lado de Kendall.

Con el ceño fruncido y una sonrisa de lado, observaba el periódico junto con la taza de café en una de sus manos. Posó la taza en la mesa y me dedicó una fugaz mirada antes de dejar de leer lo que minutos atrás leía.

-Me gusta.-dijo. Lo miré sin comprender.- Me gusta como estas vestida.-dijo al ver que no comprendía.

Sandy colocó mi desayuno frente a mis ojos. Sonreí y ella se retiró.

-Gracias.-dije tomando una galleta.

-Hace frío.-comentó sin mirarme.- ¿No crees?

-Si.-dije buscando el control remoto, con la mirada.

-¿Cómo esta tu barbilla?-preguntó ahora sí, mirándome.

-Bien, supongo.-respondí comiendo de mi desayuno.- Gracias por lo de anoche.-expresé sin pensarlo dos veces.

-No tienes por qué agradecerme.-dijo y sonrió.

Una vez más, me dejó sin aliento.

-Debo pedirte perdón, también.-suspiré.- Me comporté como una niña.

-No comparto ese pensamiento contigo.-me dijo. Sonreí.- Y me alegra que este mejor.-añadió.

-Igual, duele un poco.-admití.- Pero gracias a mi enfermero personal, no tanto.

-Es que, entiende, nunca conseguirás un hombre como yo.

-Y aquí vamos de nuevo.

-Hey, es en serio.-me dijo. Reí.

-No eres perfecto.

-A ver, ¿alguien lo es?

-No.

-¿Entonces?-preguntó. Otra vez, no comprendí.

-Kendall, odio cuando te crees gran cosa.

-Es que tengo una gran cosa.-dijo y sonrió. Negué con la cabeza.- Has pensado mal.-añadió.

-Oh, claro, mi culpa.-dije irónica y reí avergonzada de que notara el rubor en mis mejillas.

-Yo hablaba de mi empresa, es una gran cosa.

-Ya cállate.-dije riendo y se unió a mis risas.- ¿Qué harás hoy?-pregunté.

-Debo arreglar unos asuntos pendientes y tengo tres reuniones.-me comentó. Terminé las galletas y pronto acabé con el jugo.-No voy a almorzar aquí y puede que llegue, pasada las diez de la noche.

-Oh, wow, veo que voy a aburrirme.

-No lo creo, pequeña.-me dijo.

-Yo si lo creo.-dije divertida y me sonrió.

-Mamá vendrá por ti y juntas elegirán tu vestido de novia.

-¿Cuántas veces te he dicho que no quiero casarme?

-Las suficientes como para que yo te diga, ya ríndete vamos a casarnos, quieras o no.-se puso de pie y besó mi frente.- Viene a las tres y media de la tarde, debes estar lista.

-Kendall no…

-Kendall, nada.-me dijo y comenzó a subir las escaleras.- Ponte bella y recíbela como si de verdad la quisieras.-gritó desde el segundo piso.

Deje todo como estaba y subí a grades zancadas. No iba a dejarme con la palabra en la boca.

-Kendall, no se qué vestido elegir.-admití cuando entré a la habitación.

-El que más te guste.-me dijo.- No iba a pagarte una modista para que me rechazaras el vestido que ella hiciera y tampoco iba a comprarlo yo para que me digieras que no te gusta.-hizo una pausa y me dio su billetera.- Compra el que más te guste.-repitió.

-No…-hice el intento de hablar pero interrumpió.

-El que más te guste y eso significa cueste lo que cueste.

-No creo que debas.

-Vamos, luego pueden pasar por algún café o algo.

Tomé la billetera en mis manos y suspiré resignada.

-Por favor, has como que me quieres, solo en frente de ella.-se acercó a mi y me tomó de la cintura.- Puedo recompensarte.

-No quiero s…-puso uno de sus dedos sobre mis labios.

-Todo lo llevas para ese lado.-susurró y me besó.- Puede ser de otra manera.

-Ya calla.-me alejé de él y le dediqué una sonrisa.- Tienes que irte.

-Lo se.-se colocó perfume y luego volvió a mirarme.- No me esperes levantada.-me dijo y volvió a besarme.- Adiós.

-Adiós Schmidt.

Cerró la puerta, dejándome sola, completamente sola. Aburrida y sin nadie a mi lado.
Decidí correr escaleras abajo y ayudar a las chicas de limpieza con sus deberes.

-¿Qué crees que piense el señor Schmidt cuando se entere?-preguntó dándome un trapo.

-No lo se, ni me interesa.-sonreí.- ¿Qué hay que hacer?

-Limpiar el ático.

-¿Tenemos ático?

-Claro que si.-sonrió Sandy.- Vamos, ven aquí.-tomó mi mano.

Luego de divertirme un rato con ellas, tuve que ir a darme una ducha para esperar a Kathy, quien a las tres y media, justas, llegó elegantemente vestida y se plantó en el living a observar la casa, con lujo de detalle.

Pasamos la tarde de tienda en tienda. Luego zapatos, joyas, más ropa y una que otra cosa por allí. Kathy era muy simpática y su risa muy contagiosa.

-Creo que deberíamos volver.-dijo cuando el sol ya quería esconderse.

-Si, claro.-le sonreí y juntas subimos a su auto.

Llegué a casa, completamente exhausta. No quise cenar, por lo que, opté por un manzana. Me tiré sobre el sillón y comencé a ver una película. La manzana comenzó a quedar cada vez más delgada hasta que ya no podía ser consumida. Me levanté del cómodo sillón y la tire al tacho de basura.
Volví al living y al entrar allí, vi a una rubia, de ojos celestes casi cristalinos y una ropa que se ajustaba demasiado a su cuerpo. Dos valijas a sus costados, descansaban sobre el suelo.

-Perdona, ¿a quien buscas?-pregunté sin comprender, cómo había entrado en la casa.

-A Kendall.-sonrió mostrando su perfecta sonrisa.

Si saber por qué, fui invadida por una gran cantidad de celos. Celos en abundancia.

La Bella y la Bestia. -TERMINADA- Kendall SchmidtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora