9. Eres una bruja

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Le tendí el móvil.

- ¿Estás bien? – preguntó el chico con expresión seria.

Me parecía una pregunta de lo más superficial teniendo en cuenta la situación, pero en sus ojos podía distinguir de un modo casi imperceptible — por extraño que pareciera — una chispa de preocupación, así que contesté del modo más agradable posible.

- He estado mejor. – intenté que la ironía disolviera mi preocupación.

Una sonrisa ladeada surcó sus labios. Era una sonrisa tan cálida que casi hizo que se borraran todas mis preocupaciones. Casi.

- Soy Evans. – dijo sin más.

- Valery. – contesté.

- Supongo que te preguntarás que está pasando, es decir, tengo que contarte muchas cosas...– hizo una pausa. – siempre me toca el trabajo más duro. – dijo rodando los ojos con aire teatral.

Estuve a punto de esbozar una sonrisa, una sonrisa real. Aunque a decir verdad ya ni siquiera recordaba la última vez que me había reído de algo.

- ¿Tú sabes lo que ese hombre quería de mí? – el estómago se me revolvió al sacar el tema, eliminando toda posibilidad de sonrisa.

- ¿Samael?

<< Así que ese era su nombre >>

Asentí.

- Digamos que es un hombre muy ambicioso. – intentaba mantener su humor pero la chispa divertida de sus ojos había desaparecido.

Lo interrogué con la mirada.

- Vaya... no esperaba que esto fuera tan difícil de explicar... - dijo frunciendo el ceño.

- No creo que sea mucho más difícil que haber estado encerrada por no sé cuánto tiempo en una tétrica celda secuestrada por un lunático. – comenté burlonamente. 

- Créeme, es mucho más difícil. – la intensidad en sus palabras me pilló completamente desprevenida. Instintivamente miré hacia otro lugar de la habitación, incómoda. Centré mi mirada en la cómoda de la esquina, en la que se encontraban apilados sin ningún tipo de orden un montón de libros. ¿Le gustaría a Evans los libros?

- Está bien, te escucho. – le pedí cuando reuní el valor para volver a mirarlo a los ojos, rompiendo el silencio incómodo que se había formado.

Tenía los ojos más peculiares que había visto nunca, enmarcados por su pelo negro destacaban aún más sobre su rostro. Parecían pequeñas esferas que brillaban con luz propia, eran tan bonitos como intimidantes. Detrás de ellos parecía que se ocultase el universo entero, sus ojos guardaban miles de secretos, prometían miles de promesas. Eran esas clases de miradas que parecían analizarte con tal solo un vistazo, sacar la esencia de tú ser y hacer que tu mundo levitara por unos segundos, mientras la vida real permanecía a tus pies, estable, estática.

Antes de que me diera cuenta pronunció las palabras.

- Está bien, allá va. – tomó un leve suspiro. – Eres una buja. 

Wells: a magical story Donde viven las historias. Descúbrelo ahora