Valery
Abrí los ojos lentamente, todo mi cuerpo se sentía pesado como si tuviera cientos de bloques de hormigón encima. Me costó unos segundos darme cuenta de que estaba recostada sobre una mullida cama, arropada suavemente y no en aquella horrible celda. Nada más recordarlo un sudor frío me recorrió y una sensación de malestar si instauró en mi garganta. Tendría pesadillas de por vida.
- Ya era hora, creía que nunca te despertarías.
Un joven de aproximadamente unos veintitrés años me miraba expectante desde el borde la cama, sus ojos claros escrutaban cada palmo de mi cara con una seriedad que hacía que el aire se escapara de golpe de mis pulmones.
- ¿Quién eres tú? – La voz salió ronca de mi garganta, mientras intentaba reincorporarme.
- Vaya, me esperaba un recibimiento más espectacular, teniendo en cuenta que fui yo quien te sacó de aquel cuchitril. – Contestó sarcásticamente, fingiendo estar ofendido.
Fruncí el ceño. Era cierto, lo recordaba vagamente, alguien me había sacado de allí, sin embargo, no podía recordar algo más allá.
- ¿Cuánto tiempo llevo aquí? – pregunté ignorando su sarcasmo.
- Llevas inconsciente tres días.
¿¡Tres días!?
- ¿Cómo me has encontrado? – aquello parecía un interrogatorio, pero tenía que empezar a buscar respuestas. Todo lo que había pasado se arremolinaba en mi cabeza, impidiéndome pensar con claridad.
- Eso ahora no importa.
¿Ya está? ¿Eso era todo lo que iba a decir? Por supuesto que importaba, me atrevería a decir incluso que era lo más importantes. Había pasado una tortura allí encerrada durante no se cuánto tiempo, y él me había salvado. ¿Pero quién era él? ¿Cómo sabía que estaba allí? y ¿Por qué no me daba respuestas? Era su obligación ¿no? Lo más probable es que fuese un agente de policía, debía de darme una explicación. Exigía una explicación. Justo cuando estaba a punto de manifestar mi exigencia en voz alta un pensamiento me asaltó haciendo que la incertidumbre y el anhelo se apoderaran de mí.
- Mi madre... - musité.
Tenía que avisarla, ni siquiera me podía imaginar cómo se había sentido durante todo este tiempo pensado que había perdido a su hija, a su única hija. Estábamos muy unidas, y la echaba de menos, durante todo ese tiempo encerrada por alguna extraña razón, no había podido recordarla, y ahora que por fin lo hacía, necesitaba abrazarla, necesitaba decirle que estaba bien. Necesitaba oír su voz.
- Lo sé. – dijo tendiéndome un teléfono como si se hubiese hecho eco de mis pensamientos.
Lo tomé temblorosamente, ni siquiera sabía porque estaba tan afectada. Marqué el número y coloqué el auricular en mi oreja mientras escuchaba como sonaban cada uno de los tonos.
Tomé aire, y al cuarto tono escuché la voz de mi madre al otro lado.
- ¿Diga? – sonaba realmente triste, para otra persona podría haber pasado inadvertido, pero con esa simple palabra me bastaba para saber que había estado llorando recientemente.
- Mamá – contesté con un hilo de voz.
- ¿Valery? – el asombro brillaba en su cálida voz. - ¿Valery eres tú? ¿Valery estás bien? – gritó a través de la línea.
Escuchar su triste y desgarradora voz me había dejado sin aliento. Cuando por fin conseguí recuperar la voz contesté.
- Mamá estoy bien, ahora estoy a salvo. – Para mi sorpresa un agudo sollozo se escapó de mi garganta. Noté como el chico se giraba y me miraba sorprendido, quizás no sabía cómo actuar cuando alguien lloraba. Giré la cara, intentando aislarme en mi burbuja y seguir manteniendo la conversación con mi madre.
- ¿Dónde estás? ¡Voy a buscarte! Valery por favor huye lejos de donde sea que te tuvieran, voy a llamar a la policía, ellos llegarán antes que yo, ¿Qué ves a tu alrededor? ¿Sabes dónde estás? – sonaba agitada y aterrada, las palabras salían atropelladamente por el auricular del teléfono.
Eché una rápida mirada al chico, esperando una dirección, sabía que había escuchado los gritos de mi madre a través del teléfono.
Negó con la cabeza muy despacio, mientras intentaba leer mi expresión ante la negativa. Debió de darse cuenta de mi expresión de incertidumbre mezclada con furia, porque rápidamente añadió.
- Es peligroso, hay muchas cosas que aún no sabes. No querrás meter a tú familia en esto.
¿Aquello era una amenaza? Las palabras parecían amenazarme, pero su tono no parecía albergar ni un ápice de maldad. Parecía que tan sólo me estaba informando de algo que se avecinaba, intentando ponerme sobre aviso. Intentando de algún modo, protegerme.
- ¿Valery? – mi madre volvió a gritar desesperadamente.
Mis ojos conectaron con los de él. ¿Cómo podía saber si me decía la verdad? ¿Cómo podía saber que no me había sacado de allí para terminar lo que aquel repulsivo hombre había empezado? ¿Cómo podía confiar en él? No podía. Sin embargo, algo en su mirada me decía que tenía razón. Aquello era peligroso, y lo último que quería era que mi madre o Meli se vieran envueltas en algo así.
- Escucha mamá, estoy bien, estoy a salvo, he logrado escapar, alguien me está ayudando. – dije rezando porque mis propias palabras fuesen ciertas y que aquel chico solo tuviese buenas intenciones. - Estaré bien, regresaré lo antes posible.
- ¿Qué estás diciendo? ¿Te has vuelto loca? – Gritaba incluso más que antes, y la entendía perfectamente.
- Mamá confía en mí, esto es lo mejor.
- Valery solo piensa un...
-Te quiero. – dije interrumpiéndola, y acto seguido colgué el teléfono.
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Wells: a magical story
Fantasy"Mi abuela siempre había dicho que mi destino sería hacer grandes cosas, lograr todo lo que me propusiera, aún en su lecho de muerte se encargó de recordármelo. Me pregunto si lo hizo por esto, si lo hizo porque sabía lo que se avecinaba"