11. Revelación.

15 1 0
                                    

Evans

No me creía, y no la culpaba. Cuando me dijeron que estaba destinado a ser un Protector yo tampoco lo creí. Salí de la habitación intentando encontrar algo que demostrara mis palabras, cuanto antes aceptara que era una bruja, antes podríamos continuar con el plan.

Mis ojos se posaron en la mesita del salón donde descansaba en su soporte, una gruesa vela blanca. Eso serviría. Era uno de los hechizos más sencillos que había, hasta una bruja sin experiencia podría efectuarlo. La tomé rápidamente, regresé a la habitación y la dejé en su regazo a pesar de su cara de espanto. Al principio se mostró escéptica, pero finalmente terminó cediendo. 

Observé como Valery fruncía levemente el ceño, haciendo un esfuerzo por concentrarse,  también podía notar su incomodidad en la manera en la que sujetaba la vela, como si tuviese que sujetar a un perro con hiperactividad. 

A los pocos segundos ,y tal como esperaba, una brillante llama brotó, titilando suavemente entre ambos.

- Abre los ojos. – ordené lentamente.

Sus ojos se abrieron rápidamente, casi violentamente, como si quisiese comprobar con total desesperación que la vela aún permanecía apagada. Sin embargo, su expresión pronto dio paso al miedo, a la incredulidad, mientras la llama se reflejaba en su iris color ámbar.

- Esto... esto no puede ser posible. – susurro vacilante.

- Eres una Wells, este es uno de los hechizos más comunes, puedes hacer mucho más. Con el correspondiente entrenamiento, claro está. – contesté evaluando la expresión de su rostro.

Sus ojos se abrieron incluso más que antes.

- ¿Cómo sabes mi apellido? ¿Quién... eres tú? – hizo el amago de levantarse de la cama, pero la tomé firmemente por lo hombros, impidiéndoselo.

- Escucha, sé que esto es difícil, pero tienes que intentar comprender. – la miré esperando una señal de que estaba dispuesta a escuchar. Ella asintió no muy convencida, con el miedo aun reluciendo en su semblante.

Me dispuse a explicarlo todo lo más rápidamente posible. ¿Qué pasaba si se asustaba y se iba? ¿Cómo se lo explicaría a Roy?

- Tu apellido es conocido en todo el mundo oculto. La estirpe Wells constituye una de las familias más poderosas de brujas. El poder se traspasa de generación en generación, en tú caso, el gen lo transportan únicamente las figuras femeninas; aunque también existen los brujos, de hecho, Samael es un brujo, uno muy poderoso a demás. – hice una pequeña pausa, dándole tiempo a digerir toda la información. - Todas tus antepasadas han poseído el poder, y han luchado contra la oscuridad desde tiempos inmemoriables. Es tu legado Valery, eres una bruja.

- Quieres decir que mi madre... - el dolor era patente en su voz, eso me hizo querer parar, concluir la historia ahí. Por alguna extraña razón, quería que esa diminuta chica dejara de sentirse así, devolverla al mundo de los humanos, dónde había nacido, y donde, a fin de cuentas, pertenecía. Pero tenía que saberlo, ya no había marcha atrás, esto no dependía de mí. Su vida estaba en riesgo, merecía saber a qué se enfrentaba.

- Victoria Wells... ella se marchó cuando quedó embarazada, la noticia corrió rápidamente, y a pesar de que intentaron detenerla, ella se negó. Decía que quería una vida para ti diferente, que quería que crecieras feliz, sin ningún tipo de carga sobre tus hombros. Pensó que era lo mejor, que podrías tener una vida plena en el mundo humano, así que se marchó y renunció a todo, incluso a sus poderes.

Miré en su dirección, esperando que dijera algo, pero no lo hizo. Parecía totalmente desorientada, exhausta y perdida. Me levanté de la cama y me dirigí hacia la puerta, lo mejor que podía hacer era darle espacio, ella ni siquiera me conocía, había pasado por un infierno y ahora se enfrentaba a algo mucho peor: aceptarse.

- Siento que te hayas tenido que enterar así, a fin de cuentas no me correspondía a mi contártelo, pero dada la situación en la que nos encontramos debías estar al tanto cuanto antes. - añadí. 

- Ella... ¿ella me ocultó todo esto? – estaba a medio camino de la puerta cuando su temblorosa voz por fin se hizo presente.

- No puedes culparla por ello, solo intentaba protegerte. – contesté. Y realmente lo pensaba, su madre sólo había hecho lo que consideraba mejor para ella, no podía crucificarla por ello.

- Creo que no eres el más indicado para decir eso, no es a ti a quien han engañado durante diecinueve años. – las palabras salieron con demasiada brusquedad de sus labios, estaba herida, y a pesar de que nunca permitiría que nadie me hablara en esos términos, sabía que todo lo que decía era para ocultar su impotencia, su dolor. La comprendía, a pesar de mi gran falta de comprensión por todo lo que me rodeaba, a ella la comprendía. Así que tomé aire y proseguí, ignorando su comentario.

- Samael te ha encontrado. Te guste o no, eres la miembro de la nueva generación de la familia Wells. Te necesita. Hará cualquier cosa por volver a tenerte bajo su poder, y cuando lo haga, no correrás la misma suerte. – tal vez me estaba pasando, tal vez la estaba asustando, pero quizás sería más fácil si se lo contaba todo de un tirón. Tarde o temprano tenía que saberlo, cuanto antes lo supiera, antes lo superaría.

La expresión que recorrió ese momento su rostro me hizo querer tragarme mis palabras. Sinceramente nunca me había importado ser directo, de hecho, era una característica de la que solía presumir. Pero observar como el miedo brotaba de sus ojos provocaba que se me instaurase en la garganta un desconocido, hasta ahora, sentimiento de culpabilidad. Como si de un impulso se tratara, me acerqué a la cama y me senté a su lado, ella ni siquiera parecía haberse percatado, permanecía con la cabeza gacha y la mirada aun perdida en su regazo. Sin saber muy bien por qué mi mano viajó hasta la suya, acunándola suavemente. Fue entonces cuando elevó su rostro, haciendo que nuestros ojos se encontraran. Fue entonces, cuando supe que la guerra había comenzado.

Wells: a magical story Donde viven las historias. Descúbrelo ahora