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Una hora antes de que llegara la limusina para recogerla, ______________ seguía tranquilamente sentada en el sofá de su apartamento observando a un histérico Heechul, quien estaba al borde del infarto.

Lo más probable era que exagerase algo, pero no pensaba preocuparse por eso.

Si al menos estuviera ya preparada para salir, la cosa cambiaría; no obstante, ella, recién duchada, no sentía la menor preocupación por el hecho de que se le echara el tiempo encima.

—¡Haz el favor de maquillarte! —estalló él perdiendo la paciencia ante la inexplicable pasividad de la mujer más insensata del planeta.

Observó sus uñas, cortadas y sin pintar, como si les acabaran de hacer la mejor de las manicuras.

—Tengo tiempo de sobra —replicó sin inmutarse, sabedora de que en otra época estaría tirándose de los pelos a medida que se acercaba la hora, retocando una y otra vez su peinado, su vestido o su maquillaje para aparecer radiante, sin ni un solo defecto.

Pero lo bueno de haber abandonado su etapa perfeccionista era qué ahora el estrés constituía un vago recuerdo.

Para arreglarse necesitaba apenas veinte minutos.

Por supuesto, en ese cometido se incluía su más que adecuado vestido azul marino, porque ni loca iba a llevar el que ese traidor que tenía enfrente había elegido para ella.

Y lo suyo había costado esconderlo del inquisidor mayor de la moda, dispuesto a mandar a la hoguera todo aquello que no fuera aprobado por sus inflexibles normas estéticas, así que, como lo conocía, había optado por sacar su elección del armario y ocultarlo hasta el día D para que Heechul no lo estropease.

Pero, para colmo de males, Heechul, desatendiendo sus explícitas instrucciones, se había presentado con un «modelito fashion total, muy ponible, especial para la ocasión»; aquélla había sido la descripción exacta.

¿Cómo pretendía que apareciera en público con un vestido azul eléctrico?. ¿Qué quería...? ¿Dejar ciegos a todos los presentes en cuanto la luz hiciera reflejo en el mismo?.

¿Cómo iba a pasar desapercibida, su principal objetivo, si parecía un neón andante?.

¿Cómo iba a sentarse con algo tan ajustado sin arpar(Romper, rasgar) las costuras?.

¿Podría llevar ropa interior?.

Y no sólo el color era ya lo suficientemente llamativo: para rematar la faena, el escote palabra de honor, aparentemente inocente, no lo era tanto en su caso: como disponía de una delantera de serie bien equipada, aquello se complicaba bastante, pues para sujetar el vestido iba a tenerlo bastante difícil.

—Mira, bonita, haz el favor de mover tu lindo culo. ¡No puedes hacer esperar a la gente! —chilló nervioso intentando contagiarla.

Ella, cansada de tanto histrionismo, terminó por ceder, ya que de no hacerlo acabaría con un buen dolor de cabeza.

—Ya voy, ya voy. Qué plasta te pones —aceptó ella tras apagar el televisor con el mando, dejarlo caer de cualquier manera sobre el sofá y levantarse dispuesta a prepararse.

Él, como si le fuera la vida en ello, la empujó hacia el cuarto de baño y, como ya se había ocupado de rebuscar convenientemente entre los armarios para comprobar los efectivos de maquillaje con los que contaban (ninguno), se había preocupado de traer una buena remesa.

—Siéntate —ordenó tras bajar la tapa del retrete y señalarla para que ella obedeciera—. A ver si con un poco de suerte te dejo presentable —murmuró empezando a sacar bases de maquillaje hasta encontrar la que él consideraba idónea.

Quiero lo mismo que tu (Adaptación Siwon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora