-No va a salir corriendo de momento a otro, tómale las manos-dije desde el otro lado de la habitación.
-Me da miedo que se caiga, pero quiero que camine-se quejó frunciendo el ceño.
-Vamos, Kendall, hazlo caminar.
-Bueno, bueno, pero despacio.
Tomó las dos pequeñas manos y lo tiró hacia arriba para ponerlo de pie. El niño rió dulcemente y dio dos pequeños pasos. Kendall sonrió.
-Vamos con mamá, Karin.
Reí al verlo con tal cara de pánico. Llevábamos dos semanas intentando que el pequeño caminara por lo menos cinco metros y Kendall quería lograrlo hoy, dos días antes del primer cumple años de Karin.
-Solo dos pasos más, campeón-lo alentó.
Karin tropezó con su propio piecito y cayó entre mis brazos. Kendall rió al verlo asustado mientras tironeaba mis cabellos. Me puse de pie con el niño en brazos y besé su mejilla efusivamente.
-Ya va siendo hora de que camines, Karin-le dijo Kendall detrás de mí-. Tu tía camino antes de su primer año.
Karin se cubrió la cara con ambas manos y luego rió entre el hueco que formaban sus suaves y pequeñas manitas. Era un pequeño simpático y el calco de su padre.
-¿Qué es lo gracioso?-preguntó Kendall y el niño se quitó las manos de la cara-. Yo sé que me entiendes, pequeño diablillo-le dijo con una fina voz.
Reí y vi como Karin le tendía los brazos a su padre para que lo tomara. Kendall hizo caso a los pedidos de su hijo y lo tomó en brazos.
-Es que me quieres tanto que no soportas estar sin mí-lo abrazó.
-Ni te creas, Kendall-reí y besé su mejilla-. Vamos a llevarlo a su cuna.
-Puede dormir con nosotros, ______-dijo mientras salíamos de la sala de juegos.
-Kendall, ya te he dicho que no es bueno.
-Pero es que él me ha pedido eso, ¿no que si, Karin?-tocó su pancita y el niño largó una risotada.
-¿Él te lo ha pedido?-pregunté en una risa mientras caminaba de espalda por el pasillo-. ¿Cómo te lo ha dicho?
-Dijo, muy simple; Karin querer dormir con papi.
Reí ante las palabras de Kendall y entré en la habitación de Karin.
-Resulta que ahora el niño habla como cavernícola.
-Es que ya sabes, así hablan los niños pequeños.
-Ni siquiera dice “Mamá” y “Papá”, pero pide dormir contigo-dije riendo.
Él me sonrió y luego le dedicó su mirada a Karin.
-¿Qué crees, niño? Para mí, mami debería dormir en la cuna y tú conmigo.
Karin hizo un movimiento de cabeza y él muy anormal de Kendall pensó que había dicho que si.
-Ya, ¿lo ves?
-Kendall, déjalo en la cuna.
-Yo sé que me quieres todo para ti, pero comparte con Karin, él es un pequeño indefenso que necesita que su padre le cuenta historias de piratas.
Arqueé una ceja. Kendall había cambiado tanto después del nacimiento de Karin.
-Yo sé lo que necesitas tú, cariño-me sonrió-. Pero te lo doy cuando quieres-añadió.
Comencé a desarmar la cuna del niño. Estiré los brazos hacia Karin y él me tendió los suyos para que lo tomara en brazos.
-No escuches al grosero de tu padre, déjalo, se comporta como un adolescente con hormonas descontroladas.
-No es cierto, Karin-dijo mi esposo mientras yo arropaba a Karin.
-Si que lo es, cariño-le sonreí a Kendall-. Ahora, cierra esos pequeños ojitos y a descansar.
-Es una noche, ________. Me da ternura abrazarlo para dormir.
Ya me sentía reemplazada y sonaba muy estúpido, pero Kendall hacia que eso sucediera. Le daba más cariño al niño, que a mí. Lo sé, lo sé, mis pensamientos son algo alocados y es medio ilógico que este algo celosa de mi hijo.
-¿Por favor?
Mientras acomodaba la habitación de Karin, seguí hablando con Kendall. Prendí la pequeña lámpara y le puse su móvil musical al pequeño.
-No, Kendall, he dicho no-respondí un tanto enfadada.
Kendall se percató de mi tono de voz y se acercó a ver a Karin que cerraba sus hermosos ojos verdes al compás de la música.
-Hasta mañana, hijo-habló suavemente-. Que descanses.
Y luego de desearle buenas noches a Karin, salió de la habitación.
¡No podía ser posible que se enfadara! Yo tendría que estar enfadada, no él.
¿Pero que clase de estupideces dices, ______?- Me pateé mentalmente-.Kendall y tú, están casados, como dos adultos maduros, con un pequeño y aún así, se la pasan peleando- añadí a mis pensamientos.
Levanté unas ropas del suelo de la habitación y luego observé al niño con su respiración uniforme, había conciliado el sueño. Salí de la habitación y bajé las escaleras para dejar la ropa en la lavandería, la dejé y luego subí a mi habitación.
Kendall estaba tirado boca abajo, con la espalda descubierta y la cama semiabierta. Cerré la puerta de la habitación y encendí el intercomunicador del niño, la música infantil llegó a mis oídos y Kendall murmuró mientras se movía y me daba la espalda.
Lo dejé pasar, era tan infantil que no quería enfrascarme en una estúpida discusión como esas. Caminé hacia el baño y me quité el maquillaje, até mi cabello en una coleta y me quité la ropa para dejarla en el cesto de la ropa sucia. Entré a la habitación, en ropa interior y busqué mi pijama.
-Vas a enfermarte, cúbrete con la manta-le dije mientras apagaba la luz.
Se quejó y cerró sus ojos para luego apagar el televisor. Lo dejé pasar nuevamente, no iba a molestarme con él, por hacerse el enojado conmigo. Entré en la cama y me cubrí con las mantas, cubriendo así, una pierna de Kendall.
Su piel se erizó ante el rose de la tela sobre ella. Me acerqué a él y lo cubrí completamente, pasé una de mis manos por su pecho y él la tomó entre las suyas.
-Abrázame, ________-murmuró.
Sonreí ante su débil voz e hice lo que me pedía, lo abracé. Detrás de su fuerte espalda, mi mano en su mano, mi respiración en su cuello, la seguridad debajo de las sabanas. Entrelacé mis piernas con las suyas y él dio un suspiro.
-¿Estás enojado?-pregunté.
-Tú estás enojada.
-En serio que no lo estoy-respondí en un susurro.
-_______, no sé por qué, pero te comportas como si quisieras llamar la atención, quizá estoy pensando cualquier cosa, pe…
-Es que eso es lo que quiero-lo interrumpí.
Su cuerpo se tensó bajó mis piernas y sentí como luchaba por acomodarse entre mis brazos, sin soltarse de mi agarre. Quité mi mano de la suya y mis piernas de encima de él, dio media vuelta y quedó cara a cara conmigo. Le sonreí levemente en la oscuridad.
-¿Qué has dicho?
-Que quiero llamar tu atención.
-Es que ya la tienes, ¿por qué querrías hacer eso?
-Porque siento que Karin se lleva crédito de todo, que tú lo amas más que a mí, que piensas en pasar más tiempo con él que conmigo.
-¿Sabes que lo que dices es muy estúpido?-preguntó arqueando una ceja.
-Sí, pero es lo que siento. ¿No me dijiste que no nunca me cambiarias por nadie?
-_______, es nuestro hijo.
-Y sabes que lo amo, como a ti también te amo, pero, ¿tú a mi me amas?
-Oh, Dios, esas preguntas que se te cruzan por la cabeza-se quejó-. Escucha bien y no me hagas repetirlo otra vez con alguna de tus preguntas nocturnas que luego alteran mi sueño y me dan insomnio.
Apreté los labios. Kendall pasó uno de sus brazos por mi cintura y me atrajo a él.
-Te amo, te amo como a ninguna mujer, grábatelo, ________ Schmidt.
Le sonreí mientras una estúpida lágrima caía por mi mejilla. ¿Podía ser acaso más hermoso? Claro, él siempre me sorprendía con sus encantos.
-También te amo, Kendall.
-Cariño, no entiendo cómo puedes sentir celos de Karin.
-No son celos-me quejé-. Él es mi pequeño Karin y tú eres mi Kendall, no hay duda de que me perteneces, pero a veces me parece que te gusta estar más con él que conmigo.
-Lo último que voy a decirte por ahora es que, contigo me gusta compartir mucho y sabes a lo que me refiero, no tan solo en la cama, si no, viajes, compras, simplemente tomarte de la mano en un extraño lago al que te gusta ir más a que ningún otro lugar, pero con Karin me gusta jugar, enseñarle cosas, darle lo que mi padre nunca pudo darme, ¿comprendes eso?
Si una lágrima había parecido estúpida al principio, esta era una chorreadura de estupideces. Kendall me sonrió tiernamente y pasó el dorso de su mano por mi mejilla, llevándose las saladas lágrimas que recorrían mis mejillas.
-Eres tan hermoso que… que…-me quedé callada. Kendall me besó-. Me dejas sin palabras.
-No tienes por qué responder-volvió a besarme-. ¿Alguna otra duda?
-No.
Negué con la cabeza a la vez que hablaba. Kendall volvió a besarme, pero esta vez, con más intensidad. Ese pequeño beso, se transformó en la fuente de hormonas alborotadas que pronto serían calmadas por el éxtasis de esa noche.
El pequeño aparato que daba sonidos de la habitación de Karin, sonó. El pequeño sollozaba entre sueños. Su respiración era agitada y no tardó en llorar a gritos.
Kendall cerró los ojos con fuerza y se bajó de encima de mí.
-Voy yo-dijo y se sentó al borde de la cama.
-Deja, voy yo-hice lo mismo.
-Vas a enfermarte si sales de lo tibio, métete allí, ya lo calmo y vuelvo a la cama.
-Al revés, Kendall-le dije y me coloqué las pantuflas-. Las tres noches pasadas, has ido tú con la misma excusa. Te quedas allí.
Y sin pronunciar otra palabra, yo salí de la habitación mientras Kendall se quedaba sentado sobre el borde de la cama.
Entré a la habitación de Karin. El niño movía sus manos y se frotaba los ojos para luego soltar otro sollozo.
-¿Qué es lo que le sucede a mi nene?-pregunté tomándolo en brazos.
Karin, al sentir el calor materno, dejó de llorar y apoyó su cabeza sobre mi hombro. Besé su mejilla y él cerró sus ojos con suma delicadeza, para luego, respirar sobre mi cuello. Necesitaba a alguien que lo cuidara mientras él conciliaba su sueño. Decidí no dejarlo en su cuna, para así, llevarlo a la cama con nosotros. Kendall se pondría feliz.
-¿Qué era lo que…?-su pregunta quedó en el aire al verme entrar en la habitación-. Y luego soy yo.
Reí levemente y acosté a Karin en el medio de la cama. Sus finos cabellos rubios, se movieron y abrió sus ojos verdes para cerrarlos nuevamente. No porque era su madre lo decía, pero, el niño era precioso.
-Es un Kendall en pequeño-dije metiéndome entre las sabanas.
-Nada que ver.
-Oh, vamos, Kendall-dije en un susurro-. Te miro a ti, lo miro a él y solo veo diferencia de tamaño corporal. Es que, ya sabes, él tiene un año y tú como setenta.
-Ni siquiera he llegado a los treinta, no seas mala-se quejó y frunció el ceño-. Si me permites, quiero dormir, con mis dos personas favoritas en la tierra, ¿me dejas?
-Cursi-murmuré.
-Te escuché, pequeño algodón de azúcar.
-Kendall, ¿Qué te ocurre?-pregunté en una carcajada.
-¿Viste que todas las parejas tienen un apodo?
-Pero no algodón de azúcar.
-Bueno, algo es algo, ________, no te quejes.
Reí ante sus estupideces y apoyé la cabeza sobre la almohada. Kendall hizo lo mismo y luego estiró su brazo por detrás de la cabeza de Karin, sobre las almohadas.
-Que descanses, mi bella, te amo.
-Ese es un poco más bonito, también te amo, bestia.
Entrelacé mi mano con la suya, con cuidado de no tocar la cabeza de Karin un poco debajo de nuestras manos entrelazadas. Cerré los ojos y en menos de dos minutos, el sueño se apoderó de mí.
Un pequeño movimiento en la cama, me hizo sentarme y frotar mis ojos.
-No, Karin, te dije que no molestaras a mamá-lo regañó Kendall y lo bajó de la cama-. Sigue durmiendo, cariño.
-Mami-dijo Karin en un gritito.
Kendall lo soltó, haciendo que el niño cayera de cara sobre las sabanas.
-¡Tonto!-le grité.
-¡Dijo mami!-gritó Kendall.
Despertar entre gritos, nuevas palabras de mi hijo, estupideces de Kendall y un pequeño con gorro gris igual al de su padre, era confuso.
Me moví en la cama y tomé a Karin en mis brazos. Lo senté sobre mi regazo y sonrió. No se había hecho daño y mucho menos le había importado que sus padres no le hubieran prestado atención.
-¡Mami!-gritó nuevamente.
Kendall se cubrió la cara con ambas manos y se sentó a mi lado, en la cama.
-¡Papá!-le gritó Kendall.
El niño hizo morros y luego soltó un pequeño llanto antes de ser estrechado en mis brazos.
-Eres un bruto.
-Claro, tú siempre primero.
-Lo dijo solo, no le pedí nada.
-Anoche hicieron un trato-se quejó.
-No seas estúpido.
-¡Mami!-gritó Karin colgado de mi cuello.
Kendall se puso de pie y miró al niño que lo observaba desde debajo de mi barbilla, con los ojos brillantes y una pequeña mirada de admiración y miedo.
-Kendall, papá, papi, viejo… ¿algo?
Reí ante sus palabras.
-Mientras más lo presiones, peor será.
____
La nieve se encargó de cubrir la casa por todos lados. El jardín estaba repleto de copos blancos que se juntaban para dejar una gruesa capa sobre el césped y todo lo que estuviera debajo de ella.
-Nieve-le dijo Kendall mientras señalaba por la ventana del coche-. Eso es nieve, Karin.
Karin sonrió a su padre y Kendall le devolvió la sonrisa. Se veían tan lindos juntos, eran perfectos y casi iguales.
-Odio el camino nevado-se quejó Kendall frunciendo el ceño.
-Ya nos queda poco, tú solo sigue con el ceño fruncido.
-¿Por qué?-preguntó divertido.
-Porque me gustas así, enojado-le dije riendo.
Me dedicó una mirada relámpago y sonrió nuevamente. Aparcó el auto en frente a la casa de sus padres y apagó el motor.
-¿Llevo a Karin y tú bajas las cosas?-pregunté.
Él asintió.
Como cada domingo de cada semana, Kendall, Karin y yo, almorzábamos en casa de los padres de Kendall. Era un hermoso día en familia, ya que, Kendall y yo, nos la pasábamos juntos mientras Katie jugaban con el pequeño Karin. Los padres de Kendall, por supuesto, amaban a su nieto y se lo pasaban de brazo en brazo, dejando que nosotros dos disfrutáramos de la compañía mutua, en este caso, junto al fuego.
-¡Katie!-gritó Kathy mientras llenaba de besos a Karin.
La niña no tardo en bajar las escaleras, como un rayo. Lo primero que hiso fue colgarse de mi pierna.
-¿Cómo has estado niña?-preguntó Kendall besando la mejilla de su hermana.
-El domingo pasado no vinieron-se quejó Katie.
-Karin pescó un pequeño resfrío-le comuniqué y besé la mejilla de Katie-. Tengo algo para ti.
-¡A que no adivinas, mamá!-dijo Kendall cuando Kathy le pasaba al pequeño a su esposo.
-¿Qué cosa?
-No has adivinado-le sonrió y abrazó a su madre por los hombros-. Esta mañana, Karin ha dicho “mami”.
-¡Karin habla!-gritó Katie.
Kathy y Kent llenaron de besos al niño, Katie nos atormento con un par de preguntas, mientras yo revolvía entre mi bolso.
Entregué a Katie una pequeña caja de maquillaje de princesas. Ella comenzó a gritar y me abrazó.
Almorzamos entre anécdotas y carcajadas de parte de los niños. Katie estaba maquillada tal cual una princesa, claro que a su estilo, de niña pequeña.
Cuando terminamos el almuerzo, Katie se llevo a Karin a la sala, para jugar. Mientras que Kathy y Kent iban por el postre, Kendall y yo nos dedicamos a levantar la mesa.
-¡Kendall! ¡______! ¡Mami! ¡Papi!-gritó Katie.
Dejé caer un vaso sobre la mesa y corrimos hacia la sala. Cualquiera que escuchaba a Katie gritar así, pensaba que algo malo había ocurrido.
-¿Qué pasa?-preguntó Kendall.
Kent y Kathy llegaron a la sala.
-Karin, dilo-le ordenó Katie.
-Tie-dijo Karin.
Kendall sonrió.
No alcanzaba a decir la palabra completa, pero la reconocía por su nombre.
Kathy pegó un grito de felicidad y fue seguido por el de Kent. Yo, sonreí mientras buscaba la mirada de Kendall. Tomó a Karin es sus brazos y besó su mejilla.
-¿Por qué a ellos sí y a papi no?-preguntó con el ceño fruncido.
No sé si fue ilusión de todos nosotros o el pequeño Karin, frunció el ceño como su padre. Kendall rió y le despeinó el escaso cabello.
-Kendall-le dijo Kendall.
Reí.
-Karin, vamos, no es tan difícil-lo animo su tía más pequeña.
El resto de la tarde fue agobiante para Karin, quien fue molestado por Kendall para que dijera su nombre. El niño lloró más de seis veces y la situación se tornaba insoportable. Kendall parecía otro niño caprichoso más.
-¿Verdad que Karin se puede quedar?-preguntó Katie a su madre.
-Si ustedes lo dejan.
-Si dice mi nombre, si-dijo Kendall tomando el bolso de Karin.
El niño dio dos palmaditas con las manos y rió.
-No creo que se quede, entonces-dije colocándole el gorro a mi hijo.
-Si llega a ser necesario llamarlos, lo haremos-prometió Kent.
Quizá no fuera la mejor idea, dejar a Karin con sus abuelos, cuando podía venirse una terrible tormenta de nieve esa misma noche. Pero Kendall estaba un poco molesto con el niño y ambos necesitábamos un breve respiro de los llantos nocturnos.
-Solo tú y yo-dijo al cerrar la puerta de la casa.
-¿Y que se te ocurre?-pregunté alzando una ceja.
Kendall hizo lo mismo que yo, alzó una ceja y sonrió pícaramente. Dejé el bolso sobre el sillón y caminé hacia él.
-Arriba hace menos frío.
-¿Arriba tuyo?-pregunté pasando mis brazos por sus hombros para luego unirlos en su nuca. Beso-. ¿O a que te referías?
-Estamos de pícara-sonrió y me devolvió el beso-. Arriba de donde quieras pero aquí hace frío.
-Entonces no hablamos de lo mismo-dije sobre sus labios.
Rió.
Pasó sus manos por mi espalda y las dejó caer sobre mi cintura. Alzó mi cuerpo en el aire y me obligó a pasar las piernas por su cadera, para unirlas en la parte baja de su espalda.
Me pegó contra la pared, y con desesperado hambre, me besó mientras quitaba mi chaqueta.
-Por esto, odio el invierno-gruñó dándose cuenta de que cada uno llevaba más de seis prendas-. Maldito seas, frío inservible.
Reí y lo silencié con un beso.
Entre besos, caricias y algo más que no supe definir, llegamos a la cama. La habitación era obviamente nuestra y por supuesto, testigo de nuestra demuestra de amor.
-¿Sabes? Amo estar así contigo.
-Yo amo estar contigo, de cualquier manera-dije a su oído.
Lo sentí gruñir sensualmente y besó mi cuello.
-Te amo.
-Yo te amo más-contraataqué.
-Imposible.
-Ambos nos amamos por igual y fin de la discusión-reí y besé sus labios.
-Está bien, por ahora dejamos la discusión de lado, mi bella.
-Es tierno lo que dices.
Dejó de acariciar mi cuerpo con hambre y deseo. Me observó a los ojos, recibiendo así, una sonrisa dulce mi parte.
-¿Has visto la película “La Bella Y La Bestia”?-preguntó en un susurro.
-Claro que sí.
-Es como nuestra historia de amor.
-No exageres, tampoco eres tan feo.
-No, amor, en serio-dijo en una leve carcajada-. Mírate, tú eras tan frágil y yo tan desalmado contigo.
-Escucha, Kendall, eso ya pasó.
-Pero es parte de nuestras vidas, de nuestro pasado. Cuando Karin pregunte cómo nos conocimos, ¿Qué le diremos?
-Que me compraste en una subasta, me obligaste a casarme contigo y luego nos enamoramos él uno del otro.
-Suena hasta violento si lo dices así-se quejó-. Mira, es simple, tú eres como una tierna muñeca de porcelana, como “Bella” y yo era un estúpido que ni siquiera sabía que te hacía daño.
-Kendall…
-No digas nada, solo escúchame-interrumpió mis palabras-. Yo sé que nuestra historia no empezó como la mejor historia de amor, como la mejor pareja del mundo. Pero, déjame decirte esto, no estamos juntos por amor desde el principio, pero te prometo que estaremos juntos por amor hasta el fin de nuestros días.
-No me hagas llorar, Kendall-me quejé entre lágrimas.
-Eres lo mejor que paso, ¿lo sabes? Gracias a ti y tu poca fuerza por defenderte de mí, logré volver a ver a mi hermana, a reconstruir mi relación con mi papá, a estar más cerca de mi madre, me diste un niño, ________, me diste todo ese amor que nunca nadie me dio, nunca.
-Te amo.
-No, yo te amo a ti, ¿sabes por qué? Porque sin ti, seguiría sin ver a mi hermana, en la oficina todo el día, tratando mal a la gente, pero, mírame ahora. A tu lado, hablando como un estúpido romántico, con un hijo de casi un año, con mis padres que te aman a ti y a mi hijo, mí hermana que te adoran como si te conocieran desde siempre.
Se quedó en silencio unos segundos y luego secó mis lágrimas con sus dedos.
-No llores, mi amor. No tienes por qué llorar. Eres feliz, ¿lo eres?
Asentí sabiendo que no podría hilar ninguna oración.
-Yo también lo soy, si tú lo eres.
-Estoy embarazada-largué sin pensarlo dos veces.
-¿Qué has dicho?
-Estoy de seis semanas y media-aspiré mi nariz.
Kendall sonrió ampliamente y me estrechó en sus brazos.
-Kaled.
-Kimberly, Kendall, es Kimberly.
-Mientras te haga feliz ese nombre para nuestra niña. Karin estará feliz.
-¿Tú lo estás?
-Siempre que tú lo estés, bella.
-No me digas así.
-Es que es así, no me lo niegues.
-No voy a negarlo.
-Entonces….
-Eres una bestia-le sonreí-. Y yo soy tu bella.
-Somos, “La Bella Y La Bestia”-besó mis labios-. Te amo hasta el infinito y más allá.
-Yo a ti cariño.
FIN...............--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
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Falta el Epilogo ...........sige leyendo