6. Libertad

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  Evans

Llevaba una hora tumbado boca arriba en la cama, repasando una y otra vez el plan que habíamos diseñado. La sacaría de allí mañana, conseguiríamos derrotar a Samael y luego seguiría con mi vida. Tal vez tendría que cuidar a la Wells durante un tiempo, hasta que alcanzara la madurez como bruja, y después, todo volvería a la normalidad. El plan era simple, lo había repasado cientos de veces mentalmente, no podía fallar.

Cerré los ojos intentando relajar mi mente, necesitaba estar despejado. Justo cuando sentí que el sueño comenzaba a deslizarse por mis párpados sonó estrepitosamente el teléfono a mi lado. Miré la pantalla encogiendo los ojos por la molesta iluminación. Dayana.

Resoplé sonoramente.

Ésta noche no.

Rechacé la llamada y dejé el móvil en silencio, necesitaba estar concentrado para mañana.

                                                                Valery

<< Eres más importante de lo crees >> las palabras aún resonaban en mi cabeza, meciendo mis pensamientos en una espiral sin fin.

Nada tenía sentido. Por más que le daba vueltas e intentaba descifrar el significado de sus palabras no conseguía darles sentido. Lo único que entraba en mi racional cabeza era la idea de que ese hombre tan solo quería asustarme, más de lo que ya estaba, quería hacerme creer lo que no era, de algún modo ya me estaba debilitando físicamente, y su objetivo era desestabilizarme también emocionalmente. Sí, tenía que ser eso.

Antes de que pudiera seguir sumida en mis pensamientos su voz retumbó en el cuartucho. Ni siquiera me había percatado del sonido de la puerta.

- Come. – espetó fríamente.

Miré hacia el lugar en penumbras. Hacía días que había dejado de comer, era mi manera de rebelarme, de obtener respuestas. Sabía que quería mantenerme con vida, y cuando viera algo que pudiera atentar contra mi salud respondería, entonces podría jugar mis cartas, e intentar conseguir alguna que otra respuesta.

- Come. – repitió con dureza. Intentando mantener su máscara imperturbable.

- Púdrete – la palabra salió llena de odio de mi boca a pesar de que apenas fue un débil susurro. Ni siquiera sabía porque había dicho eso, la ira se había apoderado de mi, la falta de respuestas me había nublado el juicio.

El hombre dio un paso dentro de la celda.

- Será mejor que hagas lo que te diga, no quiero que salgas herida.

- Si no quisieras hacerme daño no me tendrías aquí. – escupí con ferocidad.

- No voy a matarte, no por el momento al menos. – hizo una pausa. – Pero si tengo que obligarte lo haré, y he de advertirte de que mis métodos nos son precisamente agradables. 

- No voy a comer. – repetí desafiante a pesar de que el miedo comenzaba a latir en mi sien. – No hasta que me digas que quieres de mí. – añadí.

El impacto cruzó rápidamente mi cara, como si de un latigazo se tratase. Rápidamente levanté mi mano intentando inspeccionar mi mejilla derecha allí donde el ardor latía más intensamente. Noté la viscosidad de la sangre y como ésta comenzaba a resbalar allí donde sus manos habían impactado contra mi piel. Me había pegado.

Ni siquiera me había percatado de que estuviera tan cerca como para alcanzarme. Mi corazón comenzó a bombear con más fuerza, temiendo que éste tan solo fuera el primero de muchos golpes. Me encogí en mi lugar, rezando porque los siguientes impactos fueran soportables. Cuando no sentí el golpe levanté la vista. Había regresado a la puerta mientras observaba como mi cuerpo yacía tembloroso en el suelo.

- Come. – su última palabra vibró victoriosa mientras salía de la habitación.

No sé cuánto tiempo pasó solo sé que lloré, lloré por mucho tiempo, atragantándome con mis propios sollozos. La cara aún me ardía por el golpe, no me podía creer que hubiese hecho eso, aunque por otra parte, no sé porque me extrañaba. Ese hombre me había secuestrado, me había apartado de la que fuese mi familia y no paraba de decir cosas horribles, era un ser que no albergaba ni un poco de bondad en su corazón. Era asqueroso.

El sonido de la puerta hizo que dejara mis cavilaciones a un lado. abrí los ojos débilmente y me preparé para el próximo golpe.

<< Por favor otra vez no >> pensé.

El dolor de cabeza no me permitía reincorporarme, quería cerrar mis ojos de nuevo.

Me quedé hecha un guiñapo en el suelo, respiraba con dificultad, ni siquiera me molesté en levantar la cabeza, si me pegaba de nuevo, al menos no lo vería.

Noté como una figura se aproximaba a mí y cerré los ojos con más fuerza. Ignorando el estremecimiento que recorrió mi cuerpo.

Aunque lo hubiese intentando, aunque hubiese querido, no podría haberlos abierto. Me sentía cansada, exhausta, me desmallaría en cualquier momento, lo sabía. El golpe me había afectado más de lo que en un principio había creído y tantos días sumida en esta especie de estado de conmoción me estaba pasando factura, a decir verdad, ya había aguantado demasiado.

- Tranquila, te sacaré de aquí. – la voz llegó muy débil a mi oídos, a pesar de que sentía la presencia a tan solo unos centímetros de mi.

Emití un débil gruñido cuando noté una mano sobre mi hombro.

Me iban a sacar de aquí.

Me habían encontrado.

Iba a vivir.

Intenté reincorporarme, emplear las últimas fuerzas que me quedaba en salir por mi propio pie de aquel asqueroso lugar, pero sabía que por mucho que quisiera, yo sola no podría, ni siquiera alcanzaría a levantarme de aquel apestoso suelo. Fue entonces cuando noté que unos brazos me alzaban, cargándome cuidadosamente.

Nunca tendría tiempo suficiente para agradecerle aquello.

Apoyé la cabeza en su pecho y dejé que me sacara de aquel infierno.

Wells: a magical story Donde viven las historias. Descúbrelo ahora