Capítulo 49

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-¿Puedes con eso o necesitas ayuda?-preguntó quitándome los globos de la mano.

-Hey, Schmidt.-me quejé.- Puedo sola, no soy una inútil.

-Lo se, amor.-respondió y tomó mi bolso.- Pero no puedes llevar todo.

-Son simples globos.-bufé.- Sé que te abruma el hecho de que me los hayan regalado a mi y no a ti.-dije y reí. Negó divertidamente con la cabeza y abrió la puerta del auto.

-Entra allí y deja de fastidiar.

-Tú eres el fastidioso.-entré al auto y lo observé.- Dame mis globos.-ordené. Rió y me los entregó.

Un día antes de que me dieran de alta, Kathy había aparecido por el hospital con la pequeña y me habían llenado de cariño toda la tarde. Katie había dibujado con crayones en una hoja celeste y me la había entregado con un chocolate. Lugo sostenía los globos y a la hora de dármelos, besó mi mejilla tiernamente para luego abrazarme. Y Kathy, mi suegra, me había dado mil y un consejos para recuperarme pronto. Se podía decir que la familia de Kendall, era bastante amigable y cariñosa. Kendall, se había encargado de recordarme el amor que me tenía y me dejaba sola una vez por día para ir a casa por ropa limpia y una ducha para él. Regresaba con un ramo de rosas o una revista para cuando el aburrimiento se apoderara de mí.
La estadía en el hospital se había prolongado dos días más, por el simple hecho de que me tenían que sacar sangre y a la hora de sacarme sangre, los resultados no eran lo que se esperaba y tuve que permanecer medicada por un día más y a eso se le suma un día más de reposo absoluto, con suero incluido.

-¿En que piensas?-preguntó mientras frenaba en la luz roja.

-Nada.-alcé los hombros y agité los globos.- ¿Sabes? Espero que la próxima vez que vengamos al hospital y salgamos con globos, traigamos de vuelta a un pequeño en brazos.-sonreí ante la idea y a Kendall pareció gustarle.

-Coincido contigo.-sonrió y avanzo ante la luz verde.

En menos de diez minutos, las calles que recorríamos no se me hacían para nada conocidas y sentí como mi estomago se revolvía. ¿Qué se traía Kendall entre manos? No podríamos ir a almorzar por allí, por el simple hecho que debía comer sano y cuidarme por dos semanas.

-¿A dónde vamos?-pregunté con la intriga a flor de piel.

-Ya se me hacía extraño que no preguntaras.-rió.

Volvió a extrañarme que Kendall no respondiera a mi pregunta. De cualquier forma, estaba exagerando las cosas y Kendall no iba a hacerme nada malo. No era momento para paranoias y menos cuando sabía que el me amaba de la misma manera en que yo lo amaba a él.

-No respondiste.-insistí.

-A casa, _______.-respondió y dobló para pasar de calle.

-No conozco por aquí.-fruncí el ceño.- Mi memoria esta intacta, ¿cierto?-pregunté desconfiada.

-Claro que si.-rió.- Solo espera a llegar y veras.

Me limité a apoyar la cabeza contra el vidrio del auto y observé el lugar. Llevábamos más de veinte minutos montados en el auto y cada vez la ciudad se hacía más lejana a nosotros, mejor dicho, nosotros nos hacíamos más lejanos a la ciudad. Era de suponerse que no íbamos a nuestra casa. Pero, Kendall podría llamarle ‘nuestra casa’ a la casa de sus padres y como yo nunca había estado allí, podría referirse a eso.

-No te duermas, cariño.-dijo casi en un susurro.- Estamos por llegar.

Pestañeé rápidamente y me enderecé en el asiento del automóvil. Íbamos por un camino de tierra, el lugar era casi campo y a lo lejos se veía una enorme casa de ladrillo visto.

-¿Dónde estamos?-pregunté extrañada. Kendall rió levemente, sin responder mi pregunta.

No le tomé importancia y observé a mis alrededores. Pronto, Kendall se estacionó a unos metros de la lujosa casa y apagó el motor del automóvil.

-¿Qué piensas?-preguntó observándome. Abrí la puerta del auto.

-¿Qué se supone que debo pensar?-pregunté y me bajé de allí. Kendall realizó el mismo acto que yo.

-Dime, simples palabras, ¿te gusta o no?

-Claro que me gusta.-dije emocionada.- Es enorme. ¿Es la casa de tus padres?-pregunté cuando el se ponía a mi lado.

-No.-me abrazó por detrás y apoyó su barbilla en mi hombro.- ¿No piensas en algo más?

-¿La casa de Kenia?

-¿Tienes algo mejor?

-Me rindo,Schmidt.-reí.

Parados en frente de la enorme casa, abrazados con globos de colores en la mano. Hablando en susurros y yo, aún, no comprendía que hacíamos allí.

-Bienvenida a casa, mi amor.-besó mi mejilla y tomó mi mano.

-Bromeas.-dije revolviéndome entre sus brazos para darme la vuelta. Rió.- ¿Hablas en serio?-pasé mis brazos por su cuello y los uní detrás de su nuca.

-Claro que es en serio, cariño.-rió y besó mis labios con ternura.- Ahora tenemos más privacidad.-murmuró.- Estamos más alejados de todo…-ladeó la cabeza.

-¡Me encanta!-grité haciéndolo estremecer.- Gracias, gracias, gracias.-mis labios recorrieron su cara, formando así, un sendero de besos hacía su boca.

-No hay de que.-sonrió- ¿entramos?-preguntó emocionado.

Me solté de su cuerpo y los globos se escaparon de mis manos. El helio dentro de los coloridos inflables de distintos tamaños, provocó que estos comenzaran a partir hacía el cielo.

-Se te fueron los globos.-rió.

-Oh, no me digas, Kendall.-me crucé de brazos.- De verdad me gustaban.-intenté contener la risa.- No hagas eso.-grité y reí.

-¿Hacer que?-preguntó haciendo muecas.- No hago nada, mujer.-rió.

-Ya, vamos adentro.-le tomé la mano.- ¿Tienes la llave?

-No, debes abrirla con una hebilla.-dijo riendo. Le pegué levemente en el hombro y reí.

-¿Te has tragado un payaso o que?-pregunté frunciendo el ceño. Rió y sacó un manojo de llaves del bolsillo de su campera.

-Adelante.-abrió la puerta y se hizo a un lado.

Todo estaba oscuro y daba miedo. Kendall entró y cerró la puerta detrás de él.

-Kendall, la luz.-murmuré. Rió y encendió las luces.

Era enorme y estaba amueblado lujosamente. Todo estaba en completo orden e impecablemente limpio. Kendall sacó las llaves de la puerta y las dejó caer dentro su bolsillo.

-Ven, te llevare a ver todo.-me tomó la mano. Sonreí.

-Es hermosa, de verdad.-murmuré. Kendall rió.

-Sabía que te gustaría.-aseguró y comenzamos a caminar.- Este es el living, tiene un tamaño considerable, así que creo que podemos celebrar tu cumple años aquí.

-Me gusta la idea, pensé que ya no ibas a dejarme celebrar mi cumple años.

-Podemos, siempre y cuando invites a la gente que no causa problemas.

-Descuida, sé a quien puedo invitar y a quien no.

-Bueno.-asintió.- Esta es la cocina.

Atravesamos la puerta para encontrarnos con una amplia cocina. Estaba amueblada claramente y tenía un desayunador con bancos a una altura considerable al igual que el desyaunador.

-Me encanta.-dije sonriente.

-Algún día podremos cocinar nosotros.-dijo y acomodó un banco.

-Claro que si, Schmidt.-sonreí.- Sigamos viendo.-ordené emocionada.

Los veinte minutos siguientes, nos la pasamos recorriendo la casa de arriba abajo, de delante hacia atrás y de derecha a izquierda.

Recorrimos el escritorio de Kendall, amueblado en tonos de marrón, con biblioteca incluida y dos sillones que hacían juego con un mini bar. Después fuimos a la segunda planta. Allí había seis habitaciones y un baño en el pasillo. La primera habitación a la que entramos, estaba adornada en tonos de celeste y tenía una pequeña cama, un baño y una mesa de noche con una lámpara sobre ella. La segunda habitación era igual a la primera, pero en tonos de rosado y la tercera era igual pero en tonos de verde. La cuarta, estaba totalmente vacía al igual que la quinta.

-¿Y que se supone que habrá allí?-pregunté sin comprender.

-Tenemos dos opciones.-dijo mientras caminábamos a la sexta habitación.- Pueden ser habitaciones para nuestros hijos.-sonreí ante la idea.- Y capaz tendremos que desocupar una de las habitaciones de huéspedes o puedes hacer lo que a ti más te guste en una de ellas.

-Para nuestros hijos.-sonreí y pase mi brazo por sus hombros. Pasó su brazo por mi cintura y me atrajo a él.- ¿La que falta es la nuestra?-pregunté con emoción.

-¿Tú que crees?-preguntó cuando nos detuvimos frente a la última habitación del pasillo.

-¿Qué si?-pregunté feliz.

-Abre.-me ordenó en un susurro.

Tomé el pomo de la puerta entre mis manos y lo giré para quedar con una enorme habitación ante mis ojos.

-¡Oh por Dios!-pronuncié asombrada.

-¡Sabía!-rió Kendall.- Te ha gustado, ¿cierto?

-Es increíble.-grité y Kendall se cubrió los oídos.- Gracias, gracias, gracias, gracias, gracias.-lo abracé y él rió.

-¿Prefieres quedarte abrazándome o terminar de recorrer la habitación?

-En este caso –dije riendo- terminaré de recorrer la habitación.

Lo dejé en el umbral de la puerta mientras me adentraba más en la habitación.

La cama era como para cuatro personas y estaba forrada por un acolchado de plumas, negro con extraños dibujos en blanco. A cada uno de los costados de la cama, había una mesa de noche con una lámpara sobre ella. Al final de la cama, había un pequeño sillón sin brazos con dos almohadones blancos. Las cortinas estaban abiertas sobre el cristal y se veía el sol iluminando todo el campo floreado.

Me volteé a ver a Kendall y le sonreí. Me devolvió el gesto y me indicó que siguiera. Haciéndole caso volteé mi mirada a la derecha. Había un pequeño living y un mini bar. Otro más en la casa y pensaría que Kendall era alcohólico. Reí para mis adentros antes de seguir. Caminé hacía la primera puerta de madera y la abrí para dejar ante mis ojos un enorme vestidor. Entré allí. Había un pequeño pasillo y a la derecha se acomodaban las pertenencias de Kendall, a la izquierda las mías. Cada uno de mis vestidos estaba colocado del color más oscuro hasta el más claro, cada uno de mis zapatos estaba debajo, con su correspondiente par y acomodados del más alto al más bajo.

Sonreí, era todo increíble.

Salí de allí y cerré la puerta. Vi a Kendall apoyado sobre el marco de la puerta mientras tecleaba en su celular. No dije nada y abrí la segunda puerta de madera, allí adentro se encontraba el baño. Grande y lujoso al igual que el resto de la casa. Estaba todo en tonos de blanco y negro, igual a la habitación. Había un jacuzzi, una bañera, un enorme espejo y todo lo que contiene un baño, sumado a pequeños adornos florales y cuadros pequeños. Salí de allí y cerré la puerta. Kendall alzó la mirada.

-Me gusta todo.-le dije y caminé hacía la puerta de cristal.- Pero falta algo, ¿tienes idea de que es?-le pregunté.

-¿Qué detalle se me pasó?-preguntó acercándose a mí. Abrí la puerta del balcón y ambos salimos.

-Faltan fotos, porta retratos.

-Nunca nos hemos sacado una foto, juntos.-dijo. Lo observé y luego tomé su mano.

-¿Tienes cámara de fotos?-pregunté. Negó con la cabeza.- Eres raro.-reí. Rió conmigo.

-¿Debería tener?

-Claro que si.-le sonreí.- Es lindo captar los momentos del más bonito al más triste.

-Es que nunca he sido de tomarme muchas fotos.-se excusó.

-Debes comprar una.-le sonreí y me apoyé en la barandilla. Hizo lo mismo y soltó nuestras manos para abrazarme.- ¿Ali, Lari siguen trabajando para nosotros?-pregunté cambiando de tema.

-Si, solo que hoy les he dado libre.-explicó.- Mañana a primera hora estarán aquí.

-Oh, genial. Es que cuando tú no estas, me divierto con ellas.

-¿Ah si?-preguntó. Asentí.- Bueno, me he tomado libre dos semanas. Así que podremos compartir tiempo, juntos.-comentó.

-¿De verdad?-pregunté alzando una ceja.

-Claro. Cuando tu esposa se enferma y está en el hospital, puedes pedir licencia para cuidarla, ¿no lo sabías?

-No.-reí.- Así que fui tu escusa.

-No tan así.-rió.- Mi papá va a darme la empresa cuando me reincorpore. Y más que nada, por eso, quiere que me tome estas semanas.

-¿De verdad?-pregunté.

-¿Por qué todo te parece mentira?-preguntó riendo.

-Bueno, no sé.-lo observé directo a sus ojos.- Es que es todo tan extraño.

-¿Extraño de la buena manera o de la mala?

-¿Cuál es buena y cuál mala?-pregunté. Rodó los ojos.- Es extraño en todo sentido.

-¿A que te refieres?-preguntó sin comprender.

-Si una persona viene y te cuenta una historia como la mía, piensas que necesita un psicólogo urgente y sin embargo, no es así. Por más que parezca lo más loco del mundo, estoy casada con mi dueño.-hice una mueca. Kendall rió.- Y lo de dueño no es porque seas mi esposo, si no porque me compraste.-dije. Rió nuevamente.

-Si tuvieras que contarme tu historia, ¿qué me contarías?

-Bueno, empezaría diciéndote que mi madre murió cuando yo era pequeña y que mi padre me crió en medio de una terrible depresión. Luego crecí y me hice amigos en el colegio pero había algunos compañeros que no se juntaban conmigo porque yo no tenía madre, entonces no querían ser mis amigos.

-Eso es cruel.-dijo acariciando mi mano que se posaba en la barandilla.

-No era algo de vida o muerte tener a esas personas como amigos. Así que, me conformé con tener a mis tres mejores amigas, ellas lo eran todo para mí. Luego una de ella se mudó a San Francisco y quedamos solo tres, antes éramos cuatro y las cosas iban mas pares, desde ese día, yo siempre era dejada de lado.

-¿En serio las consideras mejores amigas?

-Ya no, Kendall.-dije y lo observé a los ojos verdes que tanto me cautivaban- Mi padre se enfermó y dejé el colegio para quedarme con él. La enfermedad lo consumió poco a poco hasta matarlo.-Kendall apretó sus labios y me abrazó.- Y ahí fue cuando me mandaron a esa subasta.-seguí diciendo.- Pensé que irme a vivir contigo sería lo peor del mundo. Pensé que me tendrías como una esclava sexual o algo así.

-Nunca haría eso.

-Bueno, yo no te conocía.-me excusé. Asintió y me observó atentamente esperando a que continuara.- Estaba totalmente asustada cuando me llevaste a tu casa y luego ni siquiera te me acercabas. Más tarde me presentaste ante tu papá como si yo fuera tu novia, ahí me asusté más y pensé que debíamos casarnos pero cuando nos fuimos a México y me planteé mejor el casamiento contigo, no me resultó para nada malo.

-Si es extraña la historia.-rió y besó mis labios.

-Quiero terminar.-dije casi emocionada.

-Vamos, termina y te cuento la mía.

-¿De verdad?

-No responderé a tus preguntas de “¿de verdad?”.-rió- Comienza a creerle más a la gente.

-Está bien, comenzaré a creerte. Ahora, déjame seguir.

-Sigue.

-Bien.-pensé en dónde me había quedado- Ah, si. Cuando estábamos en México me di cuenta que te amaba y que de verdad quería pasar el resto de mi vida contigo. En serio nunca creí que eso podría ocurrir porque pensé que tú solo te casarías conmigo y cuando vieras a Katie, me darías el divorcio.

-Dios mío, tú y tus especulaciones.

-Cállate y déjame seguir.-dije riendo- Entonces nos casamos y nos fuimos a Paris. Ya sabes lo que ocurrió allí.-rió y mis mejillas se enrojecieron- Y bueno, luego llegamos aquí y todo eso, pero cuando me dijiste que me amabas, creo que fue el mejor día de mi vida, sin contar que estaba en un hospital. Esos detalles es mejor olvidárselos.-reímos.

-Te amo.-susurró. Lo abracé y él pasó sus manos por mi cintura para aferrarme más a su cuerpo.

-También te amo, Kendall.-nos fundimos en un tierno beso.- Mucho, muchísimo.

-No más que yo a ti.

-Sigue pensando eso pero no es cierto.

-Hey, si digo que te amo más que tú a mí, es porque así es.

-¿Quién lo dice?

-Yo.

-No, Kendall.-toqué mi nariz con la suya.- Yo te amo más que tú a mí.

-No es cierto, _____.

-Si que lo es.

-No lo es.

-Que si.

-No.

-Si.

-No.

-No.

-Si.

-¿Viste? Es cierto.

-No, no lo es.-rió- Eso fue trampa. Hiciste que me equivocara.

-No, hice que lo admitieras.

-Es trampa.

-No lo es.

-Como digas.

-¿Entonces admites que yo te amo más que tú a mí?-pregunté. Se apartó de mí.

-No.

-¡Kendall!

-Es muy estúpido por lo que estamos discutiendo.

-No es estúpido.-le reproché.- Más estúpido es el que no quieras admitir que yo te amo más.

-Es que no es cierto.

-¿Ah no?

-No.

-Admítelo.

Se quedó en silencio y luego caminó hacía la puerta para entrar la habitación. Lo llamé dos veces y al no obtener una respuesta de su parte, decidí quedarme observando el campo y a lo lejos la ciudad.

-¡Nunca voy a admitirlo!-gritó desde adentro. Reí.

Entré a la casa y lo vi sentado en uno de los sillones, con un vaso en la mano.

-No has ganado.-dijo y tomó del contenido del vaso.

-Piensa lo que quieras.

-Si, eso hago.-me sacó la lengua-Infantil.-dije en un cantito estúpido. Rió nuevamente.

-Infantil eres tú.

-Tú.-me defendí.

-Tú.

-¡Ya basta!-grité y Kendall explotó en risas.- ¿sabes lo ridículo que nos debemos ver cuando peleamos así?

-Si y me gusta.-rió.- Creo que es una característica muy particular de nuestra pareja.

-Somos anormales.

-Más de lo que puedas imaginarte.-dijo y reímos.

Kendall se puso de pie y terminó su bebida. Caminó hasta donde yo estaba y depositó un suave beso en mis labios.

-¿Qué quieres hacer hoy, princesa?-preguntó en un susurró sobre mis labios.

-No lo sé, lo que tú quieras.

-¿Estrenamos la cama?-preguntó pícaramente. Volví a besarlo.

La Bella y la Bestia. -TERMINADA- Kendall SchmidtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora