Derrengado por su vigilancia llena de ansiedad, el señor Lorry se quedó dormido en su puesto de observación, y a la décima mañana se sintió despertado por un rayo de sol que entraba en la estancia.
Se restregó los ojos y se puso en pie, pero creyó que aun dormía, porque al mirar a la habitación del doctor vio que la banqueta y las herramientas estaban en un rincón. El doctor leía atentamente junto a la ventana, vestido como de costumbre, y a excepción de que su rostro estaba muy pálido, nadie hubiese advertido ninguna cosa extraña en él.
Pero las dudas que sintiera el buen señor Lorry quedaron disipadas por la presencia de la señorita Pross, la cual le dirigió algunas palabras en voz baja referentes al cambio que había experimentado el doctor. Y así convinieron en que no le dirían una palabra hasta que llegase la hora de la comida y que entonces el banquero se presentaría al doctor como si nada hubiera ocurrido.
En efecto, el señor Lorry se presentó a la hora de comer; llamaron al doctor como de costumbre y éste acudió al comedor.
El señor Lorry, deseoso de no alarmar a su amigo, dio a entender en la conversación que el matrimonio de Lucía había tenido lugar el día anterior, pero luego hizo una ligera alusión al día en que se hallaban de la semana, y eso pareció intranquilizar al doctor.
Pero, por lo demás, estuvo tan sereno y apacible como de costumbre y el señor Lorry resolvió llevar a cabo el plan que se había trazado.
Una vez se quedaron solos, el banquero dijo a su amigo:
-Mi querido Manette, deseo conocer vuestra opinión confidencial acerca de un caso muy curioso que me interesa sobremanera.
El doctor miró sus manos, manchadas por su reciente trabajo, y pareció dispuesto a escuchar con la mayor atención.
-Se trata de un querido amigo mío, doctor Manette- continuó el señor Lorry.- Por eso busco vuestro consejo en beneficio de él y de su hija... pues tiene una hija, querido doctor.
-Si no me equivoco -dijo el doctor en voz baja - se trata de algún choque mental...
-Precisamente.
-Haced el favor de darme toda clase de detalles.
El señor Lorry observó que su amigo le entendía perfectamente y continuó diciendo:
-En efecto, mi querido Manette, mi amigo sufrió un choque mental hace ya mucho tiempo, choque que afectó su mente. No sé cuánto tiempo estuvo sufriendo su desgracia; porque mi amigo lo ignora por completo. El caso es que se repuso, aunque mi amigo ignora cómo, pero ha llegado a ser un hombre normal, inteligente, capaz, de dedicarse a trabajos intelectuales y de aumentar sus conocimientos, que ya eran notables. Pero, por desgracia, ha habido... una ligera recaída.
-¿De qué duración? -preguntó el doctor en voz baja. -De nueve días con sus noches.
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Historia de dos ciudades, Charles Dickens
ClassicsEsta novela es un clásico de la literatura inglesa del siglo XIX. Trata paralelamente las realidades de Inglaterra y de una Francia revolucionaria. Tomando como punto de referencia la revolución francesa, Dickens muestra los problemas sociales y pol...