Capitulo 43

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Nos encontrábamos paseando por el centro de la cuidad, tomados de la mano, como una pareja normal. Kendall buscaba con la mirada un lugar donde tomar la media tarde. Acompañados por un sol que se iba escondiendo poco a poco, Kendall tarareaba una canción alegremente. Caminábamos paseando por la ciudad, viendo locales de hermosa ropa, observando a los animados franceses bailar en las esquinas.

-¿Aquí?-preguntó y señaló un bello café de puertas de cristal.

-Si, como quieras.-respondí por lo bajo observando como dos niñas se peleaban por una muñeca de porcelana.- Si, entremos.-dije luego. Kendall alzó los hombros y juntos entramos al lugar.

Era un pequeño café pero muy pintoresco. Poseía mesas de madera con pequeños detalles en las patas y alrededor de estas. La gente estaba sentada hablando sonriente y bebiendo café. Kendall se acercó a una mesa para dos y movió la silla para que yo me sentara. Le sonreí e hice caso a su caballerosidad. Rodeó la mesa y se sentó en frente mío.

-Bienvenidos.- dijo un mozo de baja estatura mientras colocaba las cartas sobre la mesa.- Cuando ya estén listos para pedir, pueden llamarme.-dijo y sonrió sutilmente para luego darse la media vuelta y alejarse de nosotros.

-Yo quiero un frapuccino.-dije y dejé la carta sobre la mesa. Kendall torció la boca mientras pensaba.

-Yo quiero, lo mismo.-dijo y sonrió. Alzó la mano y pronto el hombre estaba al lado nuestro.- Dos frapuccinos.

-Enseguida se los traigo.-dijo y sonrió mientras se retiraba.

Kendall se distrajo viendo un partido de futbol que pasaban por la televisión del lugar. Me dediqué a observar el lugar donde estábamos. Era típico de Francia, lo que a mi más me gustaba.

-¡No!-exclamó enojado.- No se cómo hacen para perderse ese gol.-golpeó la mesa.

-No entiendo por qué se ponen así.

-¿Quiénes?-preguntó sin dedicarme su mirada.

-Los hombres, son todos así cuando ven partidos de futbol.

-No lo creo _____.-dijo y negó con la cabeza.- ¿Has visto eso? No sabe siquiera atajar la pelota, hasta yo lo haría mejor.-dijo y se cruzó de brazos. Reí.- No me hace gracia, cariño.

-A mi si.-espeté pensando en la expresión que él acababa de utilizar.- ¿Cariño?-pregunté alzando una ceja.

-¿Qué? ¿Qué tiene?-hizo una mueca y se rascó la nuca.

-No lo se, nunca me has dicho así, solo cuando pretendes llevarme a la cama.-dije. Rió.

-Bueno, si no quieres no te lo digo.-alzó los hombros. Abrí la boca para hablar pero él continuó.- Hablando de eso, ¿cómo la has pasado anoche?-preguntó. Sentí como se acumulaba la sangre en mis mejillas.

-Dos frapuccinos para la mesa ocho.-dijo sonrientemente el mozo.

-Gracias.-dijimos Kendall y yo al unísono. El hombre hizo una leve reverencia y se retiro.

-¿Y?-preguntó retomando el tema.

-¿Y que?-dije desentendida. Rió.

-No te hagas la tonta.-me sonrió y tomó de su frapuccino.- Sé que te ha gustado.

-Si, realmente este frapuccino está de lo mejor.-dije y sonreí. Torció los ojos y me observó.- ¿Qué no hablamos de lo mismo?-pregunté inocentemente y luego le dediqué una pícara mirada. Negó con la cabeza.- Ah, pensé que hablábamos del frapuccino.-torcí la boca. Rió.

-¿Vas a esquivarme por el resto de la estadía en Francia?-preguntó. Negué con la cabeza.

-No te he esquivado, míranos, estamos aquí sentados hablando, no me he ido.

-Ya, deja de jugar.-dijo fastidiado. Reí.

-No estoy jugando, estoy tomando mi frapuccino.

-Te vas del tema, si. Eso quieres hacer.-asintió alegremente mientras acertaba a mis acciones.- Dime ya, ¿no te ha gustado? ¿Por eso no quieres hablar?

-No he dicho eso, Schmidt.-dije. Sonrió.

-Entonces…-me incitó a hablar.

-Y, si no es blanco es negro.

-Quiero escucharlo de tu boca.-dijo y tomó de su frapuccino.

-Ya lo has escuchado.-dije.

-No, ¿Cuándo?

-Kendall, te lo he dicho.

-Repítelo, no te he oído.-suplicó. Reí.

-Si me ha gustado.-dije. Me sonrojé al instante.- Ya, ¿esta sabroso el frapuccino?-pregunté. Rió y tomó mi mano que yacía sobre la mesa. Entrelazó sus dedos con los míos y me dedicó una mirada.

-Si, esta sabroso.-dijo. Bajé la mirada y luego volví a observarlo. Estaba más que claro que mi comportamiento era el de una nena.

Luego de tomar los frapuccinos, nos dedicamos a recorrer un rato más el lugar. Kendall parecía aburrido mientras yo comentaba sobre cada uno de los vestidos en vidriera.

-¿Kendall?-pregunté. Me observó.- ¿Cuándo es tu cumple años?-sonreí.

-El 2 de Noviembre.-dijo.- ¿El tuyo?

-Ah, falta para que celebremos.-sonreí.- Diecinueve de noviembre.

-Eso es en menos dos meses.-dijo. Asentí.- ¿Y por qué no me lo habías dicho?-preguntó.

-Pensé que no te importaba.-respondí con sinceridad.

-¿Cuántas veces debo decirte que si me importas? ¿Ah?-hizo una mueca y tomó mi mano con más fuerza.- ¿Vamos a celebrar?

-No lo se, no creo que tenga sentido.

-Vamos, ya déjate de melancolías.-dijo.- Podríamos hacer una fiesta.

-Kendall, no tengo amigas.

-¿Y que hay de Miranda y Halston?-preguntó.- ¿No son tus amigas?

-Si, pero las conozco hace poco.-respondí.

-Está también mi familia.-sonrió.- Ellos te quieren. Piensa en el regalo que te haría Katie.-sonreí mientras él hablaba.- Luego están Dustin, James y Carlos.-siguió con la lista.- También están las novias de Carlos y Dustin.-dijo.

-Con la novia de Carlos hablé solo en una cena y con la novia de Dustin nos hablamos solo tres veces para nuestra boda.-casi que me quejé. Rió.

-Puedo seguir nombrando gente, si me permites.-dijo.

El sol ya se estaba ocultando y sobre la ciudad quedaban solo unos pocos rayos brindando una tenue luz. Las luces de las calles ya estaban encendidas y se empeñaban en dar un tono más romántico al pequeño pueblo, por el cual, paseábamos Kendall y yo.

-A ver, dime.-dije.

-Okey, seguiré, pero comencemos a volver al hotel. Tenemos solo diez minutos de aquí hasta allá, vamos.-dijo y con las manos entrelazadas me dio una media vuelta. Giró sobre sus talones y se puso a mi lado. Soltó nuestras manos y colocó su brazo alrededor de mi cadera.- También podemos invitar a Kenia.-me dijo.- Se han llevado muy bien, luego de la pelea.-añadió y rió.

-Si, ella si sería una invitada.-dije. Sonreí.

-Lari, ella te quiere mucho.-me dijo. Asentí.- Macy y Alma.-agregó.- Ellas dicen que les has caído de lo mejor.

-Bueno, si tú dices.-alcé los hombros.

-De todas maneras nadie dijo que debías hacer una gran fiesta.

-Lo se.-dije.- Hay otro tema del cual quiero hablar.

-Dime.-me invitó a hablar y dedicó su dulce mirada a mis ojos.

-¿Por qué no quieres mandarme al instituto?-pregunté.

-¿Quieres ir a un colegio?-preguntó arqueando una ceja.

-Claro Kendall, ¿Qué crees? Me faltan dos años para acabar el colegio.-dije. Chasqueó la lengua.

-No lo necesitas, no vas a trabajar.

-¿Por qué no?

-Porque tú vas a dedicarte a criar a nuestros hijos mientras yo trabajo. Listo, todos felices.

-No, yo si quiero trabajar. Puede que cuando tengamos hijos…-me quedé callada.- ¿Vamos a tener hijos?-pregunté. Rió.

-Caes tarde, ¿eh?

-Kendall no quiero tener hijos, no por ahora.-dije arrugando la nariz.

-Nadie dijo que sería ahora.-dijo empujando la puerta de cristal del hotel.- Podemos esperar dos o tres años.

-Hasta mis veintidós.

-¿No es mucho?-preguntó.- Cinco años.

-Corrección Schmidt, son cuatro años porque estoy por cumplir mis diecisiete.-sonreí. Rió.

-Como digas, ¿no es mucho?

-Creo que esta bien, cuatro años. La que llevará el niño seré yo, así que no quiero quejas.-dije y le sonreí. Llamamos al elevador.

-Okey, como digas.-sonrió y juntos entramos a la caja metálica.

-Oye, me has evadido el tema.

-¿Qué tema?-preguntó ante mi sorpresiva acusación.

-La de ir al colegio.-me quejé. El ascensor llegó a nuestro piso y allí bajamos.

-Oh, sigues con eso.-me dijo mientras abría la puerta de la suite.

-Claro que sigo y seguiré hasta que tú me lleves a un colegio.

-_______.-se quejó mientras yo soltaba su mano.

-Vamos Kendall, no te cuesta nada.

-Si que me cuesta, dinero.-dijo y bufó.- Aparte ya han comenzado las clases hace un mes y tú quedarías muy sola.

-Más sola estoy en casa cuando tú sales a trabajar.-me quejé.

-Bueno, no iras al colegio.

-¡Kendall!-grité.

-¿Qué he hecho?-preguntó entrando al baño. Lo seguí.

-Quiero ir al colegio, aparte sería una buena forma de hacer amigos.

-No necesitas amigos si me tienes a mi.-dijo.- ¿Puedes salir? Quiero orinar.-se quejó.

-Cuando salgas terminamos esta conversación.-dije y cerré la puerta del baño.

Reposé mi espalda sobre la pared de lado a la puerta del baño. Esperé menos de tres minutos y Kendall salió corriendo del baño y se tiró sobre la cama.

-Kendall.-me quejé.- Quiero ir al colegio, quiero tener amigos y también quiero un título.

-______, dime; ¿qué pensaran en el colegio si saben que estás casada?-alzó una ceja y sostuvo su peso sobre su codo para mirarme mejor.

-No lo se, no tienen que saberlo.

-¿Y cuándo pregunten por tus padres?-preguntó. Me senté en la cama y lo miré.

-Kendall, hay muchos chicos huérfanos en el mundo, no soy la única. Aparte, puedo decir que tú eres mi hermano.

-Claro,Kendall Francis Scgmidt, hijo de Kenet Schmidt, el de la gran empresa en Nueva York, ese es tu hermano.-dijo. Estaba en lo cierto.

-Podemos decir que tu mamá no es mi mamá pero que tu papá tuvo una aventura con mi mamá hace mucho.-sonreí. Negó con la cabeza y rió.

-Eso no tiene sentido, linda.-rió.

-Bueno, diré que soy huérfana y que tú eres mi tutor.-sonreí. Estaba bien ideado.

-Okey y cuando tenga que inscribirte en el colegio, preguntarán por mi estado civil y tendré que decir que estoy casado porque es verdad, por lo tanto, pedirán que mi esposa vaya a firmar.-dijo. Torcí la boca.

-Me disfrazo y voy contigo.

-_____, deberías escribir cuentos, tienes mucha imaginación.-dijo y se puso de pie.- No vas a ir a ningún colegio.

-Okey, pues muérete.-dije y me puse de pie yo también.

-No empieces, ¿quieres?-dijo fastidiado mientras se desataba las zapatillas.

-No, tú has empezado. Kendall, tengo derecho a aprender.-dije y azoté la puerta del baño, acto seguido, me senté en el pequeño banco de madera.- ¡Imbécil!-grité desde allí.

No respondió, pero estaba más que segura que me había oído.

Tenía derecho a aprender, a estudiar y a hacer nuevos amigos pero, como siempre, Kendall se empeñaba en hacerme la vida imposible, en molestarme hasta que terminaba odiándolo. Pero ciertamente no lo odiaba, tenía ganas de mandarlo a la ahorca pero no lo odiaba, lo quería y demasiado.

-¿Vas a salir o debo entrar a buscarte?-preguntó luego de veinte largos minutos. No quise responder.- Siempre haces lo mismo, nos peleamos, te encierras en el baño y luego acabas llorando. Lo peor de todo es que yo, como gran estúpido, te doy consuelo y te quedas dormida en mis brazos.

-Pues déjame en paz y vete. Esta vez no será igual, no entraras al baño, no me harás llorar y tampoco dormiré contigo.

-Okey, como digas. Lo único que voy a decirte es que no pienso dormir en el sillón.-gritó y le dio un fuerte golpe a la puerta.

-Has lo que se te de la merecida gana.

-Bueno, de todas maneras, esta vez no voy a rogarte tras la puerta.-dijo. Bufó y tres minutos después volvió a hablar.- ¿Puedes salir? Quiero hablar contigo.-dijo. Sonreí.

-No quiero salir, vete a dormir y mañana hablamos.-dije y me puse de pie.- Odio que nos gritemos cualquier cosa cuando estamos peleando así que hablemos mañana cuando los dos estemos enfriados.-dije. Suspiró.

-Esta bien. ¿No quieres cenar?

-No, gracias.-dije. Sentí sus pasos alejarse.- No pienso cenar solo.-dijo en un bufido.

Estaba aburrida y sentía los pasos de Kendall por toda la habitación. Ni siquiera sabía que hora podía ser pero el hambre aún no me invadía. Observé por la pequeña ventana del baño y pude ver a varios autos andando por la calle. No debía ser muy tarde. Me senté en el banco de nuevo y torcí la boca pensando que podía hacer. Tal vez podía meterme al agua templada del jacuzzi, si eso haría.

Llené el enorme jacuzzi de agua y espuma, mientras los chorros largaban agua tibia, me metí allí. Eché mi cabeza hacía atrás y me relajé por un rato. Cerré los ojos y pronto caí en un profundo sueño.

Cerca de las tres de la mañana, el frío se apoderó de mi cuerpo desnudo. Rápidamente salí de allí para envolverme en una toalla. Tomé mi ropa y giré la llave para salir del baño.
Las luces de la habitación, permanecían apagadas. Pude divisar la cama y una enorme montaña en ella, seguro era Kendall. Corrí hasta el pequeño living y encendí las luces para revolver mi valija. Tomé mi pijama y me lo coloqué. Dejé la toalla tirada sobre el sillón y me coloqué unas medias, ya estaba más templada.
Apagué las luces del living para irme a dormir, no pensaba acostarme en el sillón, iba a compartir la cama con mi esposo.
Por desgracia, Schmidt, estaba tendido en la cama dejando un solo y pequeño hueco para mi, no entraba allí. Lo moví un poco para que me cediera un poco de espacio pero se negó y se puso boca abajo aplastando su rostro con la blanca almohada.

-Kendall, hazme un hueco.-acaricie su cabello mientras intentaba ser suave al despertarlo.- Tengo frío.-me quejé. Se removió bajo las sábanas y levantó la cara para observarme, aún con los ojos casi cerrados.- Hazme un hueco.

-No, duerme en el baño.-dijo fastidiado y dejó su cabeza caer de nuevo en la almohada, esta vez, de costado.- Estás enojada conmigo y no me quieres perdonar.

-Si te perdono y también te pido perdón.-dije acostándome en el pequeño espacio que había.- ¿Puedes perdonarme?-susurré a su oído.

-Si, te perdono.-dijo y se hizo a un costado dejándome espacio.- Ven aquí.-dijo luego y abrió la cama para que yo entrara.

Le hice caso y me metí bajo las sabanas. Kendall no tardó en abrazarme y colocar su cabeza en mi hombro. Respiró profundo y cerró los ojos.

-¿Puedes prometerme que no pelearemos más?-preguntó en un susurro.

-Lo prometo.-susurré y cerré los ojos para quedarme dormida por segunda vez esa noche.

La Bella y la Bestia. -TERMINADA- Kendall SchmidtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora