No tenía por qué, pero estaba nerviosa. A tan solo un día de mi boda, la cual, no sabía cómo iba a ser. Kendall no había estado en casa los últimos dos días, o por lo menos, no habíamos hablado casi nada.
Las empleadas iban y venían por toda la casa, gente que arreglaba el jardín, personas que colocaban adornos. Kath se la pasaba en casa, cuidando detalle por detalle, dando órdenes sin cesar, intentando que todo fuera lo más perfecto posible.
Kendall, llegaba a las once de la noche y pasaba directo a la ducha, luego, a la cama. Sin cenar en casa, sin almorzar en casa, sin hablarme más que para desearme un buen día o dulces sueños.
Ya no compartíamos cama, pues luego de haber descubierto la habitación de huéspedes, no iba a permitir que Kendall me retuviera en su habitación.
Estaba todo listo, solo faltaba el sí de ambos y Kendall sería feliz para siempre.
-¿Estas despierta?-preguntó una voz adormilada. Me senté en la cama y miré la puerta entreabierta de la habitación.
-Sí, pasa.-dije sabiendo que era Kendall quien estaba del otro lado de la madera.
-¿No duermes?
-¿Me ves dormir?-dije divertida. Rio y entró en la habitación.- No puedo, no sé por qué.
-Yo se.-dijo y se puso de pie junto a mi pequeña cama.- ¿Me haces un hueco contigo?-preguntó acomodando su pantalón a cuadros.
Sin responder a esa pregunta, me hice a un lado y él se sentó a un costado.
La escasa luz de la luna iluminaba la habitación. Kendall y yo, dominados por el nerviosismo, sin poder dormir, juntos, a las tres y media de la mañana.
-¿Por qué?-pregunté intentando no mirarlo a los ojos.
-Porque ambos estamos nerviosos.-respondió sin siquiera mirarme. Ambos, mirábamos a la pared celeste de la habitación, que en estos momentos, se veía blanca, gracias a la escasez de luz.
-No estoy nerviosa.-mentí. Chasqueó la lengua y pasó uno de sus brazos por encima de mis hombros. Besó mi mejilla.- Es en serio Kendall.-tragué saliva sonoramente. Rio.
-Perdona.-susurró.
-¿Qué?-pregunté sin comprender.
-Que me perdones ______.-susurró de nuevo.
-He escuchado pero no sé a qué te refieres.
-Solo perdóname, no preguntes por qué. Perdóname.-su voz sonaba sincera y sus besos sobre mi mejilla no me dejaban pensar más que, eso salía de su corazón.- ¿Puedes perdonarme?
-No puedo perdonar algo que no sé qué estoy perdonando.-dije confusamente.
-No preguntes _______, pero perdóname.-insistió.
-Te perdono Kendall.-dije serena y acaricie su rostro.
Acomodó su cabeza sobre mi hombro derecho y sentí su respiración sobre mi cuello. Tomó una de mis manos y la entrelazó con una de las suyas. Brindó leves caricias a mis finos dedos y luego dio un suave besó sobre la palma de mi mano. Alzó la mirada con suma delicadez y me sonrió.
-Mañana veras a mi hermana.-dijo.
Finalmente, comprendí.
Él no estaba nervioso por la boda, si no, por ver a su pequeña hermana. Sus nervios se debían a algo que a él de verdad le importaba, no a pararse en el altar y pronunciar un simple “si” para toda la vida. Él amaba a su hermana y quería tenerla cerca. No me amaba a mí, era solo su pase a la vista de Kendall a su pequeña hermana.
-Tú también la veras.-dije sonriente.
Ocultar las lágrimas, no siempre es fácil.
-Claro que si.-dijo emocionado.- Imagínate lo hermosa que estará.-sonrió de nuevo. Desvié la mirada.- ¿No te emociona?-preguntó.
-Si, obvio que si, Kendall.-dije intentando sonar feliz.
-Que bien.-dijo y suspiró.- ¿Puedo dormir contigo?
Esa pregunta resonó una y mil veces en mi cabeza. Pensé en decirle que sí, pero luego, mis ganas de llorar volvieron y sí él estaba en la habitación, no podría desahogarme con la almohada.
-¿Qué necesidad de dormir conmigo tienes?-pregunté.- De mañana en adelante, estoy obligada a dormir contigo.
-Eso es cierto.-dijo y vi como cerraba sus ojos.- Pero una noche más, no le hace mal a nadie.
Pero en eso, Kendall se estaba equivocando. A mí si me hacía mal, me hacía ilusionarme con cosas que nunca ocurrirían, me hacía sentirme utilizada, sin valor alguno.
-No.-dije secamente. Abrió sus ojos y volvió a mirarme.
-¡Que mala eres!-exclamó con suma tranquilidad.- Te he tratado bien.
-Solo ahora. No me has tratado bien ni tampoco mal, simplemente, no me has tratado.-alcé los hombros y con ellos, la cabeza de Kendall.- No has estado en casa por días.-dije casi quejándome.
-No te enfades, linda.-dijo divertido.
-No me enfado Schmidt.-le dije.
-Hacía mucho no me decías así.-levantó su cabeza de donde yacía y me sonrió.- No dormiré contigo pero mañana, no te salvas.-se puso de pie.- Supongo que tampoco querrás regalarme un beso.-me dijo y se rascó la nuca.
-Supones mal.-murmuré.
-¿Oí lo que creo que oí?
-No se que has oído, pero si oíste lo que he dicho, es cierto.-sonreí de costado. Bajó unos centímetros y me besó.
-De nuevo, perdona.-me dijo. No comprendí, nuevamente.
-No se por qué, pero voy a perdonarte. Hasta hoy más tarde.-le dije. Rió.
-Hasta más tarde.-me secundó y salió por la puerta de mi habitación.
Parpadee tres veces seguidas sin poder creer que Kendall y yo nos estábamos llevando bien. Alcé mi mano y la coloqué sobre mis labios. Él acababa de besarme, recordé con entusiasmo. Me introduje entre las verdes sabanas y apoyé mi cabeza sobre la almohada.
De algún modo, tenía que conciliar el sueño.
-Arriba linda, no querrás ir desarreglada.-dijo una dulce voz quitándome el acolchado que cubría mi cuerpo. Me enredé en las sabanas.- Vamos, tenemos muchas cosas por hacer.-dijo la misma voz.
-¿Todavía duerme?-preguntó una mujer, que al parecer, venía entrando.
-¿Ella es ______ Lindermann?-dijo otra de voz más fina.
-Si, es ella y si, aún no se levanta.-dijo la misma que me había despojado de lo que me hacía sentir cómoda y tibia.
-Vamos, arriba.-dijo una de las voces en tono imperativo.- Simple _____, abre los ojos, sabemos que nos escuchas.-dijo.
Finalmente, me rendí.
-Ya, déjenme en paz.-volteé la almohada y seguí durmiendo.
-No, no vamos a dejarte en paz porque son las doce y media de la mañana y tienes turno en la peluquería a la una y diez.-dijo una voz enojada.
Me senté en la cama y estiré mis brazos. Pronto, abrí mis ojos. Tres mujeres me miraban intensamente y esperaban que me levantara.
-No me vean de esa manera.-dije. Las tres voltearon a la vez y se dedicaron a mirar la pared.- ¿Qué hacen?
-Privacidad.-dijo una de ellas.
-Okey.-dije entendiendo que padecían de algún problema mental.- ¿Puedo darme una ducha?-pregunté.
-Claro que si. Iremos a preparar su desayuno.-dijo una de ellas y codeó a las demás para salir con rapidez del cuatro.- No se demore mucho.-gritó desde afuera.
Hice una mueca torcida y me puse de pie. Iba a obedecer. Tomé una toalla y entré a la ducha. Tan pronto como estuve lista, me coloque la ropa y bajé mientras me revolvía el cabello. Las tres me miraron y luego desviaron la mirada. Eran raras.
-He aquí, su jugo de naranja y su manzana.
-¿Por qué debo desayunar esta escasez?-pregunté enarcando una ceja.
-Porque debe desayunar liviano.-sonrió una.
-Oh, claro, es que puedo engordar en tan solo seis horas.
-Eso es muy poco tiempo y en veinte minutos debemos estar en la peluquería. Por favor, apúrese.-dijo una impaciente castaña a mi lado.
Comencé a desayunar lo poco que me habían servido. Y como era de esperarse, cinco minutos después acabe, debido a que no tenía mucho que comer o tomar.
-Ya, vamos.-dijo con emoción la castaña.
Las cuatro, juntas, subimos a un automóvil negro que estaba aparcado al frente de la casa. En menos de quince minutos llegamos a la peluquería, que para mi asombro, no había casi nadie.
-Discúlpenos, sentimos llegar tarde.-dijo una de ellas.
-No hay problema, ¿Cuál es la novia?-preguntó la mujer con múltiples broches en el cabello.
-Yo.-dije levantando mi mano levemente.
Antes de poder seguir hablando, la mujer de broches, me llevó hasta donde se suponía, lavarían mi cabello. Y aunque insistí varias veces con que me acababa de duchar y no necesitaba lavar mi cabello nuevamente, ella lo lavó como si fuera más delicado que la porcelana.
-¿Te peino a mi manera?-preguntó.
-No, tiene que ser un buen peinado que quede para el vestido que ha elegido ella.-opinó una de mis “damas de compañía”, mientras leía una revista de moda.
-Descríbanme el vestido, por favor.-dijo con felicidad la pelirroja mientras secaba mi cabello con un enorme secador.
La chica que se hacía llamar “Lari”, describió mi vestido a la perfección. Lo cierto era que me sonaba extraño porque ella nunca lo había visto, o eso creía yo hasta hace diez segundos.
Luego de que la pelirroja con distribuidas pecas por el rostro terminara de secar y planchar mi cabello, me llevaron a una especie de salón de belleza.
-Vamos a hacer un maquillaje algo sutil y delicado, solo resaltaremos las partes más bellas de mi rostro.
-Es bella.-opinó una de las chicas del salón de belleza.- Vas a tener que resaltar todo.-sonrió luego. Le devolví el gesto.
-Gracias.
-No hay de que, linda.-me dijo y volteó para abrir algunos cajones y sacar algunas cremas.
-Ahora, solo déjate llevar por la magia del maquillaje que solo Bárbara y yo, sabemos hacer.-sonrió.
Me indicaron que cerrara los ojos y no me dejaron verme en el espejo hasta que el maquillaje hubiera estado finalizado. Bárbara, colocó todo tipo de cremas sobre mi rostro, limó mis uñas (pies y manos) y luego comenzó con el esmaltado de estas. Cuando terminó con eso, ambas, comenzaron con el maquillaje de mi rostro.
Pinceladas por aquí, pinceladas por allá.
-Lista.-dijo luego de media hora.
-¿Puedo abrir los ojos?-pregunté.- Me estoy por quedar dormida.-añadí y ellas rieron al unísono.
-Ábrelos y obsérvate.-dijo Bárbara.
Abrí mis ojos y vi a una _______ completamente distinta a mi. Ella llevaba el cabello lacio por debajo de los hombros, los ojos sombreados casi naturalmente, los labios resaltaban un poco más y las mejillas rosadas daban un tono de sutileza al maquillaje.
-¿No te gusta?-preguntó la otra al ver que me analizaba mucho.
-Oh, claro que si.-dije sonriente.
Luego, terminaron con mi peinado. No más que dos trenzas cocidas a los costados que se enganchaban detrás de la nuca y levantaban el cabello formando una pequeña cascada. Lo que restaba de este, era lacio y brillante.
-Listas para ir a casa y que te vistas.-dijo Lari poniéndose de pie.
Estaba molesta con esas tres chicas que me habían perseguido toda la mañana y la tarde. Me atendían demasiado y para mi gusto, eran cargosas. Las cuatro juntas nos subimos de vuelta al auto negro y partimos hacía la casa.
-Debemos entrar por la puerta trasera.-dijo una de ellas.- Kendall dijo que a esta hora habría gente en la casa.-nos comentó. Las demás escucharon atentas.
-Habrá música para cuando lleguemos.-dijo Lari.
-Oh, genial.-agregó la otra.- ¿Estas nerviosa _______?-preguntó tomando mis dos manos. Las aparté de ella.
-Claro que si.-dije sonando lo más convencida posible, pero luego me di cuenta, que si estaba nerviosa.- Voy a casarme, ¿tú que crees?
-Tienes suerte.-dijo Lari cruzándose de brazos.- Kendall es perfectamente perfecto.
Mentalmente, coincidí con ella.
-Es todo, tiene dinero.-añadió otra.
-¿Tu nombre?-le pregunté.
-Macy.-me dijo. Asentí.
-El dinero no lo es todo, Macy.-le dije. Lari y la otra rieron.- ¿Tú? ¿Cómo te llamas?-le pregunté a la restante.
-Chles.-me dijo.
-Nombre de perro.-agregaron Lati y Macy al unísono.
-Oye.-dijo Chles ofendida. Reí.
-Ya, basta. Es un lindo nombre.-le dije. Sonrió.
Cuando el auto aparcó frente a la casa, la música resonó en nuestros oídos. Chels, Macy y Lari se emocionaron y bajaron rápido del auto.
-No debe verte nadie.-dijo Macy. Asentí.- Vamos por detrás.-añadió.
Corrimos por el jardín, hasta llegar a la puerta trasera y allí entramos a la casa.Chles inspeccionó el comedor y cuando estuvimos seguras de que no había nadie que pudiera verme, corrimos escaleras arriba.
-¿Dónde esta Kendall?-pregunté cuando nos encerrábamos en la habitación de mi casi esposo.
-No esta aquí, ya lo veras, no seas ansiosa.-dijo Lari golpeando mi hombro.
-Okey, solo quería saber.
-Creo que mencionó algo de que se vestiría en el apartamento de James.-gritó Macy desde el vestidor.
-¿Desde cuando conocen a Kendall?-pregunté.
-De la universidad.-respondió Chels y abrió la caja de mis tacones.
-Nos pidió ayuda y aceptamos.-sonrió Lari.
Macy entró nuevamente a la habitación, con mi vestido en manos. Lo admiré, no me arrepentía de haber gastado semejante cantidad de dinero en ese hermoso vestido, aunque el dinero, era de Kendall.
-Buena elección ______.-dijo Lari sentándose en la cama.
-Gracias.-me senté a su lado.
-Bueno, vamos a ayudarte con el vestido y los tacones. No puedes despeinarte.-dijo Macy. Asentí.
-Ponte de pie.-me ordenó Chles.
Me quedé en ropa interior frente a ellas, después de todo, eran mujeres y no había nada que ellas no hubieran visto jamás, pero la vergüenza no me abandonó hasta que estuve con el vestido puesto.
-Ajusta allí atrás.-le dijo Lari a Macy mientras ella chequeaba que mi cabello estuviera sano y salvo.- Genial.-sonrió.
Chles corrió a su bolso y sacó un pequeño frasco de perfume con forma de manzana.
-Es especial y delicioso.-sonrió con emoción.- Se que te dará suerte.-dijo antes de presionarlo y las gotas chocaron en mi cuello.
-Estas hermosa ______.-dijo Lari.
-Gracias.
-Faltan los tacones y pronto podré decir que estas lista.-dijo Macy. Chels sonrió.
Me senté en la cama y cómodamente me coloqué ambos tacones. Eran de gran altura, pero no perdían comodidad.
-Ahora si, lista.-sonrió Macy.
-Hagamos una foto.-dijo Lari revolviendo su bolso.- Aquí.-sonrió y sacó la cámara de fotos.
Corrió y colocó la cámara sobre un estante del armario, puso el temporizador y volvió a correr hacía nosotras.
-1, 2 ,3.-gritó Cles y el flash salió disparado.
-Esta muy linda.-dijo Lari tomando la cámara entre sus manos.
-¿Se puede?-dijo una voz desde afuera de la habitación. Era una mujer.
-Si, adelante.-dijo Macy acomodando las cajas y las cosas que habíamos desordenado.
-Oh, _______, estas hermosa.-dijo una tierna voz maternal.
-Oh, mi Dios.-me tapé la boca con ambas manos.- Jane, hacía tanto que no te veía.-casi grité antes de correr a abrazarla.
Me tomó sutilmente entre sus brazos y sonrió. Estaba mas corpulenta y tenía un cortes distinto. Me separé de ella y le sonreí.
-Estas… muy, muy linda.-le dije. Sonrió y examinó mi vestido.
-Si te digo que estas linda, me quedo corta.-me halagó.
-Gracias.
-No hay de que, pequeña.-dijo acomodando su maquillaje.- Kendall me ha pedido que venga por ti, dice que puedes bajar cuando quieras pero que no tardes.-sonrió con emoción.
-Okey, ya enseguida bajo.-dije y puse mi mano sobre su hombro.- Te eché mucho de menos.-expresé con mi más sincero sentimiento.
-Y yo a ti.-me dijo y volteó para retirarse.- Nos vemos en unos minutos, iré a buscar un buen lugar para ver el beso más de cerca.-dijo y sonrió.
La vi salir de la habitación y volteé a ver a las tres chicas que me sonreían.
-Y bueno, ya debes bajar.-dijo Macy.- Y nosotras, debemos correr a vestirnos para, por lo menos, verte entrar al camino de flores.-sonrió.
-Claro que si.-la secundó Lari.- Vamos, Chles, camina. Y las tres, salieron de la habitación sin decir más nada.
Me quedé sola, sin compañía. Ya no había escapatoria, era bajar, poner mi mejor cara y decir “si, acepto”. De seguro Kendall estaba hermoso, más de lo habitual. Sonreí y me senté en la cama. Estaba más que nerviosa e iba a llorar si no me contenía un poco.
Era hora de bajar y estaba convencida de que si quería dar el “si”, casarme con él, pero no a esta altura de mi vida, no con dieciséis años, no con obligación, si no, más adelante, con mayor edad y porque ambos quisiéramos.
El reloj de la mesa de luz, marcó las siete, ya era hora de estar abajo. De seguro, todos sentados, esperando a la novia. No podía no aparecerme. Tomé valor y me puse de pie. Giré el picaporte y caminé haciendo sonar mis tacones por todo el pasillo. Llegué a la escalera y miré los escalones que debería bajar para llegar a la puerta del jardín y así, estar en la boda. Tomé el barandal de la escalera y comencé a bajar.