Terminé de maquillarme y corrí escaleras abajo. Kendall, junto con Kenia, reían a carcajadas.
-Me llamas si necesitas algo.-le dijo. Ella asintió.- Ha sido un placer tenerte aquí en casa, primita.-sonrió con simpatía. Kenia le devolvió el gesto.
-Lo se Kendall, para todos es un placer tenerme en sus casas.-rió, Kendall se unió a las carcajadas.- Nos vemos el día de la boda.-sonrió.
-Claro que si.-le dijo él, con la misma sonrisa.
-Nos vemos _______.-dijo casi en un grito al verme bajar, escalón por escalón.
-Nos vemos Kenia.-le sonreí y la estreché en mis brazos.- Nuevamente, disculpa por las acusaciones y gracias por divertirme esta mañana cuando no pude pegar un solo ojo.- ella rió.- Es enserio, espero verte luego de la boda, también.
-Oh, claro. Dalo por hecho, linda.-sonrió.- Y te debo una disculpa y también.-nos separamos y ella acomodó su cabello.- He sido una estúpida, debí presentarme antes de que sacaras esas conclusiones.-rió. Le sonreí al igual que Kendall lo hacía.
-Nos vemos en tres días Kenia.-le dijo Kendall. Ella golpeó el hombro del chico y se montó en el taxi.
El vehiculo encendió su motor y pronto comenzó a andar por la calle. Kendall tomó su celular y tecleó algo. Yo, por mi parte, acomodé mi falda y luego lo miré.
-¿Nos vamos?
-Claro.-sonreí.
-¿No llevas bolso?-preguntó.
-No, no tengo nada que llevar allí.-reí. Torció los ojos y rió.
-Ya, vamos.-me dio un leve empujón por la cintura.
Juntos, subimos al auto y nos abrochamos los cinturones. Kendall encendió el motor y en menos de diez segundos ya habíamos comenzado a andar hacía la empresa.
-¿Pongo música?-preguntó. Asentí y el encendió la radio.
-¿Kendall?-pregunté con curiosidad.
-Dime…
-¿Por qué me has dicho que no teníamos habitación de huéspedes?
-Porque se me ha ocurrido.-rió.
-Oh, tu ocurrencia a sido genial.-dije irónica mientras causaba su risa.
-De todos modos, no he conseguido lo que quería.-dijo y volteó a la siguiente calle.
-No lo obtendrás, nunca Kendall, nunca.
-Como digas.-rió.- Pero te has quedado a dormir dos noches junto a mí.
-Pero porque tenía miedo.-me excusé.
-Si, claro.-dio rienda suelta a una carcajada.- ¿Y no se te ha ocurrido inspeccionar un poco más la casa?
-Ciertamente, no.
-Bueno, pues, ese, ha sido tu error.-aparcó el auto mientras hablaba.
-Ya cállate.-me desabroché el cinturón de seguridad y bajé.
-Toma mi mano ______.-dijo corriendo tras de mi.
-No.
-Vamos, hey, recuerda lo que hemos hablado.
-Okey, okey, ven y tómame la mano.-me quedé quieta y el pasó por mi lado, llevándome junto con él.
-Eres muy liviana.-rió.
-Y tú, eres muy imbécil.-dije. Besó mi mejilla.
-Ahora, tienes que amarme.-sonrió.
Entramos en ese edificio, que yo, había conocido tan solo un mes atrás. Kendall firmó unos papeles a la entrada y luego nos metimos en el elevador. Tan pronto como este llegó arriba, salimos y comenzamos a caminar.
-Vas a hacer lo mismo que has hecho la vez anterior, con la diferencia, que estarás conmigo, en mi oficina.
-Okey, como tú digas.-dije y dejé que él me llevara consigo hasta su oficina.
Varias miradas se posaron sobre su jefe y la chica que llevaba de la mano, osea yo. Kendall se apoyó en el escritorio de una rubia y la inspeccionó un rato, acto que, hizo que mis cabellos se erizaran por completo con ganas de pegarle una buena patada en su entrepierna.
-Hola Tami.-le sonrió Kendall. Ella levantó la mirada y le correspondió la sonrisa.
-Buenos días señor Schmidt.-le dijo amablemente y bajó la mirada para luego levantar unos papeles.- Son estos.
-Gracias Tami.-tomó los papeles que ella le entregaba.
-¿Ella es ______?-le preguntó apuntándome con su lapicera. Kendall bajó la lapicera con sus dedos para luego, hablar.
-Si, ella es _______, mi futura esposa.
-Oh, wow, hace tanto que quería conocerte.-admitió la chica que se hacía llamar Tami.- Kendall habla siempre de ti.-sonrió.
-Gracias.-le devolví el gesto. Kendall tensó los músculos de su cara y volteó la mirada.
-No hay de que, linda.-dijo con emoción.
-Bueno, ya. El deber llama.-dijo Kendall llevándome casi a rastras hasta la puerta de su oficina.
-¡Que grosero eres!-dije soltando su mano mientras el abría la puerta, que estaba con llave.
-No soy grosero, debo trabajar.-dijo excusándose.- Vamos, entra allí.-abrió la puerta y me introduje en la oficina.
-Kendall, es en serio, no vuelvas a hacer eso.-me saqué el saco negro y lo coloqué sobre un sillón.
-_______, vamos a poner algunas condiciones cuando vengas aquí.-me dijo con enojo y encendió el ordenador.
-Vamos, dime Schmidt.-dije sentándome enfrente suyo.
-No quiero que hables con nadie y menos, con hombres.
-Como tú digas.-dije fastidiada.
-Segundo, si te hablan, respondes pero cortante.-añadió. Comencé a recorrer el lugar con la vista.
-¿Qué pasa si me preguntan por qué no hablo?-dije sin siquiera mirarlo.
-Dices que estas cumpliendo órdenes.
-Voy a decir que Kendall Francis Schmidt es el chico más celoso que he conocido y que pone las reglas más inmaduras que jamás haya escuchado.
-Ya, has silencio y sella estos papeles.- me pasó dos carpetas.
-Kendall, tú dijiste que iba a hacer lo mismo que hice la vez pasada y eso no es lo mismo.
-Vamos, ¿vienes a ayudarme o a fastidiar?
-Okey, ya dame eso y no me fastidies por un buen rato.-se los quité de la mano y tomé el sello negro.
La ventana abierta nos brindaba una leve brisa dentro de la oficina del quinto piso. Kendall, quien no apartaba la vista del ordenador, respiraba densamente y hacía gestos de fastidio cada vez que la voz de Tami avisaba que tenía una nueva reunión y mails pendientes. Yo, por mi parte, sellaba y leía un poco de cada papel que sostenía en mis manos. Nombres de empresas, números importantes, abogados con poder.
-¿Tienes hambre?-preguntó echando su cuerpo hacía el respaldo del asiento.
-No.-respondí secamente.
-¿Segura?-insistió. Asentí y tomó el teléfono en sus manos.- Tami, por favor, tráeme un capuchino y algo para comer porque estoy muriendo.-respiró con pesadez.- Lo más rápido posible.
-Sí, señor.-respondió la voz de la chica a través del mini parlante.- Intentare llevárselo en menos de veinte minutos.
-Gracias.-respondió Kendall y colgó con brutalidad.- ¿No hablas?-preguntó. Negué.- ¿Por qué?
-No se me da la gana.-dije y presione la madera con tinta sobre un papel.
-¿Estas enojada?
-No.
-¿Por qué no me hablas bien?-preguntó insistente.
-Kendall, concéntrate en lo que hacías hace un instante y no me molestes.-dije fastidiada. Bufó y me quitó el sello de las manos.- ¿Qué haces?
-Vas a tratarme bien, ¿entiendes?
-Dame eso.
-Te estoy hablando ______ Lindermann.-dijo casi gritando.
-¿Puedes dármelo por favor?-pregunté corriendo un mechón de cabello de mi rostro.
-No voy a darte nada hasta que no me digas por qué me contestas así.-lo dejó a un costado del escritorio, fuera de mi alcance.
-Me has pedido que no hable con nadie, menos con hombres. Estoy cumpliendo órdenes Schmidt.-dije. Rio irónico.
-Siempre llevas todo a un extremo o al otro. Sabes que me refería a otras personas, no a mi.-hizo un gesto de enojo y se llevó las manos al cabello. Se despeino.- Voy a llevarte a casa y luego me regreso aquí.
-No quiero irme a casa.-dije cruzándome de brazos.
-Vienes a fastidiar, así que, prefiero que te vayas a casa. Toma tus cosas y vamos.
-No quiero.-insistí.
-A casa dije.-elevó la voz.
-Vete tú.-le grité.
La puerta se abrió y Tami, con un café en mano, bajó la cabeza apenada. Kendall, bufó fastidiado y se levantó de su silla.
-Has como que no has escuchado nada y sigue trabajando.-le dijo enojado y le quitó el café de las manos.
-Kendall, ¿por qué no aprendes a tratar a una mujer?-dije desde mi asiento. Me fulminó con la mirada y terminó de tomar entre sus manos, lo que Tami traía.- Pareciera que no te han enseñado modales.
-¿Por qué no cierras la boca?-me dijo casi en un grito. Tami abrió los ojos con impresión y cubrió su boca con una de sus finas manos.- Tú, -dio la vuelta y la miró a ella.- no has visto, ni escuchado nada, ¿entiendes?
-Si.-asintió con notorio nerviosismo.
-Pídeselo bien.-dije casi como una orden. Kendall rio con ironía.
-Tú no vas a decirme que debo hacer y que no, ¿entiendes o debo explicártelo con manzanas?
-No me trates así Schmidt.
-Si siguen con estos gritos va a venir el guardia.-dijo la rubia asustada. Kendall la miró por un segundo y volvió su mirada a mí.
-Déjala que se vaya.-le dije. Hizo un puño con su mano y luego señaló hacía las afueras de la oficina.
Tami, sin pensarlo dos veces, salió disparada de la oficina. Kendall cerró la puerta, de un portazo bien fuerte, y se sentó enfrente de mí. Lo miré desafiante y luego desvié la mirada. Suspiró haciéndose notar en el espacio y luego se acomodó la chaqueta.
-Perdón.-dijo finalmente.- No debí hablarte así.- dijo con un tono de culpabilidad.
-Como digas.-hablé y luego me llevé las uñas a la boca.- ¿A qué hora podemos irnos?
-¿Quién te entiende mujer?-preguntó fastidiado.
Una vez más, se estaba pasando de tono.
-Acabas de decirme que no quieres irte a casa.-añadió.
-Kendall, me has dicho que íbamos a pasar por los pasajes a Paris, ¿Qué no recuerdas?-dije mirándolo con enojo. Cerró los ojos y contuvo su respiración por un segundo.
-Vamos, muévete.-se levantó del asiento y apagó el ordenador.- Volveré más a la tarde. Gracias a ti, no he podido terminar mi trabajo.
Hice caso omiso a sus palabras y abrí la puerta de madera que dirigía al largo pasillo lleno de puertas hacía distintas oficinas y otros lugares. Kendall no me siguió, por lo que, pensé, saldría en un rato.
Comencé a caminar por el pasillo hasta toparme con el escritorio de Tami. Ella, tranquilamente leía un documento mientras tomaba de su café. Me acerqué a la rubia, e intentando no asustarla, me apoyé en su escritorio.
Levantó su mirada y pronto se enderezó en su asiento. Sonrió intentando ocultar la incomodidad que había causado Kendall hacía tan solo unos minutos.
-¿Kendall la ha mandado a pedirme algo?-preguntó con voz temblorosa.- Porque si es así, puede comunicarse por el teléfono interno y pué…-interrumpí con suma sutilidad.
-No me ha mandado nadie.-respondí a su primera pregunta.- Estoy esperando que él salga de su oficina así ya nos vamos.-suspiré.- Vengo a pedirte perdón por el incidente de hace un instante, Kendall es muy grosero cuando está enojado.-alcé los hombros.
-No te hagas drama _______.-dijo con suma confianza, la cual, me agradó.
-Gracias por comprender.-dije acomodando mi cabello.
-No hay de que.-me sonrió. Le devolví el gesto y volteé al sentir pasos en el largo pasillo.
-Luego nos vemos.-le dije. Ella asintió y siguió con lo que hacía.
-¿Ya nos vamos?-preguntó tendiéndome la mano.
-Claro.-no la tomé y comencé a caminar.
Sentí como bufaba y luego una risa traviesa de parte de Tami. Llamé al elevador, teniendo a Kendall al lado, y juntos subimos. Sin decir una sola palabra, bajamos en planta baja y salimos por la gran puerta. Caminamos hasta el auto de Kendall y allí nos montamos en él.
-Es algo lejos de aquí.-me advirtió. Abroché mi cinturón de seguridad.
-Como digas, solo enciende el motor.