13. Los túneles.

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Valery

A los pocos días le pedí el teléfono a Evans, tenía que llamar a Meli, suponía que mi madre ya la había informado de que estaba bien, pero Meli se merecía escucharlo de mi propia boca. Nada más reconocer mi voz a través de la línea comenzó a chillar, estaba enfadada, lo cual era comprensible; pero sin duda, hubiera deseado no distinguir el matiz triste de su voz. Prefería cien mil veces que estuviese enfadada conmigo a que estuviera triste por mí. Le dije exactamente lo que le había dicho a mi madre, chilló un poco más, y después de un par de minutos más al teléfono finalicé la llamada.

Apenas había cruzado unas palabras con Evans desde la última vez que se había comportado como un completo imbécil. Necesitaba tomar aire, parecía mentira que desde que había llegado aquí ni siquiera hubiese salido a estirar las piernas, y más después de haber estado durante tanto tiempo encerrada. Todos estos días había estado tan concentrada en asimilar toda la información, que ni siquiera me había percatado de cuanto echaba de menos la luz del sol. Decidida a despejarme un poco tomé una ducha en el baño de mi habitación y cogí ropa limpia de la tonga que había depositado Evans en el armario, no sabía de donde la había sacado, y sinceramente esa era la menor de mis preocupaciones teniendo en cuenta la situación.

Cerré la puerta tras de mí y me dirigí a la salida, encontré a Evans en el salón. Ni siquiera me molesté en cruzar una palabra con él, avancé unos pasos más hasta que llegué a la puerta de entrada, cuando deposité la mano en el pomo Evans habló.

- ¿A dónde vas? – su voz era inexpresiva, algo a lo que ya me había acostumbrado.

- Necesito tomar el aire. – dije con más brusquedad de la que pretendía mientras me giraba hacia él.

- No puedes.

- ¿Perdón? – esto ya era el colmo, él no me iba a decirme lo que podía o no podía hacer. En cuanto a temas de brujerías podría ser una novata, sin embargo, en cuanto a no dejarme manipular, era una experta.

- Te perderás. – se limitó a contestar.

- Iré con cuidado, no me alejaré demasiado. – dije volviéndome de nuevo hacia la puerta, dispuesta a marcharme.

- Te perderás en los túneles. – aclaró.

- ¿Qué túneles? – Odiaba cuando las personas no iban al grano.

- Estamos bajo tierra Valery. – contestó finalmente con aire condescendiente como si yo fuese una estúpida por no dar por hecho ese detalle.

- No estamos bajo tierra. – comencé negando con la cabeza. - hay ventanas. De hecho, parece que hoy hace un día maravilloso. – contesté señalando la ventana en frente de mí por la cual se colaba un tenue y cálido rayo de sol. Incluso podía oír el ruido del tráfico ¿por quién me tomaba? Estaba claro, sólo quería reírse a mi costa por mi falta de experiencia en todo esto, haciéndome dudar de todo, incluso de las cosas más insignificantes y triviales, pretendiendo poner en juicio todo lo que yo creía conocer.

Evans suspiró, parecía frustrado, pero al mismo tiempo parecía estar a punto de estallar en carcajadas.

- No son ventanas reales.

Enarqué una ceja.

- ¿Me tomas por tonta? ¡Estoy viendo esa maldita ventana Evans! – contesté harta de sus jueguecitos.

Y entonces como había estado esperando comenzó a reírse escandalosamente mientras se doblaba sobre sí mismo, y se burlaba de mí sin ningún tipo de consideración. No se lo iba a permitir. Volví a tomar el pomo y lo giré, decidida a dar por terminada la conversación.

En cuanto vislumbré lo que había al otro lado de la puerta, supe que algo no era normal. Ante mí, se alzaba una inmensa pared de ladrillos rojos, un tanto deteriorados, algunos de ellos incluso yacían destruidos en el suelo. La pared se extendía a ambos lados, formando un largo pasillo, tan largo que ni siquiera podía distinguir donde terminaba. La iluminación era muy escasa, tan solo una pequeña luz de emergencia a cada cierto tramo iluminaba lo estrictamente necesario. No había más puertas a la vista, como habría cabido esperar tratándose de un edificio de apartamentos. Parpadeé varias veces, quizás la falta de sueño de estos días me estaba pasado factura. Giré mi cabeza al interior del apartamento, y observé la iluminada ventana de nuevo, el sol aún se derramaba sobre el suelo y el ruido del tráfico era incluso más intenso. Volví a observar el pasillo, bueno aquello no podía catalogarse como pasillo, ahora entendía porque Evans había empelado la palabra túneles. Ambas imágenes parecían sacadas de momentos y espacios completamente diferentes. Suspiré exasperada, de ninguna manera iría por ahí yo sola, di un paso atrás y entré de nuevo en el que ya había catalogado como: "el apartamento bajo tierra con ventanas falsas y sonido ambiental muy realista" y me giré hacia Aiden, esperando una explicación.

Él parecía haber recuperado el control, aunque aún se podía distinguir una difusa mueca burlona bañar sus facciones.

- Te lo mostraré. – dijo aproximándose hacia la ventana. – Todas las ventanas que hay por la casa funcionan como una especie de holograma, sin embargo, es mucho más preciso que éste, aun así, no deja de ser una simple ilusión. – Se detuvo frente a la ventana y posó su mano en el marco de ésta. De inmediato, casi de manera imperceptible la imagen se volvió más difusa, y fue entonces cuando su mano atravesó lo que hasta ahora me había parecido una ventana de lo más consistente, corroborado que simplemente se trataba de una mera ilusión. Con cada vaivén de su mano la imagen se distorsionaba más, moviéndose como una ola siguiendo los movimientos de su articulación, volviéndose cada vez más translúcida. Incluso el rayo de sol parpadeaba, debilitándose cada vez más. Cuando finalizó su demostración retiró la mano y la ventana volvió adquirir la consistencia inicial.

Era demasiado increíble. La ventana lucía completamente realista allí plantada, con sus cristales ligeramente empañados, y la madera oscura del marco, astillada en algunos puntos. Incluso la cortina que caía a uno de los lados parecía completamente real, su tejido rugoso cubría gran parte de la claridad de la habitación.

- Regla número uno: nunca te fíes de lo que ven tus ojos. – concluyó.

- ¿Qué hay del ruido? ¿Y por qué hay luz natural en el apartamento si estamos bajo tierra? Y lo que es aún más desconcertante ¿por qué estamos bajo tierra? - pregunté al fin cuando pude recuperar el habla.

- Tanto las ventanas, como el ruido del tráfico y la luz natural, son artificiales, forman parte de un hechizo de apariencia, esto hechizos te hacen ver lo que en realidad no está, le pedí a un amigo del mundillo que lo hiciera, me ayuda a soportar mejor la idea de estar bajo tierra, a veces incluso parece que estoy en un apartamento común y corriente, siempre y cuando no toque la ventana. – añadió riéndose. – con respecto a tú última pregunta, estamos bajo tierra porque así es mucho más difícil que Samael pueda localizarnos, de por sí el apartamento tiene un hechizo de protección, pero incluso sin él logra llegar hasta aquí no es fácil, solo yo conozco el camino de los túneles, eso nos da una ligera ventaja.

Parpadeé confusa y me senté en el sofá.

Evans se giró, podía notar su mirada clavada en mí. Sin embargo, lo ignoré. Mis ojos se clavaron en la vela blanca en mitad de la mesa, colocada en su elaborado soporte, estaba prácticamente intacta, tan solo se había derretido sutilmente la parte superior, fruto de haberla encendido tan solo una semana atrás con el objetivo de demostrar mi poder, un poder que se tornaba más real conforme pasaba el tiempo.

- Siéntate Evans, quiero que me lo cuentes todo. – dije sin apartar la vista de la vela.

Y entonces, la llama volvió a resurgir, llenando la habitación de magia mientras yo esperaba todas mis respuestas.

Wells: a magical story Donde viven las historias. Descúbrelo ahora