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—Jodido sol —masculló saliendo del edificio y poniéndose una mano a modo de visera para que sus sensibles ojos no sufrieran—. Esto me pasa por madrugar.

Lamentó haberse olvidado unas gafas de sol, pero no le quedaba más remedio que aguantarse; claro, su idea inicial cuando salió de casa hacía unas horas no era terminar pasando la noche fuera: siempre se mostraba bastante quisquilloso a la hora de dormir y por eso prefería, una vez realizadas las actividades oportunas, regresar a la comodidad y soledad de su dormitorio; nada peor que una mujer a primera hora de la mañana esperando cierta amabilidad.

Le hubiera gustado quedarse en la cama, la suya, como cualquier hijo de vecino en un día festivo, al menos hasta la hora de comer, y no tener que ejercer de salvador y todo para nada, porque el numerito del vecino amistoso tenía guasa.

Hacía mucho que no quedaba como un gilipollas ante desconocidos; su orgullo en situaciones como aquéllas se resentía. Igual que cuando tropiezas y caes al suelo: te preocupas más de que nadie te haya visto caer que de los posibles daños.

Y para colmo de males, iba vestido de traje, desentonando como el que más; a esas horas sólo los domingueros se aventuran a salir a la calle para comprar la prensa o sacar al perro.

A él le enviaban los periódicos a casa y no tenía chucho. Caminó con las manos en los bolsillos, con cara de mal humor; esperaba que por lo menos apareciera un taxi sin tener que esforzarse demasiado. Menos mal que la Fea no vivía en el más allá, es decir, a las afueras, y en seguida divisó uno.

No estaba acostumbrado a ocuparse de esas minucias, pero hizo un esfuerzo y levantó el brazo. Esperaba que el taxista no lo reconociera y pudiera llegar a su refugio en el menor tiempo posible y sin mayores contratiempos; nunca se mostraba amable con la gente y ése no era buen día para cambiar de parecer. Que uno tenía ya una edad y ciertas costumbres muy arraigadas.

Si en su momento no le hubieran pillado conduciendo puesto hasta las cejas, no sólo de alcohol, ahora podría circular como una persona normal, cosa que hacía ocasionalmente, pero... ¿qué tipo de famoso sería sin un escándalo adecuado a sus espaldas?

¿Qué iba a contar un día a sus sobrinos y demás parientes cuando no fuera más que una simple vieja gloria necesitada de gente que le prestara atención?

Pues ese frente ya lo tenía bien cubierto, batallitas para entretener no le faltaban, y la noche anterior podía considerarse una más que sumar a la lista, pues se había lucido.

Su resistencia a la bebida le permitía, más o menos, soportar el dolor de cabeza; ahora bien, la otra actividad nocturna realizada, ya era otro cantar, pues últimamente no se prodigaba mucho en lo que a desenfreno erótico se refería, ya que se encontraba en una especie de apatía sexual, quizá alentada por la cantidad de petardas que pululaban a su alrededor: ni viéndolas desnudas se excitaba, sino más bien todo lo contrario.

Así que había sido ver un buen par de tetas y volverse casi un maníaco sexual y si encima le estaba haciendo un favor a la chica...

Sonrió con cinismo, joder con la Fea, por lo visto andaba tan necesitada como él, porque no concebía otra explicación posible.

O era un caso de necesidad extrema o sencillamente se había topado con una devoradora de hombres camuflada, porque, ¡joder, qué fiera!

Así que, con toda lógica, su cuerpo pedía a gritos una cama amplia, en concreto la suya, donde estirarse, porque precisaba un buen sueño reparador, ya que la Fea le había dejado seco. Por supuesto, en el buen sentido de la palabra, eso no podía negarlo, pero aun así un buen descanso le vendría de perlas.

Quiero lo mismo que tu (Adaptación Siwon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora