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Por ahí estare haciendo encuestas, dando noticias de mis libros y muchas cositas importantes ❤

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La frívola mirada de aquella mujer no se despegaba de mi esposo. Me sentía casi asfixiado. No quería armar un escándalo. No soy de esos.

¿Qué si estaba celoso? Sí, estoy celoso.

¿Qué si quería irme y mandar a la mierda todo? Sí, lo quería, aunque la incertidumbre en mi pecho me exigía permanecer y observar a mi esposo mandarle esas miraditas a aquella mujer. Sentía cada vez hervir más mi sangre. Explotaría, pero, sería como pan de banquete para los paparazi.

La mujer se levanta y se acerca hacia donde estamos

—Jules, cariño. Cuanto tiempo —mis amigos me observan expectantes. Me miran primero y luego observan a mi esposo.

—Greta —murmura incómodo.

¡Incomodo mis pelotas, imbécil!

Parece que te la estás follando en tus jodidos pensamientos.

La mujer extiende la mano y él la recibe dándole un casto beso. Siento como la bilis se revuelve como una lavadora exprimiendo la ropa. ¡Zorra de pacotilla! Ella sonríe encantada y me observa interesada hasta que sonríe más de la cuenta. Buah, esta estúpida zorra me da arcadas. Crearé un poema con su rostro.

¡Qué ojos tan grandes tienes!

Es para robar marido, mejor.

¡Qué grandes labios tienes!

Es para mamar, mejor.

¡Qué zorra eres!

Siempre soy la mejor.

Sí, ese poema (más bien, intento) le queda en todo. Tiene el cabello rubio lacio hasta los hombros, ojos color ambarino, pestañas largas, labios gruesos rojos, piel blanca, cuerpo estrecho, senos grandes y nalgas muy trabajadas (la maldita es muy natural de cuerpo, a excepción de los labios). Alta de un metro con setenta y cinco. Lleva un vestido rojo vino, con unos tacones altos de aguja negros. Sí, comprobado científicamente; es una zorra poderosa.

Jules observaba sus pechos con detención. En mi interior se escucha nuevamente el crujir. Sé que Jules, antes de mí, tenía una vida completamente sexual con mujeres y no me extrañaría que añorara estar nuevamente con una. Aunque no me lo diga (lo he sentido), por algo soy psicólogo y graduado con honores. La tensión sexual que vive Jules diariamente es demasiada fuerte, es capaz de sentirse, con solo ver su cuerpo y su mirada lo comprueba todo. Y la zorra esa, aprovecha quitándome más puntos.

Suspiro por décima vez. La gravedad de mis pensamientos me está dejando más paranoico que padre al pensar que madre lo engañaba. Una delicada mano se posa frente a mis ojos, logro ver sus largas uñas completamente arregladas, decoradas por boceto y figuritas abstractas. Observo a la mujer que me la tiende y achino los ojos sintiendo la superioridad de la mujer.

—Mucho gusto señor Stronligth. Greta Simmons —para no ser maleducado la estrecho. Inmediatamente siento un asco al haber tocado su mano. Es como si tuviera una enfermedad contagiosa y se lo demuestro cuando la retiro y la observo. De mi bolso, saco un desinfectante para aplicarlo en las manos. Todos me observan completamente sorprendidos. Sé porque lo hago... el perfume de la mujer es idéntico al de cuando Jules llegaba a la mansión en Atlanta a comienzos de nuestro matrimonio. Ella sonríe con suficiencia y no le toma importancia, colocando su atención exclusiva a Jules.

El curioso embarazo de Joseph ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora