Valery
Tenía que morir.
En eso se resumía todo. Sabía que esto era horrible, pero nunca pensé que lo fuese tanto. Mi supuesto destino era morir para que un brujo lunático y resentido sembrara el caos e hiciera lo que le diera la gana.
Mi abuela siempre me había dicho que mi destino sería hacer grandes cosas, lograr todo lo que me propusiera, aún en su lecho de muerte se encargó de recordármelo. Me pregunto si lo hizo por esto, si lo hizo porque sabía lo que se avecinaba. Después de todo ella también había sido una bruja, todas las mujeres de mi familia lo habían sido. Y ahora solo quedaba yo. Mi abuela había muerto y mi madre había renunciado a sus poderes. No tenía tías, ni hermanos, estaba sola.
Suspiré hondo mientras la imagen de mi abuela resurgía en mi mente. Parecía mentira que ella hubiese tenido un secreto tan grande, era imposible imaginarla realizando hechizos, siendo poderosa. Aún la recuerdo con sus rulos puestos mientras tomaba té en la sala de estar. Siempre la recordaría así y no como una poderosa hechicera.
Aunque me sentía pérdida acerca de todo esto, había una cosa que sí que tenía clara: no quería morir. Sabía que Evans había dicho que él me protegería, pero el hecho es que no quería esconderme y esperar a que todo pasara, porque existía una posibilidad de que las cosas no salieran bien y entonces mí supuesto destino se cumpliría. Y yo no quería ese destino, de ninguna manera iba a aceptar ese final. Nosotros somos los únicos dueños de nuestro destino, y siempre hay opción. Yo ya sabía cuál iba a ser la mía, iba a luchar. No tenía formación, no sabía nada acerca de esto, pero se trataba de mí. Y lo que tenía claro es que no me iba a hacer a un lado mientras el destino de mi vida dependía de que otros lo hicieran bien. Yo era la que tenía que hacerlo, yo estaba destinada a tener un futuro mejor, e iba a empezar a luchar por él.
- Quiero formar parte del que sea vuestro plan para terminar con Samael. – dije con contundencia.
Evans se tensó a mi lado.
- No es buena idea. – contestó cortante.
- Pues yo creo que sí, es mi vida Evans, no vas a ser tú el que me diga que debo y que no debo hacer. – sabía que estaba siendo dura, pero él no era nadie para impedirme luchar por mis propósitos.
Se levantó rápidamente, encarándome. – Escúchame, hace unos días ni siquiera sabías que eras una bruja. – su tono de voz comenzó a elevarse. – Llevas esta última maldita semana llorando por las esquinas, no querías aceptar quien eras y tenías intención de volver al mundo humano y continuar con tu perfecta vida, ¿Y ahora resulta que quieres participar en una masacre contra Samael? No estás preparada, ésta no es tu guerra. – concluyó.
La ira bulló en mi interior como una explosión, consumiendo lo poco que me quedaba de racionalidad.
- Por supuesto que es mi guerra. – grité, poniéndome también en pie. – De eso se trata, está en juego mi vida, soy yo la que tiene que luchar por ella, no tú, ni otro Protector, ni nadie, sólo yo. – grité aún más alto. – Y es cierto, hasta ahora no he sido capaz de enfrentar las cosas, pero eso se acabó. Necesito luchar por esto, necesito poner en orden mi vida, mi verdadera vida, esta vida. - dije señalando la vela que aún permanecía encendida. – Esta soy yo, por fin he conocido la verdad, y no pienso dejar que un maniaco la destruya, que Samael me destruya. – concluí.
Evans me miraba sorprendido, era extraño poder leer en él alguna expresión, pero sus ojos ligeramente abiertos me revelaban que estaba sorprendido. Incluso, podía distinguir en sus ojos una chispa de orgullo. Aunque rápidamente todo se disolvió y volvió a adoptar su máscara.
- No estás preparada. – dijo mientras comenzaba a retirarse del salón.
Sin embargo, no iba a dejarlo estar, me apresuré detrás de él y tomé su brazo.
Giró rápidamente y antes de que pudiera darme cuenta me tenía agarrada de ambas muñecas mientras me presionaba contra la pared, no me hacía daño. Pero su proximidad imponía.
- ¿Que estás haciendo...? - mi voz sonó vacilante y me maldije por ello.
- Mírate. – Comenzó con tono despectivo. - no estás preparada ¿acaso no lo ves? – su rostro se aproximó al mío, podía sentir como su aliento acariciaba mi piel mientras susurraba. – Solo eres una niñita consentida jugando a ser bruja – continuó con su voz de terciopelo, enmascarando las duras palabras. - ¿Es que acaso no te das cuenta de que lo único que conseguirías sería estorbar? – lo miré fijamente mientras sus palabras llenas de frialdad se clavaban en mí como pequeños cristales afilados. – Eres vulnerable, puedo oler tú miedo a kilómetros...
– No te tengo miedo – repliqué entrecortadamente, interrumpiéndolo. Pero él negó con la cabeza con deje burlón.
- Te tengo atrapada y ni siquiera estoy haciendo fuerza, es gracioso ¿no te parece? si yo fuese Samael ya estarías muerta. Cosa que no me importaría si mi trabajo no dependiera de ello, créeme.
Y entonces el peso de su cuerpo abandonó el mío, sus manos liberaron mis muñecas, y, sin embargo, a pesar de que ya era libre, no podía moverme, era como si me hubiese quedado paralizada, intentando analizar todo lo que me había dicho. Fue sólo cuando escuché el portazo de su habitación cuando me percaté de que se había marchado.
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Wells: a magical story
Fantasia"Mi abuela siempre había dicho que mi destino sería hacer grandes cosas, lograr todo lo que me propusiera, aún en su lecho de muerte se encargó de recordármelo. Me pregunto si lo hizo por esto, si lo hizo porque sabía lo que se avecinaba"